A L. de Los Palos
Menos tiquismiqui o más tatuado, pero sin su sobrehaz comicona y alérgico al smog defeño lo ha encontrado su claque. Espera consular con coriza y un ojo temblón, nunca se dio un entorno tan parecido a su pálpito. Insistentes invitaciones a tal pirámide, tal colonia, tal zutano en cuya cava podrá llamar Sumiller a un sumiller. Según supo serían meses latió su sed que mientras modera exalta, fijo pronto todo lo que el rabo del ojo temblón ve se le iba a escuchar.
Alebrijes desfilan a dos paradas de metro, número indecoroso de defeños que son un STOP! y embarca a quien debe un buen % de su viaje espera. Huye para quedarse cerca de aquel bulto que echa a andar bandeando, se arrima y atisba, está mal enseñado a eso.
Más temprano que anoche habla solo sobre el consejo a desenredar de la amiga que torna enemiga el tiempo sin respuesta administrativa. Otros en ascuas similares han sido prolíficos, se han gentrificado, doquier se los encuentra con o menor suerte. Por peor que fuese residir de allegado o el nudo que entre los que llegan y los que estaban lejos subyace, pasarlo en limpio formularía máximo un estado de wasap.
—Estate allí, aquí fue irte y no escampar, Venecia misma Los Palos la semana entera. Remaban sobrevivientes rastreando sobrevivientes con quinqués, no acudimos porque sonaron huecos y ya este sol de anjá abomba lo contraído.
Abel Arcos nació en Guanabo en 1985. Ha publicado los libros de narrativa 9550, una posible interpretación del azul (Premio Franz Kafka, 2014), Informe sobre el Estrecho de la Florida II (Editorial Casa Vacía, Richmond, 2018) y Nassau (Editorial Casa Vacía, Richmond, 2021). Ha escrito los guiones de, entre otros filmes, La obra del siglo, Agosto, La piscina, Los lobos del Este. Este fragmento pertenece al libro en preparación Cities.