¿Está de acuerdo con las posibilidades de éxito del método persuasivo? Dice Obama que la persuasión podría conseguir cambios en el modelo político cubano…
Lo que está claro es que el embargo a Cuba no ha servido absolutamente para nada, es una política totalmente fracasada. Estados Unidos ha invertido todo y quien ha terminado aislado del tema de Cuba ha sido Estados Unidos y no Cuba. Cuba ha logrado con éxito, lamentablemente, distraer la atención y persuadir al resto del mundo de que el tema de debate debe ser el embargo, o como ellos dicen el bloqueo norteamericano, y no el deplorable récord de derechos humanos y falta de libertades públicas en Cuba. Que ese debería ser el tema.
Entonces, la política del embargo se convirtió claramente, y hace ya muchos años, en parte del problema y no de la solución. El presidente Obama ha tenido el coraje, la valentía de comprarse este pleito, tomar el toro por las astas e iniciar un proceso que no va a ser fácil. De desmantelamiento del embargo, con un establecimiento de relaciones diplomáticas plenas con Cuba, sin abandonar el tema de los derechos humanos, pero sí abandonando claramente la política del cambio de régimen.
Sin embargo, no hay ni una sola declaración de ningún miembro del Gobierno cubano en la que se asegure que, una vez eliminado el embargo, vaya a producirse un cambio en el modelo político…
Ese cambio no va a venir por voluntad propia del Gobierno de Cuba. Esa pregunta, que me parece muy importante, encierra o supone un error muy grave y es creer que esto llevaría a que el Gobierno cubano, voluntariamente y de buena fe, iniciara reformas internas para convertir una dictadura en una democracia.
La naturaleza del régimen no va a cambiar. Es un régimen totalitario que intentará mantenerse en el poder mientras pueda y que buscará maneras de reinventarse para seguir controlando la situación en Cuba. Lo que sí es cierto es que, en la medida que haya más inversión y que pueda producirse una mayor independencia de los ciudadanos respecto al Gobierno, puedan crearse espacios para la sociedad civil que, con relativa autonomía, rompan el cordón umbilical con el Estado.
Y lo mismo ocurrirá en la medida que haya más información, flujo de información. Yo diría saturar a Cuba y a los cubanos de opciones, de ilusiones, de ideas, de libertad de información. Eso es absolutamente clave, y luego la tarea le corresponde a la comunidad internacional, no solo a Estados Unidos. Aquí la clave es que gobiernos democráticos de la región, como por ejemplo Chile, Brasil, Uruguay, Perú, Colombia o México tomen la bandera de los derechos humanos y le digan a Raúl Castro: mire, perdón, pero el régimen que existe en Cuba es muy distinto al régimen democrático que tenemos en nuestros países. Ahí no hay alternancia en el poder, ahí no hay una libertad de expresión, ahí no hay una sociedad civil independiente, ahí no hay un poder judicial autónomo, ahí no hay libertades públicas.
Lo que uno debería esperar es que el régimen va a seguir siendo el mismo. Y va a seguir recurriendo a la represión, como lo ha hecho durante los últimos 50 años, pero esta vez al reprimir va a quedar un poco más expuesto que en el pasado. Tendrá que pagar un precio frente a la represión. El resto del mundo se va a enterar. Especialmente, los sectores de izquierda democrática de Europa y América Latina se enterarán de que en Cuba, algo que es perfectamente lícito y legítimo hacer en el resto de América Latina, como es, por ejemplo, un espectáculo de arte callejero donde se haga una sátira de los gobernantes, eso le puede costar la prisión a un cubano.
¿Qué le parece la gestión del Gobierno de Panamá en cuanto a los sucesos del Foro de la Sociedad Civil, donde los grupos progubernamentales cubanos agredieron física y verbalmente al resto de los participantes?
Muy pobre, lamentable. Creo que aquí ha habido unas graves incompetencias por parte del Gobierno, en la preparación, en la planificación de este evento. No estaban realmente en condiciones de hacerle frente a esta emboscada del Gobierno cubano y a las tácticas matonescas, de esos que son funcionarios del Gobierno y aparentan o pretenden ser de la sociedad civil. Porque, salvo la pequeña sociedad civil independiente de disidencia y de crítica que existe en Cuba, pero que vive intimidada y a contrapelo, los otros, los que enarbolan la bandera del Gobierno cubano, son funcionarios. Eso no es sociedad civil.
La actitud del Gobierno de Panamá, la falta de preparación en el manejo de las credenciales y todo eso, ha sido realmente muy poco profesional, y no me lo explico. Hay quienes creen que hubo una decisión por parte del Gobierno panameño, que no todo ha sido una negligencia, una decisión de dejar hacer al Gobierno cubano, por el temor de que no se sintiera a gusto participando en una cumbre de esta naturaleza.
Uno no conoce cuáles han sido las negociaciones, detrás de las cortinas, entre Panamá y Cuba; pero realmente no se explica, no se puede justificar la acreditación de decenas, quizás 60, 70 o hasta 80 representantes del Gobierno cubano, que se hicieron pasar por miembros de la sociedad civil y actuaron de manera grosera, violenta e intimidante frente al resto de las organizaciones. Frente a apenas 10 o 12 personas acreditadas por parte de la sociedad civil independiente cubana, que fueron, en los hechos, avasalladas por los representantes del Gobierno. Eso me parece lamentable y no puede seguir ocurriendo. No puede volver a ocurrir en otra cumbre, porque eso nos ha dejado con muy mal sabor.
¿Frustrado con el resultado general de la Cumbre?
No, me parece que el que debe estar muy frustrado es Nicolás Maduro, porque ellos invirtieron fuerte en una campaña muy intensa a nivel nacional e internacional para hacer del tema de las sanciones selectivas —que se ha impuesto a siete funcionarios corruptos y violadores de los derechos humanos venezolanos por parte del gobierno del presidente Obama—, el tema central de esta cumbre. Y creo que ese objetivo se les frustró, en buena medida, porque previo a esta cita, el presidente Obama y la Casa Blanca tuvieron el buen sentido y la inteligencia de decir con todas sus letras, y en términos explícitos, que el Gobierno de Venezuela no constituía una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, que era justamente la frase de la que se estaban aprovechando en Venezuela para armar esta campaña de tipo regional.
Eso, insisto, ante ese tipo de aclaración, por parte de la Casa Blanca, creo que tiene una fuerte recepción en los sectores más razonables de los gobiernos democráticos de América Latina. Les quitó buena parte del peso al Gobierno, pero hay un segundo factor que me parece igualmente relevante y fue el discurso del presidente Raúl Castro. Él reconoció explícitamente —y fue increíblemente conciliador y constructivo— su admiración.
Creo que fue un homenaje al presidente Obama, dijo que era un hombre honesto, dijo que era un hombre en el que él confiaba para impulsar una nueva relación. Es decir, justamente el presidente que Maduro y compañía intentaron demonizar antes de llegar acá a esta cita. Es probable que ese haya sido el golpe de gracia que, más bien, terminó por aislar al ALBA en sus intenciones de convertir esta reunión en un test para Obama. Raúl Castro le ofreció con sus palabras una validación tremenda, que no creo que se la esperaban ni Cristina Fernández, ni Maduro, ni Correa.