Sácale el golpe,
no dejes eso en manos
del chapista,
debe quedar la huella
como una ligera sombra,
el soplo
que garantiza al animal
en tu conjura,
sé que es bello el golpe,
y lo quieres contemplar
durante un tiempo...
¿Puedes medir el egoísmo?
Un símbolo impresiona
se hace imagen
aparea con la superficie
donde reina lo salvaje.
Entonces a esta negra curra
curros la encierran en un círculo,
su saya parece mecida
por un mal pensamiento,
bocas anidan
en una y otra contorsión.
Si miras bien el espectáculo
tendrás el poco tiempo
la energía;
un polizonte
se mezcla a tus propósitos,
en sus nervios rotos
atesora la enseñanza
el quiste
que puedes descubrir
al fin de la noche.
La soberbia
y su eco en extinción
niebla que acecha las espaldas,
será que tienes maneras
de conservar lo magullado,
de hacerlo vibrar
bajo la letra
o que se manifieste
en la prisa
del que cruza
y te deja pasmado
por la velocidad
de su rutina.
El golpe promueve
o demuele;
es una indicación
sobre la mente,
si esta se coloca
en desacato
quiebra cualquier
daño
da paso
a una nota elevada
y barroca.
Las ramas secas
lejos del fuego
que sea el pensamiento
quien las caliente,
para que secas
ardan
de manera diferente.
Ricardo Alberto Pérez nació en Arroyo Naranjo en 1963. Sus libros de poemas más recientes son ¿Para qué el cine? (Unión, La Habana, 2011) y Vengan a ver las palomas de Varsovia (Letras Cubanas, La Habana, 2013). Publicó una antología personal, Los tuberculosos y otros poemas (Torre de Letras, La Habana, 2008). Ha traducido a Paulo Leminski y otros poetas brasileños. Este poema pertenece a su libro en preparación Distintas maneras de esperar la muerte.