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Poesía

Inventario de verano

'la multitud suplicando que se tire alguien de un piso alto/ esa suerte de amor que es la especial aceleración del lenguaje'

Madrid
Acelerador de partículas.
Acelerador de partículas. CERN

 

observar recorridos y duraciones
instantes en que te mira tras acomodarse el pelo
el ruido de tenedor contra plástico
hacia dónde van las nubes con esta brisa zurda
unos versos de Simic o la voz de Harry Dean Stanton
cuando se sonríe crísticamente
lo que buscan en los móviles los niños
moscas que muerden gorriones rateros
que en la tarde rompa la tormenta
que Dios nos coja confesados pero que nos coja
el sentido representado como una pelota
la cegazón sobre los que te han impresionado
las grietas con significado los vacíos saciados
el tiempo como más poderoso minucioso
el llanto que se enreda en tu aparición
una buena camisa con la que decir lo que piensas
descanso en recodo sin los malos
dar con una dulce trama veneciana
determinar la distancia entre los ánimos
placeres como bólidos salivantes
molestarse mucho en la transfiguración
tal vez una simetría un roce
no entender por aburrición y por ido
cuando el perro me brinda su lástima
jueguito de manos paciencia sin esperanza
poder salir de Chamberí hacia el planeta Mongo
el silencio prodigioso de estar triste siempre
enumeraciones coquetas como versos anteriores
la tragedia de que escriba para hablarte
desleír las horas duras en manchas de sudor
ningún perdón un baile más en el filo
trastocarse lo otro en uno y nunca viceversa
hoy un minuto después de envenenarme
que la cigarra salude me diga una verdad
sentir el mismo bien de mi abuela algunos ratos
caminar al lado de mis padres en las mañanas
leer en los parques dolientes socios míos
estar presente por haber sido el último reflejo de tu luz
recuperar todo el jazz que escuchamos
la calma exacta en desconocidas iglesias de Europa
mi equipo que ha goleado y hace muecas
contenturas siniestras asuntos internos
lo que no está escrito acaso ni sé
tanta memoria y tanta trituración
la costra que nos castra el churre de los tiranos kuvanos
la caja de botones la mesa del dominó
la navegación del muerto tirado por la borda
ese giro algo coreográfico en que empeora todo
lo que repito como rezo lo que me despide
algo que nos esquiva suavemente hasta más ver
cada minucia tuya que ya no traduzco ni respiro
que no crea ni en tener miedo
la ayuda la compasión la compañía
cómo matar con eficacia a más de cuarenta grados
los restos básicos de cualquier felicidad oral
las pocas veces en que admiras al mono
estados alterados conciencia pobre libertad para estrujarnos
para lo que ya no sirvo y me gusta más y más
los sonidos sin consuelo las cansinas precisiones
las estructuras nítidas y arbitrarias un bicho que no aplasto
una tú que me parte pensar mi reina
cómo me como cada día aquí que ni
el pulcro orden del abismo reconstruyéndose
la teoría blanda de romper caída
dónde sentarse mejor como viejo solo
mujeres ciertas y hombres huecos y lagartijas moralistas
cagarse en alguien mirándole a la cara a las 4:30
los fantasmas tejedores de una buena muerte propia
borbotones agradecidos lava de lecturas que vendrán
el tono de la sombra del poeta fuerte
ese temblor cuando casi alejo lo que me susurraste
el lento cabotaje sordo ruinas o espejismos
la columna de jamás en esta vida
arroz caldoso con vino blanco yerba para el dragón
la multitud suplicando que se tire alguien de un piso alto
esa suerte de amor que es la especial aceleración del lenguaje
si todo es lo que hay o si hay más o menos
no ser mientras doblan las campanas
acostumbrarse con histrionismo a lo craquelado
la novela río de los pardos pavorreales del Retiro
recordar la lista de lo que llevar en la última mochila
cómo desarrimarse de afectos piscineros y grotescas comadres
el ladrido de los inocentes en las tómbolas
el color de agosto que sólo explican las urracas
que corra el aire con las ventanas tapiadas abiertas
esta tierra seca que me conmueve y ofrece
el pudding de la pura el puro inventando
la serenidad bajo el sereno que aúlla
cómo espigar hasta el olvido elegante y gordo
el asombro de la vecina en Ozu la espera que salva en Kaurismaki
no poder revisitar nuestros rincones infinitos
y si no muero mañana qué me importará despertar
los extraterrestres nihilistas las deidades desempleadas
el espíritu de la confusión con su risa floja y electroacústica
la urgencia de lo mínimo al insistir en golpearme
la condena inmensa de la sinsubstancia la sin ti
una alegría minotaura un bosque sabio de setas
quien escucha con bondad porque es lo primero que se le ocurre
otra letanía derretida en mitad del final

 


Orestes Hurtado nació en La Habana, en 1972. Ha publicado los libros de cuentos Cuentos de salir (Verbum, Madrid, 2009) y El placer y el sereno (Bokeh, Leiden, 2016). Este poema pertenece a un libro inédito.

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