Sin restar validez al famoso refrán que nos previene acerca de juzgar un libro por su portada, no puedo más que celebrar el acierto de la cubierta de El otro tiempo: Aurelio de la Vega y la música, volumen bilingüe (en castellano e inglés) que, de la pluma del reputado escritor cubano Enrico Mario Santí, acaba de ver la luz en la editorial Aduana Vieja.
Sobre una idea del propio escritor, el artista Ángel Marrero recrea el disco de oro que viajó al espacio en el interior de las sondas Voyager enviadas por la NASA en 1977 e incorpora las partituras gráficas de Andamar-Ramadna (1975),The Magic Laberynth (1975) y Nones (1977), obras aleatorias compuestas por Aurelio de la Vega (La Habana, 1925) en años próximos a dicho viaje espacial. Y es que, contradiciendo el popular dicho, en esta ocasión la portada ofrece buena cuenta de lo que va a encontrar el lector en su interior: una extraordinaria cápsula del tiempo con una multiplicidad de materiales que documentan no solo el pensamiento y la labor creativa de uno de los compositores cubanos más relevantes del siglo XX, sino de un "tiempo otro" —más adelante desgranaremos la polisemia del término— en la propia historia de la música cubana.
Enrico Mario Santí, autor de obras y ediciones críticas de referencia sobre, entre otros, Fernando Ortiz, Octavio Paz, Pablo Neruda y Guillermo Cabrera Infante, es un profundo conocedor (y admirador) de la obra de Aurelio de la Vega, así como de la cultura cubana del siglo XX, y eso se nota tanto en la cuidada selección de materiales incluidos en el libro como en las atinadas y perspicaces preguntas que plantea al creador cubano en la "Conversación de verano" —de muchos "veranos", en realidad, desde 2005 a 2019— que constituye uno de los más valiosos testimonios en esta particular cápsula del tiempo. Pero la voz del compositor habanero no solo aparece en este fructífero y cómplice diálogo, "A capella", sino que puede escucharse/leerse en dos interesantes textos de 2013 ("Verdi eterno") y 2010 ("Wagner y Verdi: una comparación entre dos imponentes compositores") reproducidos, en castellano e inglés, en la sección titulada "Maestoso".
Completan el volumen otras cuatro secciones que, desde la diversidad de sus aproximaciones y formatos, contribuyen a redondear este "disco de oro" (aquí me permito aludir antes al valor intrínseco de su contenido que al recubrimiento del disco enviado por la NASA). Empezando de atrás hacia adelante (como hace también el autor del libro con sus escritos), la "Coda" contiene una "Cronología" y "Discografía" de la obra del músico que poseen, ambas, un indiscutible valor, dado su carácter riguroso y actualizado.
Así, la primera recoge los principales hitos personales y profesionales en la vida del compositor, desde la escritura de sus diversas obras o de sus ensayos musicológicos (de notable erudición), pasando por su intensa actividad docente (todavía hoy Distinguido Profesor Emérito en la California State University), los diferentes puestos de responsabilidad ejercidos en Cuba (nada menos que presidente de la sección cubana de la International Society for Contemporary Music y del Cuban National Music Council de la UNESCO, entre otros) y EEUU, así como los numerosos encargos y prestigiosos premios internacionales recibidos; los dos más recientes, de 2019, testimonio patente de reconocimiento y gratitud de la ciudad que le acogió tras su forzoso exilio estadounidense sesenta años antes: Cuban Heritage Lifetime Award (Los Ángeles) y Community Hero Award (Los Ángeles Dodgers).
Curiosa y lamentablemente (por lo tardío del gesto), como bien nos informa Enrico M. Santí, ese mismo año de 2019 se producirían dos hechos insólitos en Cuba: la publicación de un artículo consagrado a él por parte de la prensa oficial nacional y el estreno cubano de Intrata, obra de 1972 que ya había sido estrenada 41 años antes (!) en Los Ángeles. Nada despreciable es, por otra parte, el interesante material fotográfico reproducido en esta sección final, que incluye imágenes desde los años 40 con personalidades destacadas del ámbito de la música como Toch, Krenek, Orrego Salas, Lavista, Galindo, Casals o Zubin Mehta, entre muchos otros.
"Festa" ("Aurelio de la Vega encuentra su compás") es el apartado más personal del libro, suerte de poético Festschrift de su autor hacia el Maestro, a través de un extenso poema que discurre por los cuatro elementos de la peripecia vital del compositor. La poesía, como la música, es un arte que posee un alto grado de abstracción; sin embargo, al lector atento no se le escapará el caudal de referentes estéticos y la denuncia (ética y política) que late en este bello y sentido poema de Santí acerca de la personal travesía del desierto (o mejor, desde el desierto) del gran creador cubano, desde sus incipientes inquietudes musicales hasta la consolidación de su propia voz; una voz que por muchos años se ha tratado de silenciar, pero que, gracias al libro reseñado, habrá de escucharse —pese a quien pese— desde todos los rincones del universo (si se me permite la hipérbole metafórica con este "viaje interestelar").
