Decía Fidel Castro que "las armas fundamentales son las ideas". Para Keynes, el mundo estaba "dominado por ellas. Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto", afirmaba. Y aunque los economistas cubanos actuales no están difuntos, su responsabilidad es inmensa pues, según Dani Rodrik, "las ideas dan forma a los intereses"… y ellos saben que los intereses mueven al mundo.
¿Y cuál mayor interés para los economistas cubanos que la prosperidad de sus compatriotas? Como especialistas sabedores de que esa prosperidad depende, más que del capital, de las instituciones que estructuran la sociedad, en esta hora oscura de emergencia nacional que padece el país, cada letra publicada debería estar demostrando, sin medias tintas, por qué, dentro del vigente marco institucional —llámesele Revolución, socialismo o castrismo— es imposible una prosperidad cierta.
Demostrar esa imposibilidad es deber primero del economista preocupado por Cuba; deber para el cual, gracias a la ciencia que estudia, está especialmente capacitado, pues sus análisis conducidos con honestidad científica, si son llevados a sus conclusiones lógicas, demuestran precisamente que el sistema actual es incapaz de dotar al país de una institucionalidad confiable y predecible, que sostenga el complicadísimo y largo proceso del desarrollo económico.
No hay mayor urgencia que divulgar la inapelable necesidad de sustituir el modelo cubano actual por uno democrático, pues sin ese paso político previo no habrá jamás la libertad que requiere el verdadero debate económico moderno sobre hasta dónde debe llegar el mercado y hasta dónde el Estado. Cuba primero debe ser democrática, luego será próspera. ¿Alguien lo duda? Entonces, repítase en cada artículo y no se caiga en lo que a veces parecen consejos para que la dictadura funcione mejor.
Una aplicación quirúrgica del instrumental científico de la ciencia económica alumbra un punto crítico: para el régimen vigente no es prioridad el bienestar del pueblo.
Interiorizada esa verdad mil veces demostrada, se clarifican las mil decisiones "económicas" que parecen absurdas cuando se intentan comprender desde la errónea perspectiva de que al Gobierno le interesa la felicidad del pueblo. ¿De qué otro modo puede comprenderse que el castrismo ignore los repetidos consejos y advertencias que ustedes, especialistas de la Economía, han ofrecido para mejorar el nivel de vida de la población, al menos dentro del marco institucional vigente?
Es tiempo de abandonar toda insistencia en el perfeccionamiento del castrismo, es momento de cesar los consejos al régimen sobre qué hacer para estabilizar el tipo de cambio, aumentar la productividad o cualquier otro asunto. No se debe ayudar a apuntalar un castillo que se derrumba, sino centrarse en mostrar que dentro de ese castillo nunca hubo ni habrá lugar para el pueblo cubano más que como público, a veces mendicante, a veces bufón.
Es patológicamente cortoplacista afanarse en mitigar las carencias materiales inmediatas del pueblo, orientando al régimen sobre cómo ser una dictadura más "eficiente"; cometiendo errores como aplaudir la apertura de las MIPYMES, obviando que eso solo conduce a profundizar el status quo, enriqueciendo a algunos, pero condenando al resto a una vida sin derechos ni prosperidad.
¿Los derechos? ¿La libertad? ¿No son acaso también carencias inmediatas que afectan tanto el estómago como al alma de Cuba?
Para Milton y Rose Friedman "un cambio importante en la política social y económica está precedido por un cambio en el clima de la opinión intelectual"; así que el rol del buen economista, o mejor, del economista bueno (quien no entienda esa diferencia no entenderá este artículo), es fomentar una opinión intelectual y académica que luego se expanda hacia lo social, explicando la necesidad del cambio de régimen, insistiendo y demostrando la imposibilidad de una mejoría sólida y duradera dentro de este.
Amenaza y oportunidad
Cuba está en una encrucijada que es a la vez amenaza y oportunidad. Nos amenaza que desde el Gobierno logren lo que ya comenzaron: la transformación del antiguo modelo totalitario-igualitarista, que pretendía garantizar cierto bienestar material a cambio de que el pueblo entregara sus derechos políticos, hacia un régimen de sálvese-quien-pueda disfrazado de retórica social, cimentado en una nueva casta rica políticamente conectada, parapetada detrás de órganos represivos.
La oportunidad está en las debilísimas bases desde la que parte esta transformación que muchos denominan "cambio fraude", tras 64 años de ineficiencia acumulada. El colapso del castrismo va desde lo económico a lo ideológico y social. La Revolución ¡ya se cayó!, pero la lamentable depauperación de la sociedad civil cubana, efecto de la miseria material, del adoctrinamiento y del miedo a la represión, no ha permitido galvanizar una oposición alternativa a las vacías estructuras de poder que, como ecos lejanos, sigue gobernando un país que en nada se parece a sus discursos.
Cada artículo dedicado a enseñarle al régimen cómo mejorar sus mecanismos de distribución, o cómo reflotar la empresa estatal socialista, es un artículo de lesa patria, una complicidad con el mal. Hoy, el primer deber de un economista bueno es mostrar que, sin democracia, el poder siempre va a priorizar su estatus antes que la prosperidad general, y que, aunque quisiera desarrollar al país, no podría, porque la naturaleza del sistema repele la indispensable cuota mínima de propiedad privada y libre competencia.
Hagan los economistas su papel para que triunfe la oportunidad y no la amenaza. Sean buenos economistas siendo economistas buenos.
Si se encontrara la manera de divulgar más entre el pueblo cubano los artículos de Rafaela Cruz se podría avanzar muchísimo.
Tiene la rara capacidad de hacer entendible lo teóricamente complicado.
Cada vez que leo uno de sus artículos tengo la misma sensación :
Si el rebaño alimentado con mesas redondas y noticieros estelares probara este alimento..... de seguro despierta del adoctrinamiento.
Muy bien por Rafaela Cruz.
La cosa no fue a cambio de que el pueblo entregara sus derechos políticos sino sus derechos humanos, que no es lo mismo ni se escribe igual. Pero sí, todo lo que apuntale o ayude a la dictadura a mantenerse en pie es parte del problema, por no decir una forma de complicidad.
Un artículo muy oportuno