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Represión

'Ellos dicen que si tocan a uno, los tocan a todos'

Adael Jesús Leyva Díaz es uno de los presos del 11J recluidos en el Combinado del Este. Su madre cuenta a DIARIO DE CUBA la situación en la que está.

Madrid
Adael Jesús Leyva Díaz y la imagen de dos jóvenes subidos a una patrulla volvada durante las protestas del 11J.
Adael Jesús Leyva Díaz y la imagen de dos jóvenes subidos a una patrulla volvada durante las protestas del 11J. Marcel Valdes/Facebook/El Mundo

Adael Jesús Leyva Díaz entró con 24 años a la prisión y, si no ocurre un milagro, este año cumplirá los 27 tras las rejas del Combinado del Este, una cárcel de máxima seguridad en La Habana. Entre presos comunes y reincidentes conviven una parte de los manifestantes del 11J que participaron en las revueltas de Toyo, en el municipio Diez de Octubre.

Durante los dos años que lleva preso Leyva Díaz, sus hijos y su esposa no han dejado de visitarlo. El mayor —de cinco años— le pregunta por qué está preso, a lo que él responde: "por tirar piedras y virar patrullas".

Su hijo menor nació meses después de que Leyva Díaz fuera encarcelado. Sabe que es su padre, pero se muestra distante. En su corta vida solo ha visto a su padre una vez al mes, durante las visitas.

Leyva Díaz fue acusado de sedición y carga una condena de 13 años de privación de libertad. Mientras tanto, su esposa carga con la crianza de los dos niños, con ayuda de su suegra, sin trabajo ni asistencia por parte de la seguridad social.

"A él lo detuvieron el 23 de julio, las tropas de Brigadas Especiales vinieron en una guagua de la Policía junto a dos patrulleros", contó a DIARIO DE CUBA Ivond Díaz, madre del joven reo.

"Yo me encontraba en San Miguel del Padrón, en casa de mi esposo. Él (Adael Leyva Díaz) estaba viviendo con su mujer —embarazada en aquel tiempo— y el otro niño que tienen. Entraron, lo esposaron y no le dieron golpes porque no se resistió, pero se lo llevaron como si fuera un criminal y la calle se llenó de policías", rememora Díaz.

En la estación de Policía de Aguilera, en Diez de Octubre, estuvo durante varios días bajo interrogatorios. Después lo trasladaron para la estación de Acosta, perteneciente al Departamento Técnico de Investigación (DTI), donde estuvo 12 días. Al quinto día de su detención su madre pudo verlo. Había bajado de peso y se encontraba en un estado deprimente, dice.

"A los 12 días exacto me llaman y me dicen que lo habían pasado para la prisión de Valle Grande, y cuando yo estaba preparando el saco (de comida y aseo) para llevarle, me vuelven a llamar y me dicen que no, que estaba en 100 y Adabó", relata la madre.

100 y Aldabó es uno de los centros de detención de la Seguridad del Estado, temido por los presos cubanos por las presiones a las que son sometidos allí. "Cuando él llegó le enseñaron un video donde se le ve caminando por la Calzada de Diez de Octubre hacia Toyo, y en otro sale tirándole piedras a la Policía y virando una patrulla".

Inicialmente, la Fiscalía le pedía 21 años de privación de libertad. Cuando hicieron el juicio bajó a 19 y en la casación se quedó en 13 años. Junto con Leyva Díaz fueron condenados por sedición otros 30 manifestantes de la misma zona a quienes les impusieron altas condenas para amedrentar a la población.

Dentro del Combinado del Este a los jóvenes manifestantes los mantienen separados para que no se puedan comunicar. Según el testimonio de Ivond, que coincide con el de otras madres, "la comida del centro es pésima y la prisión está llena de chinches. Los medicamentos tienen que llevarlos los familiares. A veces te los aceptan y a veces no te lo aceptan. Se enferman y si hay medicamentos, bien, y si no, también. A ellos (los oficiales) no les importa".

Pese a que el trato en la prisión no es bueno, cuenta su madre que Leyva Díaz no ha tenido incidentes. "Lo más grave que pasó fue una discusión con otro recluso que lo delató por quemarse un tatuaje. Después lo llamó el jefe de compañía y Adael dijo que se quemaba los tatuajes que le daba la gana porque era su cuerpo. Quedaron en llevarlo a un consejo disciplinario, pero al final no pasó".

"Hace como dos visitas un muchacho, Duanni —también preso del 11J— tuvo problemas en la misma visita con uno de los oficiales y se lo llevaron, y allí se pusieron a gritar 'Patria y Vida' y 'abajo el comunismo'. Ellos tienen un lema que dice que si tocan a uno, los tocan a todos".

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