En los extramuros de Zaragoza. Poemas escogidos de Dolan Mor consta de 42 poemas en 106 páginas. El libro abre con "Poética", un texto introductorio firmado por el autor, en el que intenta definir al poeta y sus propósitos. Esta "poética personal", como él mismo la llama, presenta al bardo como un monje vestido de mago en medio del circo o teatro de la existencia, intentando crear el "poema perfecto", lidiando con el lenguaje, buscando un sistema de elecciones que se mueven entre lo (im)precisable y las obsesiones ocultas, entre los laberintos de la memoria y la existencia. La poesía es el resultado de un plan no planificado, de una estructura (im)predecible. Está abierta en sus moldes al índice y a la sorpresa, al orden y a su alteración.
Los referentes que el autor utiliza en su texto pórtico evidencian cómo las diversas artes se fusionan en su poesía. Hay una escisión entre persona y autor, entre ser humano y poesía que es fundamental en la poética de Mor y permite entender, de un modo más general, las apropiaciones de textos de otros, los "plagios", la interacción con otras figuras de la tradición literaria y el uso continuo de heterónimos.
La escritura de Dolan Mor deviene juego de espejos en que el yo biográfico o "real" tiende a la anulación en pos de una pluralidad heterónima y múltiple. Ese giro hacia la multiplicidad y la politropía opuesto al yo biográfico aparece desde el texto introductorio, donde Mor habla de sí mismo en tercera persona. Dicho desplazamiento, que podría parecer un mero elemento retórico de modestia, en Mor es continua metamorfosis que abarca géneros, personas, estilos...
En "La ventana", por ejemplo, habla un sujeto femenino, y en "Al final he quedado para cuidar las ruinas" la voz lírica es un "vigilante vestido de mujer". Dolan Mor "se ríe a carcajadas y se burla de las nacionalidades", "confundiendo sus orígenes al citarlos [a sus padres literarios] según sus países de nacimiento [...], su escritura reproduce otras poéticas, otros sueños, como en el espejo de Alicia, y plagia, copia, se burla, rememora miles de conceptos".
La idea de perfilar una poética continúa en algunos de los textos del libro. Dolan Mor es un autor frecuentemente metapoético. Esta voz lírica enuncia desde los márgenes, ya sean los de la pantalla mientras observa a los demás poetas de su tiempo explayarse en internet ("Salmoaullido"), o desde las afueras de la urbe, desde la intemperie en la voz misma del vagabundo, en el exilio y a cielo abierto ("En los extramuros de Zaragoza"). En estas páginas se discute el valor de lo cotidiano y ordinario en la poesía, se forja y forcejea con una poética desde lo metapoético, lo metalingüístico y a partir de continuas (con)fusiones entre lenguaje y realidad, se establece un diálogo con autores como Szymborska o Vallejo en textos que se concentran en las paradojas de la locura, la poesía, los enemigos y el amor.
En "Mórula", se mezcla lo animal, lo humano, lo científico, los procesos biológicos, las simetrías, las matemáticas con el acto erótico y poético. El número 64 hace coincidir las geométricas divisiones del ajedrez con la cantidad de posturas en el Kamasutra. El interior del organismo, un laboratorio, una fábrica, el mundo, los planetas son espacios en que, durante la lunación, propician los roces corporales, las prolongaciones, la floración del deseo, pero también de la muerte y el abismo. Para Dolan Mor Eros se funde con lo mecánico, las poleas con los pétalos, el deseo con lo cyborg, incluso con la ciencia ficción en un mundo tecnologizado en extremo.
Las alteraciones morfológicas, lexicales, sintácticas, ortográficas y de la división de palabras que leemos en "Cetril" encarnan la agonía y el desequilibrio del yo lírico a través de las aguas del lenguaje: el texto se lee desde la extrañeza, pero también desde el reconocimiento. Hay algo en todas estas desviaciones que nos pertenece. A ello se le suma la tendencia, en poemas como "Salmoaullido", a utilizar paréntesis y espacios, como invitando al lector a que complete o deduzca la frase. El desconocerse, desdoblarse, diluirse en el otro de la poesía, propio de la cosmovisión de Dolan Mor, incluye al lector de forma activa, para que este también se diluya, se encuentre, a la vez que se borra en la otredad que es la escritura.
Al leer a Dolan Mor, parece a veces que el lenguaje se vuelve (es) el manicomio que habitamos, que forzarlo en el poema es el único modo de intentar ver más allá del encierro, que (una vez aceptado el juego) podemos caer en la trampa o la dicha de ser (y no ser) solo en el discurso. Las equivalencias metafóricas y las múltiples conexiones propias del significante, como sucede en "Gramártika", pueden llegar a la fusión insana de la escritura y el deseo. También, entre la tiranía del nosotros y los padecimientos cotidianos, al yo enunciante no le queda sino entregarse al lenguaje y la muerte.
El reconocimiento de un sujeto lírico distinto a la figura del autor delimita, desde el análisis literario, los dos espacios de la poesía: la realidad y el lenguaje. Pero en el poema la voz poética es también la posibilidad de ser otro a partir del "yo real": se es algo o alguien diferente sin dejar de ser uno completamente. Dolan Mor lleva estos procesos al extremo hasta anular su figura humana llamada a desaparecer para pervivir y filtrarse en la página. Renunciar a la singularidad egótica, entregarse al otro que configura el lenguaje es la única manera de seguir en este mundo después de la muerte. La poesía es a la vez el modo de perdurar y de anularse. El misterio de lo poético lo encarna, entonces, el deseo del sujeto lírico al reconocer que "quiero existir sin mí". El yo lírico de Dolan Mor es un raro animal mitológico casi místico, es el "hipogrifo violento" que nos incluye, multiplica y a la vez nos niega.
Dolan Mor, En los extramuros de Zaragoza. Poemas escogidos (Verbum, Madrid, 2021).
Esta reseña se publicó originalmente en la revista española Turia. Se reproduce con autorización del autor.