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Poesía

El número infinito

'Santa, pitonisa, tragasables. Me encerró en una jaula donde me pone un poco de tierra natal, que me da grano a grano.'

Isla Negra
Ilustración.
Ilustración. Getty Images

 

Cuando el hombre levantó el látigo, quise cubrirme pero me alcanzó el fustigazo. Uno, y me doblé como una contorsionista. Luego, otro, y alcancé entre sus aplausos la naturaleza del reptil. Luego vino el pase de las invisibilizaciones: me hizo una bola, una pelota apretada, que pasó de una mano a otra, hasta desaparecerme. Luego, con miedo de quedarse solo, me trajo otra vez a escena. Entonces me colocó en el árbol mientras me lanzaba cuchillos que atravesaban mi carne y me fijaban a la pared. Luego me cortó la cabeza para que no hablara. Quedé colgada, sangrante, como un lienzo o un icono para la veneración o el espectáculo.  Mártir, me dicen, funambulista, Santa, pitonisa, tragasables. Me encerró en una jaula donde me pone un poco de tierra natal, que me da grano a grano. No sé cuánto dura este circo.  Lo he visto envejecer, perder la carne, con ganas de desertar y abandonar la representación. "Sibila, quiero morir", me dice a veces, como una imploración, mientras le picoteo los ojos, palabra por palabra.

 


Damaris Calderón Campos nació en La Habana, en 1967. Ha publicado más de 15 libros de poesía, entre ellos, Sílabas. Ecce Homo, El remoto país imposible, Las pulsaciones de la derrota, Duro de roer, Parloteo de Sombra y El tiempo del manzano. En 2011 obtuvo la Beca Simon Gugenheim de Poesía, y en 2014 el Premio Altazor, en Chile, donde reside.

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