Uno de los capítulos siempre pendientes del sistema económico estatal-planificado imperante en Cuba es el de los créditos agrícolas: alcanzar dinamismo y hacer que funcionen, es decir, que el dinero llegue al surco a tiempo para hacer posible el proceso productivo, ha sido siempre una quimera.
Puede ser fácil decirlo, pero en la práctica la burocracia patológica, la mentalidad proteccionista y la falta de sentido de urgencia y de pertenencia que están impregnadas en el sistema, impiden la eficiencia. Gajes del socialismo marxista-leninista, incluso en esta fase de declive permeada por el capitalismo de Estado.
Sin embargo, aquella angustia detrás del dinero del crédito dejó de existir ya para miles de productores agrícolas que en todo el país dependían del financiamiento de los bancos estatales para realizar sus labores. Y no es porque hayan dejado de necesitar el dinero, sino porque en la práctica dejó de tener sentido solicitar un préstamo bancario: los bancos no tienen dinero.
"El año pasado solicité un crédito para sembrar tres hectáreas de plátano y solo logré que me dieran 15.000 pesos para la preparación de tierras. Apenas pude sembrar 1,5 hectáreas con recursos propios, limitados, que eran para otras inversiones, que evidentemente no pude hacer", cuenta Dioselis, un joven campesino holguinero, de los pocos que todavía siguen vinculados a la agricultura.
"Esto es lo que me gusta, trabajar la tierra, invertir y crecer, pero es muy difícil si no hay dinero en el banco. Pedir el crédito ya era complicado, te metías mil viajes perdiendo tiempo que hay que dedicar al trabajo, y mil peloteos, pero lo de ahora es lo inconcebible: el banco nunca tiene plata", añade.
"Así, para qué. Este año no pedí crédito para nada, estoy haciendo lo que puedo con lo que tengo a mano. Tampoco hay insumos por la vía del Estado, todo es en la calle en la bolsa negra. La agricultura está en quiebra, yo tengo más o menos con qué hacer algo, pero otros campesinos no tienen cómo trabajar sin apoyos", explicó.
Aroldo se dedica a los cultivos varios en un usufructo de seis hectáreas, lleva apenas cinco años, que han coincidido con los de peor tratamiento gubernamental a la agricultura. "El primer año tuve apoyos de crédito y de insumos, pero apenas pude sembrar media hectárea porque no había tenido tiempo todavía para desmontar el marabú del resto. Luego de ese año, todos los demás la cosa se ha puesto peor, no he tenido suerte", dice.
"Trabajar sin dinero ni recursos no es fácil. Ya renuncié al crédito porque antes pasaba trabajo y perdía mucho tiempo para que me lo dieran de 'buchito en buchito', pero ahora ya es lo último, no tienen dinero nunca y es por gusto pedirlo. Hay muchas cosas que quisiera hacer y quisiera sembrar, pero no se puede sin recursos. Entonces, tengo que llegar hasta donde se puede, no hay de otra. Hay que cogerle el paso, para qué desesperarse, con lo poco que se haga se va viviendo", añade con resignación.
Agustín es campesino y miembro de la Junta Directiva de su CCS (Cooperativa de Créditos y Servicios). Según cuenta, "hasta hace tres o cuatro años tramitábamos con el Banco de Crédito y Comercio (BANDEC) decenas de créditos, muchos amparados con 'paquetes tecnológicos' para cultivos priorizados, pero con esta crisis poco a poco fueron disminuyendo, y ya el año pasado fueron apenas tres créditos que no se pudieron efectuar completamente".
"Y este año, ninguno. Imagina, si no hay dinero ni para pagar las entregas de las producciones pactadas. Los tabacaleros se pasan varios días haciendo colas en el banco para que les liberen algún poquito de dinero. Lo tienen, pero no lo pueden cobrar. Los trabajadores de la cooperativa llevan tres meses sin cobrar salario, y así mismo tienen que seguir trabajando. Esto es una desgracia. Todo el mundo cree, incluso en el banco, que de esta no se sale, que esta locura con el dinero llegó para quedarse. Pero así no se puede, no funcionan las cosas", opina.
Tras varios años de promesas y espera, en mayo de 2021 finalmente se instauró el Banco de Fomento Agrícola, una institución financiera que pretendía sofocar los reclamos de voces oficialistas e independientes que abogaban por la reinstalación del Banco de Fomento Agrícola e Industrial (BANFAIC), intervenido y desmantelado por el gobierno revolucionario en 1960.
Sin embargo, la entidad no se implementó como se esperaba, separada del resto de los bancos generales, sino que siguió funcionando con la misma estructura dentro del BANDEC, desde entonces con ese nuevo nombre, que pretende aparentar una banca dentro de otra banca. Pero no pasa de ser un ente virtual, agravado por el pésimo contexto de crisis económica, signada por la carencia de liquidez en el sistema bancario.