Yo antes era basura.
La basura que se recoge
en bolsas negras.
La que se recoge
en bolsa blancas.
En bolsas verdes
y se recicla.
Y se vuelve a reciclar.
De noche me recogían
en bolsas rojas.
En bolsas azules.
Fui basura de hospicio.
De hospital.
De supermercados.
Basura de bebederos.
De mataderos.
Claro que soy basura.
¿Qué si prefiero boquear
en agua dulce
o salada?
Si agua es
no importa.
Soy un corcho.
Me levanto.
Floto.
Floto.
Haz la prueba, húndeme.
Creo conservar la misma cabeza.
Solía tenerla
a prueba de balas.
Húndeme.
Ja.
Claro que
eres basura.
Siempre detrás de mí
con tu carrito.
El carrito,
basura también.
Ni hablar de tus botas.
¿Que no ocuparían?
Ya que saliste con el pie izquierdo
y te quejas de desabastecimiento:
no encuentro para tus botas
bolsa negra.
O blanca.
O roja.
Tus botas todo terreno
corren más.
Si me vas a meter en bolsa
no será reciclable.
Lo siento por el planeta.
Lo siento por George,
el granjero.
George que no mataba
ni una vaca.
(Solo recogía heno.)
Sorry, sorry.
George hizo el balance
de todos los idos
ya sea en bolsa roja
o negra.
O azul.
Y se puso
a pensar.
Si manejas por la ciudad
de sobra puedes conducir
uno de estos carritos.
Ah pero puestos a contar
quiero saber cuánta basura
cabe en tu cabeza.
Toneladas.
Toneladas.
Toneladas.
No lo digo yo.
Lo dijo George
en aquel discurso
antes de retirarse a quemar
heno.
Y ya no me importa
si también aquellas cenizas
viajaron en bolsa negra.
O verde.
O roja.
¿Do you understand?
María Elena Hernández Caballero nació en La Habana, en 1967. Sus últimos libros de poesía publicados son La rama se par-te (Ediciones Torremozas, Madrid, 2013) y Yo iba tranquila dentro de una bala (Verbum, Madrid, 2016), que compila la mayoría de sus libros de poemas, y La noche del erizo (Casa Vacía, College Station, 2018). Este poema pertenece a su libro inédito En la próxima vida dejaré de mudarme.
