Esto no tiene nada que ver con propagarse
Muriel Rukeyser
1
En los tiempos de lunación los cuerpos se transforman en máquinas de fabricar 64 tipos de flores.
2
El esperma que viaja hacia la diáspora de la prolongación humana navega por los océanos de la especie, pero antes deberá tejer la carne, las células, dibujar en la cama del hotel unos labios, los senos como ángulos del pecho o las estrellas de la futura glándula mamaria que en la boca derrama el vino de un orgasmo. Una pasión eléctrica que se desdobla y enturbia la sustancia de lo puro en la pareja del espíritu animal.
3
Digamos que la gálbula se estira, exprime su cemento (por la palabra semen) sobre el jardín femenino del útero y nace la armonía de los órganos celestes convertidos ahora en seres de una materia viva, que es igual a las células que dejan los quejidos en las sábanas, como las ruinas de un planeta después de la explosión de una galaxia al consumirse la palabra amor.
4
En los tiempos de lunación el cuerpo desprende el mucílago sobre las herramientas de los enamorados. Se besan los amantes con la fórmula matemática de un obrero que usa diamantes en la boca y huesos de petróleo en los labios. Parecido a la mezcla que produce el fango de una ciénaga al mezclarlo con la tela que habita en los pétalos de una rosa.
5
Sucede la neomenia del coito. Se prolongan los pétalos de fórmulas químicas desde un idioma que estudian los biólogos (fósforo, vitaminas, calcio, hierro, magnesio, __________ ). Todo un ramo de músculos invisibles para las manos de la amante desnuda.
6
La antimateria deja que la muerte endulce las papilas con un ápice en la punta de la lengua, así el ciclo de la naturaleza se escribe en una lámina de oxígeno que supera a los múridos, pero que no supera a los mamíferos familiares del mono (usa trajes, palabras, coches que invierten alas en proyectos de aviones) porque se desconoce en celos si una cerilla o una hormona lo descomponen debajo del sol.
7
Le llaman en botánica y en zoología "anastomosis". Según el diccionario, cuando unos elementos anatómicos de la misma especie de planta o de animal se unen sucede el fenómeno que origina el proceso numérico (que es el 64 al pasar del deleite entre dos sexos a la fábrica de elaborar cuerpos).
Según la teología aplicada al amor, "es lo consustancial".
8
En los tiempos de lunación la gelatina de la vida invisible lleva escrito en sus genes el futuro esqueleto con sus tendones, músculos, cartílagos, y también las neuronas del cerebro que opera como un laboratorio de fórmulas y embriones.
9
Venas y capilares se hilan en silencio como si fueran mariposas con glóbulos o con alas de sangre que echaran a volar desde las flores del corazón hacia el bosque que adorna los pulmones formando así una red de microbios que descienden y suben por las tuberías del cuerpo.
10
Al igual que el einstenio descubierto en residuos después de que una bomba nuclear desolara la cama, así quedan los fluidos, los restos de salivas, el perfume de los cuerpos o de cada acto sexual en la mente de los amantes.
11
Los cables del amor se des-conectan y los teléfonos de la memoria se encienden con los ordenadores que agitaron la respiración mientras las máquinas que fabricaban 64 tipos de flores se desgastan y dejan sus células muertas, sin apenas núcleos ni tornillos sobre la cama del hotel.
12
En el universo todo se mueve por ciclos o esferas, y se vuelve a encender la maquinaria en el laboratorio del sexo para que la locura de los cuerpos supere a la ciencia.
13
No hay programas ni planes en los tubos de ensayo mientras se vuela con partículas y átomos de nuevo, más allá de los libros que hay en las bibliotecas y en las universidades que cuelgan del cielo.
14
Vuelven los cuerpos en el laboratorio a enlazarse, y salen las ojeras como mízcalos para adornar el rostro de los amantes, hongos que crecen sin remedio en el bosque celeste del amor.
15
En los tiempos de lunación hay partículas rúbeas en la boca del aire, tras cada mordida de plomo en una tuerca o en los labios con seda de las flores. También en la pantalla al mirarse de frente por cada sacudida de los pétalos.
16
Hay fórmula sin palabras en el discurso de los cuerpos para escribir el poema en un ordenador que descifre la muerte. Y solo un número se oye pasear por el jardín (el 64), como un viento de metal cavernoso o como el aceite de un preservativo que penetrase una y otra vez los agujeros negros de la amante.
17
Tras los tiempos de lunación el termómetro de la carne desciende por la escalera mecánica del espacio sin las glándulas que expliquen el origen del cielo, más bien le da la espalda al agujero negro del cosmos llevando en cada paso un abismo.
18
Surgen los 64 peldaños de la muerte. La cosecha es devorada por tinieblas (como las maquinarias del fuego). Giran las poleas, se despiden los abrazos, los suspiros, las hierbas que cubrían el cristal de las flores.
19
Se oye entre planetas un silencio de fábricas y las promesas en la arena como física del tiempo.
El agua de la carne se seca, al igual que un recubrimiento de láminas, y la resina obtenida por polimerización del estireno con otros productos químicos se endurece a la temperatura ordinaria.
20
Como un reflejo o como bella moneda es la simbología de la muerte entre las flores celestes: cada soldado abandona las armas al salir cabizbajo del jardín.
Sus uniformes color de envero se pudren.
Y cada circunstancia en el plasma y cada hormona se transforman en granza de huesos.
21
Se abre el garaje de la noche en un cielo sin átomos ni materia.
Ni el bosque ni el jardín brotan de una cisterna de polvo, sino que la ciudad en la galaxia habla su idioma: telefonía de los ciborgs con programas de móviles, música instrumental en los océanos, televisores encendidos tras las paredes del cementerio solar.
22
Una ciénaga de pétalos regresa en los ladrillos más elementales del derrumbe :: las drogas sin teclado en el ojo, las pastillas que inundan los bolsillos de los cadáveres, toda la eternidad de los contrarios.
El animal de la muerte (con sus células marchitas) retorna en una nave a los abismos.
23
No hay oxígeno bajo la sepultura de los cuerpos, ni mangueras para el agua, ni existe el combustible para encender con fósforos de las estrellas (en el poema o en las habitaciones de un hotel) las 64 flores que en un número de eternidad proyecta el universo sobre las pantallas de una era digital.
Dolan Mor nació en Pinar del Río, en 1968. Es autor de la tetralogía Maladie bleue, una colección de libros híbridos y experimentales que se inspira en la obra esencial de Lewis Carroll y en la Fuente Q de los Evangelios. Los títulos que componen Maladie bleue —Poemas míos escritos por otros (volúmenes I y II), Después de Spicer (volumen III), Dolan y yo (volumen IV)— han sido publicados por la editorial española Aduana Vieja. Su libro más reciente es Antología de Spoon Raven (Candaya, Barcelona, 2019).