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Poesía

Caligramas

'Caligramas dibujados con sangre/ en el paño que recoge las horas/ en elogios tardíos a la espera/ en palabras que nunca se dijeron'

Miami
Antigua estación de ferrocarril en Yuma, Arizona, 2019.
Antigua estación de ferrocarril en Yuma, Arizona, 2019.

 

                                        Se sienta en el andén
                                        se fuma un tabaco interminable (…)
                                        y día a día espera la llegada del tren
                                        que se lo lleve.
                                                           "Ulises", Solitar, Ena.


Una lámpara que parte la tiniebla

con su cántaro de luz y medianoche

regalando unos libros una mesa cansada

un desnudo que cuelga en la pared

crucificado en la espesa contrasombra

unas manos que buscan otro símbolo

en la costra de todas las heridas

y una procesión de muertos que regresan

a patear el silencio de la página en blanco

para que sean trazados

              los primeros caligramas y el poema.

 

Caligramas dibujados con sangre

en el paño que recoge las horas

en elogios tardíos a la espera

en palabras que nunca se dijeron

en soledades que ya no tienen sombra

en un fardo de noticias maltrechas

que va dejando caer en las esquinas

en breviarios del hombre que se pierde

entre los pasos gastados de una plaza

y la costumbre de todos los discursos.

 

Caligramas robados al insomnio

donde ardieron las naves y los puertos

palabras que niegan y confirman

el tratado del vuelo de los pájaros

y una carta que siempre es despedida.

Caligramas abiertos como vientres

en los tatuajes que levantan la noche

caligramas abiertos como espigas

como gritos como rosas de barro

en los cadáveres que trae la madrugada

y convierten la ciudad en camposanto.

 

Caligramas abiertos como diástoles

en los golpes que derrumban el pecho

en las columnas de los puentes rotos

esos puentes que atraviesan los años

y no dejan partir rumbo al desierto

donde se calma la sed del caminante

y es legal el abrazo en los parques

el pan de la mañana y la eutanasia.

 

Caligramas escritos en el aire

en el último paso del equilibrista

abrasado por las voces del viento

con los ojos y las alas ardiendo

y un cartel martillado en el pecho

donde pide minutos y silencios.

Caligramas de un canto inacabado

que ya pierde la luz de cada verso

y una biblioteca interminable

a punto de caer en el abismo.

 

Caligrama tatuado en las aceras

a golpe de otro salto al vacío

caligrama dibujado con sangre

al borde de un rostro en el espejo

que es el rostro del padre de mi hijo

el que espera en una vieja esquina

de la ciudad que no le pertenece

el que olvida sus calles y su nombre

y los rostros que no le pertenecen.

 

Una lámpara que parte la tiniebla

palabras que niegan y confirman

caligramas que no nos pertenecen

ciudades que no nos pertenecen

y un hombre que decide partir

un minuto en los ojos de la muerte

y se sienta en un banco del andén

a fumarse un tabaco interminable

y a esperar el tren que se lo lleve.

 


Germán Guerra nació en Guantánamo en 1966. Sus últimos libros de poemas publicados son Oficio de tinieblas (Aduana Vieja, Valencia, 2014), Nadie ante el espejo (Bokeh, Leiden, 2017) e Hijos (AlphaBeta, Miami, 2018). Este poema pertenece a un libro inédito.

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