Él la amaba con tal devoción que una noche se arrodilló ante ella, hundió la mano en su pecho y se arrancó el corazón. Sosteniéndolo entre sus dos manos y aún palpitante se lo ofreció. Ella, sin embargo, tenía tanto interés en él como podía tenerlo en el cálculo decimal, en los fósiles de trilobites o en el sistema digestivo del pulpo. Para que la oscura cavidad en la que había estado su corazón no quedara vacía, él tomó un sapo regordete que halló bajo una piedra y lo introdujo entre los dos pulmones, levemente a la izquierda del esternón. El sapo, como todo un corazón, saltaba y latía dentro de su pecho. Ella no sabía qué hacer con aquel obsequio, después de todo el corazón no era más que una víscera. Lo cortó en trozos, hizo un guisado con él y se lo comió. Él continuó con su monótona y triste vida, nada cambió; solo que ahora disparaba la lengua como si fuese una cinta elástica y las moscas eran parte indispensable de su dieta.
Alejandro Robles nació en Halle, Alemania, en 1962. Ha publicado los libros de relatos Gabinete de dragones (Eolas Ediciones, León, España, 2022) y El cuchillo de Lichtenberg (Eolas Ediciones, León, España, 2024) al que pertenece este texto.