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Crítica

La Habana hambrienta de Enrique del Risco

'Su trabajo ha sido el de desvelar un fresco oculto por una tonelada de lodo y oprobio. Sobre el hambre cubana cayó la nieve y el deshielo no llega todavía.'

Miami
Enrique del Risco junto a ejemplares de su novela 'Turcos en la niebla', 2019.
Enrique del Risco junto a ejemplares de su novela 'Turcos en la niebla', 2019. Enrique del Risco/ Facebook

La toma de La Habana por los hambrientos no ha ocurrido todavía. Los amos despiadados, culpables de 63 años de hambre siguen encaramados en el poder, algunos incluso han muerto sin pagar el daño. Pero no hay sepultura oficial que dure cien años ni escritor que no se resista. Por eso Enrique del Risco ha descrito en Nuestra hambre en La Habana —con precisión de relojería y en clave de humor— cada patada en el estómago que sintieron los habaneros en lo que de manera infame el totalitarismo cubano llamó Periodo Especial.

En cambio, en la región oriental, el hambre que sentimos "los palestinos" probablemente tenía, sino "cien años" al menos algunos meses de adelanto. El hambre habanera del Periodo Especial… es un eco que venía recorriendo toda la isla.

Enrisco, como se le conoce al profesor universitario y autor de una novela y algunos textos de no fiction, se ha encargado de pasar por los rayos X a la propaganda oficial cubana. No hay cifras de muertes por hambre desde que a inicios de la década de 1990 arrancara una de las peores hambrunas que haya vivido la Isla en el siglo XX. Nunca contamos los muertos a puñaladas en las colas para la cerveza, los jalones de moño que se dieron las cubanas en la larga espera por comprar diariamente el pan de la bodega, los que quedaron inválidos al ser asaltados para robarles la bicicleta o las cadenas de oro Goldfish de 10k o menos.

No creo que haya tampoco estadística exacta sobre el hambre en Rumanía.

Bitácora de la debacle

El libro fue presentado hace pocos días en el Koubek Center de Miami y si una cosa no podía hacer Enrisco era mentir. El salón estaba repleto de ex vecinos, ex condiscípulos universitarios y cubanos hambrientos de diferentes épocas y lugares a los que habría que contarles muy bien la historia del hambre para no aburrirlos. Y eso hizo, escribirlo en clave de humor.

En 1991 los hilos que tiraban desde Moscú y Berlín del último reducto de comunismo le metieron tremenda finta a su par verdeolivo en el Palacio de la Revolución. En La Habana empezó a hablarse de la Opción Cero, y cuando los mandamases dicen cero, es cero.

En el libro de Enrisco pueden verse en cámara lenta e imágenes dropadas y raídas a más no poder las bombas de gasolina repostando el maltrecho parque automotor con su última gota de combustible, los anaqueles de las tiendas vacíos, los autobuses llenándose de telaraña en los parqueaderos. La gente muriendo como en un bolero donde el marido despechado le mete una puñalada a la amante. Pero no hay cifras.

Y algunos lectores se preguntarán: "¿Bueno, y qué?", porque al fin y al cabo la biografía de la revolución cubana es la biografía del hambre desde 1959. Sin embargo, explicación de por medio, el libro está escrito para checoslovacos, si es que ese gentilicio existe, o para profesoras guatemaltecas despistadas o para turistas incautos a los que todavía les da morbo sentir el olor del derrumbe.

En clave profesoral, el escritor, quien radica en Nueva Jersey, explica que "esto" es el sistema, "Quien tú sabes" es el "Innombrable" de Fidel Castro y se segura de llamar HAMBRE al Periodo Especial.

