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Crítica

Soleida Ríos, libro, puerta o garabato

'Se trata de un texto singular por varias razones: es, ante todo, un convite personal desde lo poético para que el pequeño lector intente desentrañar los propósitos de todo libro; esto es: para qué se escribe, cuál es su utilidad pública.'

La Habana
Soleida Ríos.
Soleida Ríos. MUNDOGRAFIAS, CARMEN RIVERO

Soleida Ríos no es solo una de las más reconocidas poetas de la literatura cubana contemporánea, sino también una excelente promotora cultural. Hace algún tiempo se mantiene ocupada al frente de su peña literaria para niños, "Café Dulce", en el Palacio del Segundo Cabo de la Habana Vieja, donde se le ve compartir con los pequeños y sus familias sus textos poéticos, de vez en cuando, acompañada de alguna personalidad del ámbito cultural.

Pocos conocen esta faceta en la vida de Soleida, que viene haciendo con mucho empeño y nada de alarde, con sincera vocación y nada de ruido.

Lo más importante de este intenso y dedicado trabajo cultural radica en el interés de la escritora en amenizar no solo la vida de los infantes cubanos, sino en lograr que ellos mismos, en su acercamiento a los libros, intenten cultivar el alicaído hábito de la lectura y la escritura, sobre todo en estos tiempos en que muy poco se consigue, en la enseñanza cubana, fomentar ese hábito con excelentes resultados.

Mal que bien, el niño cubano hoy —puedo pecar de absolutizaciones— carece de una sólida base escolar que le permita desarrollar su formación humanista, indispensable para su crecimiento espiritual con el apoyo familiar. Las prácticas de lecto-escritura se sustituyen a la velocidad de la luz con los soportes tecnológicos de variada índole que casi siempre desfavorecen el intelecto, y muy pocos padres se ocupan de proporcionarle a sus hijos, desde edad temprana, algo más allá de la última aplicación de un videojuego para el móvil o la nueva tableta.

Quizás, los muy contados, se desvelan en fomentar una pequeña biblioteca en la cual, durante los ratos de ocio, los más pequeños puedan tener al alcance de la mano los libros necesarios no solo para el buen esparcimiento, sino también para una adecuada educación y aprendizaje.

Veo en esto el propósito fundamental del más reciente texto de Soleida, ¿Libro, puerta o garabato? (Colección Sureditores, 2017), presentado hace unos pocos meses con cierto retraso debido a las dificultades relacionadas con la escasez de papel. Según explicó la propia autora, ha tenido también que sortear no pocos escollos —y tocar muchas puertas— para conseguir materializar este proyecto. Hasta donde sé, es el primer volumen que recoge parte de sus actividades desarrolladas en su "Café Dulce" y acaba por revelarnos de vez esta nueva faceta de la autora.

Se trata de un texto singular por varias razones: es, ante todo, un convite personal desde lo poético para que el pequeño lector intente desentrañar los propósitos de todo libro; esto es: para qué se escribe, cuál es su utilidad pública. El libro se concibe como un receptáculo mágico al cual es posible acceder desde varias puertas —los 21 caminos del Elegguá afrocubano— e impregnarse de la espiritualidad de su virtud. La voz poética intenta derribar las barreras que impiden el acercamiento diáfano con el pequeño lector. De este modo se desprende la sincera intimidad con que enhebra el diálogo con sus interlocutores.

En el libro de Soleida es evidente la huella de la narración oral. Su abrazo con lo poético se nutre de lo anecdótico, pues cada trabajo suyo no es otra cosa que el revelado de ese inmenso quehacer con los niños. Sin embargo, ¿Libro, puerta o garabato? está lejos de ser un texto infantil más. De ahí su concepción como performance, a lamanera de un puzzle literario que debe ser completado por los infantes, pues dentro del texto hay espacios destinados a ellos con los cuales pueden desarrollar, con la ayuda de sus padres, sus habilidades de escritura.

Ese modo de entablar un diálogo con el universo infantil es o que particulariza la huella de este libro y la de Soleida en la literatura cubana contemporánea para niños.

Así, deberán escribir sus datos personales a la manera de un árbol genealógico, contar algún sueño especial en sus cortas vidas, describir cómo se ven a sí mismos ante un espejo, describir sus propias maravillas arquitectónicas de Cuba, sobre sus amigos, aventuras, mascotas y sus tres libros de cabecera.

Junto a narraciones, una obra de teatro de Soleida, y en especial, un maravilloso poema que rinde homenaje a Teresita Fernández, el libro también compila los primeros trabajos literarios de varios niños participantes de la tertulia. ¿Qué pretende la autora con esto? Que ¿Libro…? sea también un texto que regrese a ella con el propósito de seleccionar, en concurso, los mejores volúmenes completados para una nueva edición, en la cual el niño ganador aparezca entonces como el coautor de esta joyita literaria.

En lo personal, solo debo lamentar que la edición de este texto de Soleida Ríos —que ella dedica "a todos los niños que me han acompañado y enseñado lo que es la Libertad"—, haya tenido una edición rústica, sin la elegancia y lo llamativo que amerita un trabajo de esta naturaleza, máxime cuando se trata de niños como público potencial.

Lamento también que haya tenido poca promoción. Debería incluirse como material bibliográfico en los primeros grados de la enseñanza primaria en Cuba, servir de ejemplo y abnegación a las maestras y auxiliares pedagógicas en la Isla, y regalarse en las escuelas, en una tirada masiva, mucho más que los mil ejemplares que ha tenido, a mucho dar, todavía insuficientes para inundar las librerías del país.  


Soleida Ríos, ¿Libro, puerta o garabato? (Colección Sureditores, 2017)  

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