Como contrapartida, las dos secciones o "movimientos" iniciales del volumen constituyen un sólido acercamiento hermenéutico a la creación del compositor —y a su contexto— ocasionado por la recepción discográfica de la que, por fortuna, está gozando su obra las últimas décadas en EEUU. En el segundo "movimiento" ("Andante") se ocupa Santí de la última obra de su catálogo, Recordatio, de 2011, sobre poema de Emilio Ballagas (obra que puede disfrutarse en la exquisita interpretación de la intérprete y actual esposa del compositor Anne Marie Ketchum De la Vega, RYCY Productions 2016), de cuatro obras orquestales compuestas entre 1954 y 1999 (North/South Recordings 2009) y de la integral de su obra para piano, con motivo de la grabación a cargo de la pianista Martha Marchena (Musicians Showcase 2003).
Insiste el escritor en destacar que no es músico ni musicólogo, lo que, lejos de restarle valor a su análisis, le otorga, bajo mi punto de vista, dos cualidades sustantivas: por una parte, la interdisciplinariedad de su enfoque —muy acorde con la exhibida por el propio compositor, como sabemos, creador, asimismo, poético y pictórico— y, por otra, la garantía de su legibilidad (o mayor comprensión, si se quiere) por un lector amante de la música que no necesariamente conoce el lenguaje técnico. Pero, atención, porque no lo rehúye cuando es preciso, con atinados comentarios formales supervisados por el propio compositor.
Llegados a este punto, debo ocuparme brevemente del concepto de "tiempo" y la otredad que Santí atribuye a la música de Aurelio de la Vega y discute, de manera pormenorizada, a lo largo del primer "movimiento" u "Obertura/Overture" de su libro. Esta otredad se establece en virtud de su "contrapunteo" (por recurrir al expresivo término cubano que empleara Fernando Ortiz) —esto es, disputa o contraposición de puntos de vista radicalmente opuestos— o "disonancia" (término musical que también podría aplicarse al caso, muy acorde, por cierto, con la estética atonal privilegiada por de la Vega) respecto a determinados cánones estéticos y/o políticos, pretéritos y vigentes. Su música y sus intereses, sencillamente, no encajaban en los moldes que se consideraron aptos para la música académica de su tiempo (tampoco era música popular, lo que de manera reduccionista todavía hoy se considera como "la" música cubana).
Cuando los integrantes del Grupo de Renovación Musical de Cuba gritaban a los cuatro vientos consignas neoclásicas latinas (à la Stravinsky o Falla) o desde mediados de los años 40, con una indiscutible influencia carpenteriana, "neonacionalistas", Aurelio de la Vega izaba, con total arrojo, una bandera atonal en la línea de autores germanos como Schoenberg o Berg. Esto dotó a su música de una cualidad netamente vanguardista y única en el contexto de la creación musical cubana de esos años, pero, a la par, le mantuvo al margen de espacios de poder en la Isla ostentados durante muchos años por el líder del Grupo y algunos de sus integrantes. Tras la Revolución, a su postergación por motivos estéticos se sumó la propiciada por su disidencia política y consecuente exilio, que le valieron, como bien apunta Santí, "ser borrado de la Historia", al ser censurada su música y eliminada o desfigurada su trayectoria por parte de la historiografía musical cubana posterior a 1959.
Es por todo esto que El otro tiempo: Aurelio de la Vega y la música, de Enrico M. Santí, se erige en una justa y necesaria "cápsula del tiempo" o, como propongo, una "cápsula para otros tiempos", los tiempos (en plural) de los diferentes lectores con los que dialogará (Bajtin) en diversas latitudes del planeta, pero también los tiempos otros de un futuro —ojalá muy próximo— para Cuba y sus gentes repartidas por el mundo, en los que la discrepancia estética o política no vuelva a ser jamás sinónimo de exilio o represión; otros tiempos en los que exigir unas condiciones materiales de existencia dignas y libertad de expresión, como se hizo el pasado 11 de julio, no sea preciso y, bajo ningún concepto, punible.
Belén Vega Pichaco (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1979) es profesora en el Máster en Musicología de la Universidad de La Rioja y especialista en música académica cubana del siglo XX. Recientemente ha publicado Ni la lira, ni el bongó… La construcción de la Música Nueva en Cuba desde la órbita de Musicalia (1927-1946), fruto de su tesis doctoral (2013).
Enrico Mario Santí, El otro tiempo/The Other Time: Aurelio de la Vega y la Música-Aurelio de la Vega and Music (Aduana Vieja, Valencia, 2021).