No sé si pasó el tiempo suficiente
pero creo que ya puedo idealizar
ese concierto de órgano en la iglesia
que nos mantuvo a los dos en silencio
descansando del calor y de la lluvia.
¿Vos qué pensabas?
¿Cerraste, como yo, los ojos?
¿Tenías, como yo, vibrante
en la lengua el gusto del café?
Yo saqué los pies de las sandalias
y los apoyé en un almohadón
fresco, forrado de cuerina.
A vos se te cayó una moneda liviana.
Hizo un minúsculo tintín y sonreímos.
El órgano nos encantó como a serpientes
y por un rato pareció desenvolver
toda una serie de impresiones religiosas
en el sentido de algo que podamos llamar
religión: algo que englobe
el amor y la bondad y conduzca
directamente a la experiencia, ese colchón
concreto que nos refugia y nos sacude.
Laura Wittner nació en Buenos Aires en 1967. Sus libros más recientes de poemas son Lluvias (Bajo la luna, Buenos Aires, 2009), Balbuceos en una misma dirección (Gog y Magog, Buenos Aires, 2011), y Traducción de la ruta (Gog & Magog, Buenos Aires, 2020) al cual pertenece este poema. Ha traducido a Charles Tomlinson, James Schuyler, Charles Reznifkoff y Keneth Rexroth, entre otros.