Desde el mes de agosto el precio de la carne de cerdo comenzó a bajar paulatinamente en Mayarí, Holguín, hasta estabilizarse a finales de septiembre en los 350 pesos la libra, tras haber alcanzado los 450 pesos en julio.
El descenso ha alegrado a una población abatida por la inflación y dependiente de los magros salarios estatales mayoritariamente. Pero, ¿a qué obedece? ¿Es acaso 350 pesos por libra un precio de equilibrio en el mercado, que pueda ser sostenible desde la producción interna? ¿Es positivo o negativo el descenso del precio a mediano o largo plazo?
Son preguntas que hay que plantearse en un escenario económico particular y complejo como el de Cuba, donde el mercado es limitado y está exageradamente regulado por diversos factores, principalmente la injerencia estatal. Y todo indica, lamentablemente, que "la alegría va a durar poco" por ser "en casa de pobre", siendo la pobreza una alusión a la falta de libertad económica y al tipo de mercado anómalo que va surgiendo en el país.
Los precios de la carne de cerdo fueron ascendiendo durante el primer semestre, buscando su lugar en el nuevo mercado regido por el precio del dólar, donde además comenzó a tenerse acceso a piensos y soya importados por las MIPYMES. Aunque sea elevado frente al salario promedio, 450 pesos no era todavía un tope de precio óptimo para que fuera costeable y sostenible la crianza, por el alto costo de los alimentos, imposibles de bajar si no baja el dólar y todo lo demás a base de una economía nacional más eficiente.
El factor que influyó decisivamente en que el precio bajase fue el estímulo municipal para la entrada de pollo importado por las MIPYMES a mejores precios en el territorio. Una excelente iniciativa desde el punto de vista social, pues de 350 pesos la libra de pollo se consiguió que bajase a 270 pesos, pero que, como toda intromisión externa en el mercado, tiene consecuencias.
Entre las medidas estratégicas estuvieron el fomento de alquileres de locales estatales a MIPYMES que comercializan pollo, la asociación con empresas locales para ese fin y facilidades con el combustible para la transportación a un menor costo, no al de la inflación. Lógicamente, tuvieron su impacto. Pero no hay ningún apoyo paralelo a los criadores de cerdo, que se enfrentan a una asimetría insalvable con la carne de pollo importada.
En estos momentos hay una oferta relativamente estable de carne de pollo a entre 270 y 300 pesos la libra, en dependencia del tipo de vendedor, si es de primera mano con una MIPYME o un trabajador por cuenta propia que se surte con la propia MIPYME. También hay oferta de carne de cerdo a 350 pesos la libra, todavía con relativa estabilidad.
Esto se debe a que hay un volumen de producción disponible, al alcance del mercado, estimulado desde el año anterior, primero por la carestía y después por el precio ascendente, que ofrecía márgenes de ganancia a futuro. Literalmente, las personas en sus casas y muchos productores se volcaron nuevamente a criar cerdos dentro de sus limitadas condiciones, pero con grandes expectativas de obtener dividendos, que ahora se han visto frustradas por el bajón de las últimas semanas. En la mayoría de los casos están vendiendo con pérdidas.
¿Volverán los productores a criar cerdos después de tener pérdidas? ¿Se puede sostener la producción porcina con un sistema de precios tan oscilante y un mercado tan inestable? ¿Tiene algún sentido que los alimentos necesarios para producir una libra de carne de cerdo cuesten más que la carne producida?
Antes de la Tarea Ordenamiento, con lo que se compraba una libra de carne de puerco al por menor (25 pesos) se compraban seis libras de arroz (y sobraba un peso) o tres libras de azúcar. Hoy por el precio de una libra de cerdo solo podemos comprar una libra y media de arroz, o una libra y cuarto de azúcar. Igual pasa con el frijol, el aceite, el combustible...
Significa que, nivelándolo con el precio de los demás productos, el relativo de equilibrio en la carne de cerdo estaría hoy en más de 800 pesos la libra para que la producción sea sostenible. Es decir, que aunque está cara y es inaccesible para los salarios, para la inflación actual el precio está por debajo.
Otro dato que sirve para ilustrar la insostenibilidad de la producción porcina en el momento actual de la economía es la relación de los precios de los propios elementos del proceso. Un cerdo joven de destete, listo para preceba, costaba antes de la Tarea Ordenamiento 500 pesos y hoy cuesta 5.000 pesos, diez veces más. Mientas, una lata de 25 libras de soya costaba 100 pesos y hoy cuesta hasta 3.000 pesos, 30 veces más. Lo mismo pasa con el maíz.
Es decir, la comida de los animales es hoy mucho más cara que antes, y criar produce pérdidas en vez de ganancias. Si un productor vendía antes un cerdo al destete para costear la alimentación del resto, le alcanzaba para comprar cinco latas de soya (125 libras); hoy solo le alcanza para comprar 1.66 latas (40 libras).
En resumen, el sector porcino seguirá en la quiebra. Es previsible que a partir de enero del próximo año, o de forma gradual durante el primer trimestre, la carne de cerdo vuelva a desaparecer de los puntos de venta en Mayarí, retornando a ser un producto raro y más caro aún que los 450 pesos que alcanzó en agosto. Un fenómeno que ya ha sucedido en etapas anteriores debido a los precios topados, otro tipo de intervención estatal.