Se recortó las uñas de los pies como si fueran piedras. Preparó en un tallercito de Buena Vista un bote con tablas rústicas. Con un bote se entra al infierno.
Decidió irse solo, acompañado del ruido de un motor ruso fuera de borda, abundante agua potable, maíz, tasajo, ropa para cubrirse de las inclemencias del sol y la sal. Llegó a un arrecife desierto de la costa, sacó de debajo de un matorral el bote. Lo marino para él era un hábito, conocía las propiedades del tiempo y los sabores de muchos peces tropicales.
El choque acompasado de las olas sobre la arena auguraba un buen comienzo. El bote se metió en el agua con cierta gracia erótica, remó hasta el primer veril, consultó una vieja brújula de navegación, encendió el motor ruso. Nadie lo iba a tirar por la borda esta vez. Al amanecer el cielo se encapotó, el mar se picó. Se amarró con una cuerda a una de las tablas de popa. Entró en la tormenta, el bote resistió, el motor ruso siguió rugiendo en medio del estruendo de las olas.
Muy a lo lejos, delineando el horizonte, cayeron unos rayos de sol. Se trataba ahora de enderezar el rumbo y continuar hacia la hermosa Miami, sus edificios, sus canales, sus palacios y autopistas. Unos tiburones rondaron la pequeña embarcación. El cielo se despejó, es increíble cómo se trasforma el cielo en el mar. Es como salir de la tempestad y entrar en un entresueño: un muro resistente, una ventana que se abre a unas grúas gigantes.
Trató de agarrarse a los bordes del bote, comenzó a tragar agua salada, se desamarró, dio unas brazadas fuertes, como si compitiera con el ir y venir de las olas, consiguió respirar en el último momento, se hundió. Por fin llegó al fondo del cementerio marino, con su propio sabor.
Efraín Rodríguez Santana nació en Santiago de Cuba, en 1953. Poeta y novelista, sus dos últimas novelas publicadas son La cinta métrica (Espuela de Plata, Sevilla, 2011) y Mi último viaje en Lada (Espuela de Plata, Sevilla, 2021). Este relato pertenece a un libro en preparación.
