Llaman al mundo: el bosque
Jean-Luc Godard
tangible o intangible
sobre la hierba
deja un vaho
que la memoria asimila
hasta que un haz de luz
transversa esos restos
servidos lejos
del vigor
que el animal
exhibe en sus latidos.
Cae por el aro
por el agujero
en la garganta
de quien quiso gritar
y no pudo,
brilla
cuando ella levanta
sus pechos
contra
un extraño follaje,
me estimula la piel
en el relente
de su galope,
veo sexos
de especies diferentes,
galaxias
que contemplo malsano
con la veleta
rozándome completo
tenso
atrapado por el sonido
que anuncia los vigores;
cuando declina
lleva la fuerza de la estaca,
las galaxias se voltean
provocan quemaduras,
no hay cómo almacenar
tanto despliegue,
aquello que es parte
y parte,
contrabando,
poder de reinventar
donde quieres meter
la lengua y los instintos.
Que fluya
eso que demuele
para volver creíbles
las texturas…
en fin, el bosque,
declives donde sondeas
la fuerza de la voz.
Pasaron los cascos,
inscripciones que el suelo
me devuelve
un viso terracota
imprime
los ajustes del trote,
imagino un grabado
que sabe tragarse
la duda
y los rumores que ella pueda
engendrar en sus vertientes.
Ya en sangre fría vi la muerte
otra vez como performance,
la vi degenerar como
a un taco mexicano
dejar desprotegida
a lo que llaman vida.
Entonces móntalo al pelo,
hazlo entender
que de él no temerás
absolutamente nada.
Ricardo Alberto Pérez nació en Arroyo Naranjo en 1963. Sus libros de poemas más recientes son ¿Para qué el cine? (Unión, La Habana, 2011) y Vengan a ver las palomas de Varsovia (Letras Cubanas, La Habana, 2013). Publicó una antología personal, Los tuberculosos y otros poemas (Torre de Letras, La Habana, 2008). Ha traducido a Paulo Leminski y otros poetas brasileños. Este poema pertenece a su libro en preparación Distintas maneras de esperar la muerte.