Estaban en cajas que dejé en casa de alguien que padecía de sida.
No fue un sueño. Pero ahora parecían sueños en la distancia
infecunda. Fragmentos de un libreto que no llegó a estrenarse.
Los dejé en sus manos de uñas mordidas.
Sus ojos ardían con el fuego de crematorios. En el
horno cercano calentamos las pipas del opio de los negros.
Chupamos. Entre toses, le dije: "Quédate...". No completé la frase
"...con ellos hasta que yo vuelva".
Regresé a los diez años. Un viejo pederasta abrió la puerta
calcinada por un incendio. Te vi, por encima de su hombro,
y vi los cráteres del sarcoma como
planetas rojos que velaran tu forma. Me miraste con odio.
Como el ciervo mira al crematorio. Nadie tiene derecho a asomarse
al lugar donde alguien arde. Arde en deseos de aspirar la ponzoña.
Todo se había cumplido. Aguardabas la muerte como el que espera
que pase una ventolera. El viejo en el umbral. Las paredes quemadas.
Los estantes, mansiones de tinieblas. El trono de Satán donde callabas.
Cubierto de úlceras, te asomaste a la puerta.
En calzoncillos, por detrás del hombro del viejo, para mirarme.
La botella de vodka en el puño, para arrojarme. Los poemas perdidos
se habían hecho carne.
Néstor Díaz de Villegas nació en Cumanayagua, en 1956. Sus últimos libros de poemas publicados son Che en Miami (Aduana Vieja, Valencia, 2012), Palavras à tribo/Palabras a la tribu (Lumme Editor, Sao Paulo, 2014). Ha reunido su poesía en Buscar la lengua. Poesía reunida 1975-2015 (Bokeh, Leiden, 2015). Vintage Español ha publicado su libro De donde son los gusanos. Crónica de un regreso a Cuba después de 37 años de exilio. Este poema pertenece al libro inédito Poemas inmorales.