No es lo mismo conocer la muerte
que oler su perfume.
Cuando mi marido ingresó en una clínica
de psiquiatría en Zaragoza
estuve presa del tiempo y de las ideas
que venían por las noches como pájaros
sin alas a nuestra habitación.
Rodeados de cristales y de médicos
sufríamos como dos ramas separadas
por el invierno. Después le dio
el infarto y comprendí que la muerte
usa diferentes lenguajes
para dejar su huella en el mundo.
A partir de su enfermedad, me convertí
en demente: conversaba con las piedras,
interpretaba el sonido de las nubes
antes de la lluvia en verano,
leía dormida El pabellón de oro
de Mishima, sin despertarme.
Todo lo que escribí antes de ese tiempo
fue vanidad, como un cazador
que se pierde en el bosque del idioma
buscando una presa inexacta.
Hablaré sencillo como las mariposas, dije,
pero sin usar más prendas de ropa
que el vuelo (ni colores ni luz
ni sombra en la mirada).
Confundí en el pasado el brillo,
o la apariencia de las cosas con la joya.
Ahora entiendo que la poesía en esencia era esto:
poner las vísceras llenas de sangre
encima de una hoja vacía.
Dolan Mor nació en Pinar del Río, en 1968. Es autor de la tetralogía Maladie bleue, una colección de libros híbridos y experimentales que se inspira en la obra esencial de Lewis Carroll y en la Fuente Q de los Evangelios. Los títulos que componen Maladie bleue —Poemas míos escritos por otros (volúmenes I y II), Después de Spicer (volumen III), Dolan y yo (volumen IV)— han sido publicados por la editorial española Aduana Vieja. Su libro más reciente es Antología de Spoon Raven (Candaya, Barcelona, 2019).