El sudor bajaba por sus pantorrillas acumulándose en los desgastados tenis que usaba sin medias; los pies, resbalosos dentro de los zapatos, al caminar emitían avergonzantes chirridos, atrayendo miradas que en otro momento le harían sonrojar, pero después de 45 minutos de cola, nada le importaba más que, ¡al fin!, pararse delante del dependiente.
—Ponme seis libras de pollo —ordenó así, en strike, sin buenas tardes ni sonrisas.
—No hay —replicó el dependiente con la misma inmutable carencia de modales y sin sentir necesidad de explicar nada más.
—¿Cómo que no hay, asere? En las MIPYMES siempre hay pollo, coño, no jodas —estuvo a punto de encabronarse, pero el cuerpo en ayunas no tenía suficiente energía y ese "no jodas" sonó mendigante.
—Ya no da la cuenta —confesó la persona detrás del mostrador, solidarizándose con el cliente—. Ya no vendemos pollo… aquí.
—¿Aquí?
—Dobla la esquina, gao verde frente al poste. Pregunta por Yulixandri, él tiene, pero al precio de la calle, no al topa'o.
—Agradecido, bro —y salió caminando de vuelta al mercado negro.
El castrismo es un martillo con dos soluciones para cualquier problema: cuando la cosa aprieta, usa las orejas traseras y saca el "clavo", dando espacio y algún movimiento, pero en cuanto ve que la cosa se riega mínimamente —libertad y reguero son lo mismo en una dictadura—, la parte delantera entra en acción y… !pam!, martillazo, imposición, represión, límites, topes.
¿Será que al Gobierno le falta imaginación o que le sobran hijos de puta? ¿Topar los precios otra vez? ¿Cuántos martillazos necesitan dar para convencerse de que esa no es la herramienta adecuada para conducir una nación?
La inflación no se achata topando precios, como mismo una infección no se cura bajando la fiebre, hay que ir a las causas. Limitar los precios por ley provoca un frenazo estadístico en los datos de inflación, sí, pero en la realidad el efecto es contrario.
A algunos comerciantes dejará de serles rentable vender los productos topados, prefiriendo entonces dejar de comerciarlos para centrarse en otros productos aún liberados que den más beneficios. ¿Resultado? Escasez de productos y precios al alza.
Otros empresarios mantendrán la oferta, pero reduciendo el volumen, con lo que reducirán sus compras mayoristas, lo que hará que sus proveedores ya no les den los mismos descuentos, o se le encarezca el costo de transporte por unidad de mercancía. ¿Resultado? Escasez de productos y precios al alza.
Otros mipymeros, como el caso ejemplificado en la imaginaria anécdota antes narrada, desviarán sus productos. Al no poder venderlos en sus locales a precio de mercado, los pasarán a algún intermediario en el mercado negro que sí puede tranzarlos a su valor real, con lo que a la cadena de distribución se le habrá agregado otro intermediario, más el riesgo de operar en el mercado negro. ¿Resultado? Escasez de productos y precios al alza.
No existe otro resultado posible cuando se topan precios como política antiinflacionaria que escasez crónica, proliferación del mercado negro y, finalmente, un repunte de la inflación.
65 años de colas, 65 años de "no hay", 65 años de "hay, pero no te toca", 65 años de "hay, pero págamelo discretamente pa' que no te vean"... seis décadas y media no han sido suficientes para que quienes dirigen este ¿país? entiendan algo tan simple y sobradamente demostrado como que topar precios es malo, así de simple. ¿O sí lo entienden, pero confían en que el pueblo sea quien no entienda nada?
El castrismo no es bruto, es maligno. Sabe perfectamente que el gobierno que topa precios causa los problemas inmediatos antes señalados y que, a largo plazo, pervertido el sistema de precios, la economía queda ciega y es incapaz de asignar recursos de manera eficiente, lo que conduce a su descapitalización. La propia Cuba es ejemplo de ese proceso.
Pero también sabe —porque se han encargado de analfabetizar al pueblo sobre economía— que la gente aplaude las medidas populistas que aparentemente castigan a los "malísimos" empresarios privados. Le encanta al castrismo el papel de Robin Hood poniendo orden entre saqueadores, y eso es lo que les interesa, el efecto propagandístico, aparentar que le importa y que está haciendo algo mientras, por otro lado, rentabiliza la inflación que él mismo sigue creando.
Siempre que el castrismo topa los precios con las funestas consecuencias de hacerlo, es para no tener que topar su propio poder. No es idiota —aunque tengan a un idiota como dizque presidente—, es perverso.
Resultados propios de la administración a paletadas de Gofio para la sed por Candy la Salá y su equipo....
Bueno, ya solo falta que la yakuza, la cosa nostra y alguna mara amiga venga a terminar de exterminarnos.
Es verdad; topando, el gobierno -es un héroe que- lucha contra los precios. Y con la “hazaña” de frenar el comercio entre las Mipymes y la empresa estatal, facilita bajar la velocidad de la acumulación de riquezas en el sector “privado”. Sin embrago, todo este lleva-y-trae ocurre en un momento donde la liquidez que sostiene el sistema económico es mínima. La estanflación acompañada de un incremento en la dolarización de la economía estimula el aumento del precio del dólar; retroalimentando la inflación. Digamos que están dando marcha atrás en el mismo fanguero, pero hacia atrás sube el nivel del agua.
¿Será que al Gobierno le falta imaginación o que le sobran hijos de puta?
Ni lo uno ni lo otro. Es verdad que en la isla hay legiones de serviles HPs, pues como decía Reynado Arenas “Cuba es un país que produce canallas, delincuentes, demagogos y cobardes en relación desproporcionada a su población”
Sin embargo, más allá de ese deshumanizado factor humano inherente a un campo de concentración, son el control de la producción y los precios que atenazan a las fuerzas productivas, los pilares esenciales en la subyugación (esclavitud) de los sometidos, a través de la distribución estatal de las migajas, o sea, la expresión más rancia del totalitarismo.
En los países comunistas, los burócratas de confianza en los ministerios de finanzas y precios son los que definen el presupuesto, el costo de producción y claro, los precios, lo mismo de un racimo de plátano que de un pasaje en el tren lechero.