Más que de país moderno, Cuba tiene rasgos de finca privada, sobresaliendo entre estos un sistema en el cual la moneda nacional (CUP) y la libremente convertible (MLC) emulan a aquellas fichas con las que algunos hacendados azucareros de la etapa republicana pagaban a sus empleados, obligándolos a comprar en la tienda del batey —perteneciente al dueño del central—. Esto equivalía a pagarles en especie, dificultaba el ahorro y la inversión de los trabajadores, y les degradaba la libertad.
Con este sistema, el propietario regula el poder de compra desde el lado de la oferta, eligiendo cantidad y tipos de bienes a comercializarse en su finca; y también desde el lado de la demanda, controlando la cantidad de fichas (dinero) en circulación. Así, puede manipular el costo de la mano de obra (salario real) sin alterar el salario nominal de los trabajadores, pues para un empleado es menos alarmante que el propietario suba el precio de algún artículo en la tienda a que le recorte el salario, con lo que su reacción es menos disconforme, aunque de ambas maneras esté perdiendo poder adquisitivo.
Otra ventaja para el propietario que monopoliza los medios de pago es el asegurarse una demanda sin competencia. Al conocer qué cantidad de fichas emitió, sabe de antemano qué oferta debe hacer para esa demanda monetaria que él mismo crea y, además, su monopolio le permite aumentar el margen de beneficio vendiendo muy caros artículos de baja calidad; al fin y al cabo, ¿qué remedio le queda al trabajador?
En ese sistema no hay precios de mercado, desde arriba se controla tanto la demanda de dinero a través del mercado laboral, como su valor mediante el monopolio financiero. Así, ese "dinero" no juega otro rol que el de ficha para distribuir bienes y servicios según la conveniencia del propietario-monopolista.
El dinero, cuando es dinero, es unidad de cuenta en precios que surgen del libre mercado y la propiedad privada, proporciona información continua y confiable sobre la escasez relativa de los recursos para poder adecuar las decisiones de consumo, ahorro e inversión. Eso no pasa en Cuba.
Fronteras adentro, Cuba es una enorme plantación-factoría donde millones de personas trabajan para un propietario que exporta lo producido y destina una porción de las ganancias a cubrir las necesidades de sus empleados. Al ser tantos, estos requieren de un sistema interno cuasimonetario —fichas— para saber qué le toca a cada cual de aquello que el propietario decidió darles. El dinero sustituye al látigo como medio de control.
El antiguo igualitarismo —libreta de abastecimiento, cupones de números y letras— de Fidel Castro no era ideológico, sino la tecnología institucional más sencilla para el reparto de recursos. El actual antiigualitarismo de Raúl Castro y sus mayorales tampoco es ideológico, se debe a que se convencieron de que el reparto igualitario desincentiva la productividad y la finca decae. La única ideología del castrismo es mantener su finca.
Por eso, tan pronto como el castrismo se apoderó de Cuba comenzó a demoler derechos económicos y propiedad privada que, en la mentalidad heredada del gallego Castro, eran prerrogativa exclusiva de los dueños de finca; sobraban cosas como el dinero y la contabilidad, así que pusieron al frente del Banco Nacional al Che Guevara, que en el Foso de los Laureles acababa de demostrar su impiedad para dejar a Cuba sin datos contables, y así lo hizo.
Sin dinero, precios o contabilidad, las decisiones económicas pasaron del ámbito individual al estatal —se camufló su propiedad como propiedad pública—, siendo "el Estado" aquella burocracia necesaria para controlar la finca, a la cual bautizaron "comunismo" para convencer a los anteriores propietarios —todos los cubanos— de que aceptaran una dirección centralizada que, prometía Fidel Castro, conduciría a superar a Estados Unidos en pocos años
Aún hoy, 63 años después de incumplir aquella promesa, son los dueños de la finca quienes deciden qué producir, cuánto producir, a quién venderle, cuánto ahorrar y, por supuesto, cuánto gastar alimentando y vistiendo a la dotación. Lo hacen utilizando esas fichas que solo sirven en sus tiendas y que, gracias a la presión del mercado negro, ahora quieren intercambiar por divisas para obtener el dinero real que no consiguen exportando, pues la finca está quebrada.
Debido al fracaso del modelo finca privada llamada "comunismo", el actual mayoral-ministro de Economía, Alejandro Gil, habla frecuentemente sobre la necesidad de que la hacienda se regule según leyes de mercado, y abandone lo puramente administrativo; de ahí que muchas de las reformas recientes intenten imitar la economía de mercado con dinero y precios reales, pero sin permitir verdadera libertad económica o propiedad privada, con lo que una tras otra va fracasando.
Los dueños de la finca quieren más producción, pero sin ceder poder; desean un helado caliente imposible de obtener. Mientras la finca acumula ruinas y fugas, cada vez está más claro que los propietarios prefieren, parafraseando a Pablo Milanés, "hundirnos en el mar antes que traicionar lo bien que, a costa del pueblo, han vivido".
Cuba es una plantación y los Castros modernos lo aprendieron del patriarca que solía pagar a los jornaleros con bonos y luego se los clavaba en su propia tienda y al negro que se le reviraba lo ahorcaba en una Guásima que hasta el dia de hoy está en la finca. El dato está en un libro de Alina Revuelta, hija bastarda del hijo e' madre.
Los Castros bien piden decir “De mi padre lo aprendí”..
Los KKKastros le han puesto barriga a la 'ovolución ....