"No la llores, enterrador"

Muchos tienen por sepulturero al que sepulta a los muertos y pocas veces se le relaciona con la exhumación. Porque a falta de estadísticas oficiales, que nadie sabe si las tendremos algún día, Enrisco se ha encargado de por lo menos marcar el día a día de la desgracia de esos tiempos con una rayita, como la única arma que guarda un prisionero en un cadalso para llevar la memoria de su condena. Lo hace escribiendo, que es como mejor puede hacerlo. Su trabajo durante un lustro en el Cementerio de Colón le ofreció la oportunidad de ver, junto al hambre que arrasaba con todo, el HAMBRE en sentido general que se llevaba casi todo a la tumba.

En esa vía su trabajo de historiador en la principal necrópolis habanera lo convirtió en un excavador, más que en un enterrador.

Un documento necesario

De los inventos del socialismo criollo, traducido para los cubanos y no cubanos que no estaban en la Isla por entonces tenemos: picadillo de soya, picadillo texturizado, ron y cerveza a granel y los camellos, esas bestias rodantes en que nos obligaron a meternos a falta de transporte público. Y pasta de oca; por cierto, ¿alguien ha vuelto a ver una oca en Cuba? El imaginario popular habla todavía de pizzas rebozadas de preservativos (condones) a falta de queso parmesano.

"En los países totalitarios (la Alemania nazi, la Unión Soviética, Cuba) la historia no se escribe sino que se rescribe constantemente", decía Cabrera Infante. Del "HAMBRE" se ha escrito más en clave de timba cubana, exabruptos del "Tosco" José Luis Cortés y su NG La Banda o el fenómeno Buen Vista Social Club que de los años del hambre atroz. La memoria es (s)electiva, ya se sabe. No se puede pedir mucho.

El hambre que trajo la zafra de los 70, la "llenura" que trajo la pacotilla de los vuelos de la Comunidad y el hastío de la Crisis de los Balseros dieron su literatura. A lo mejor por vergüenza o dolor el ahogo estomacal, político y moral, del Periodo Especial no se tenía hasta ahora un libro tan exacto.

Para describir el fascismo eterno o ur-fascismo el gran Umberto Eco apelaba, casi a gritos, a  no perder la memoria, para que el crimen no vuelva a suceder sin que al menos estemos advertidos. "Los seguidores deben sentirse humillados por la riqueza que ostentan los enemigos y por su fuerza", dice en su magnífica conferencia titulada "Contra el fascismo".

El "HAMBRE" eterna

En la Cuba subterránea, la negada a los cubanos, había "de todo". Por eso el alcohol medianamente bueno, un perfume, unos pantalones vaqueros de buena hechura, un libro reciente, un disco extranjero, eran mirados como una ostentación. El poder que humilla.

Y es que tras el hambre general descrita por Enrisco hay filigranas de la precariedad y la escasez que hablan por sí sola. Al tirar de los cables de las carencias como los zapatos nuevos, las golosinas, la falta de lugares para la intimidad, la proliferación de la chivatería, el arribismo en múltiples facetas y la falta de libertad total, aflora en ese tapiz que el régimen, todo régimen, tiende sobre la realidad más inmediata.

El trabajo de Enrisco ha sido el de desvelar un fresco oculto por una tonelada de lodo y oprobio. Sobre el hambre cubana cayó la nieve y el deshielo no llega todavía.

Entre Siempre nos quedará Madrid (Sudaquia Editores, Nueva York, 2012) y esta Nuestra hambre en La Habana no ha discurrido más que un diario puntual que Enrisco ha camuflado poniéndole subtítulos y renombrando capítulos y no con el acostumbrado fechado de los días sufridos.

Esté donde esté el hambre es una sola y ya tiene un guardagujas.


Enrique del Risco, Nuestra hambre en La Habana (Plataforma Editorial, Barcelona, España, 2022).

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2 comentarios

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Lo del hambre está muy bien, pero ¿qué hace Enrique con esa pluma en el bolsillo de una guayabera negra? ¿Quiere recordarnos a los isleños que nos atendían?

Y no, los responsables de esa hambre y tantas penurias nunca sintieron pena ni remordimiento, porque el tan cacareado "pueblo" siempre estuvo para aguantar lo que fuera necesario por la "revolución."