Ni asmático ni lento ni apresurado…, venía del Lugar del Sosiego, de punta en blanco, tan alto como era, corpulento y moviendo el aire…, más bien movilizando el aire con su paso.
Entró a lo que era mi casa. No el asteroide, en lo alto, en lo escarpado y seco de La Habana Vieja. Entró a lo sin techo, rectángulo raso en la tierra y arbolado en todo su perímetro.
Lo vi, su naturalidad se asimiló a la mía. Así que sin excesos de euforia o extrañeza fui hasta él y coloqué en su cabeza una corona de coralillo. Hojas, parte florífera y zarcillos. Frescura rosada cuyas hojas ovales, puberulentas, acuminadas en el ápice, son profundamente acorazonadas en la base.
Y, ya coronado, la testa toda florida (Antigonon leptopus), ¿qué hizo él? Fue a la mesilla o cualquier tipo de rusticidad que servía de soporte a la máquina de escribir, se inclinó y, de pie, comenzó a teclear.
Yo, en silenció, observando.
Terminó el tecleo, enderezó su corpachón y no vi hoja alguna en su mano pero sé que ahí había un poema.
Me dijo que efectivamente, escribir así…, lo había sentido, lo había experimentado, era descargarse.
Lo dijo con unas palabras que no son las mías. Esta es la traducción. Él es Lezama Lima.
12 o 13 de diciembre, 2010
Soleida Ríos nació en Santiago de Cuba en 1950. Sus últimos libros de poemas publicados son Escritos al revés (Letras Cubanas, La Habana, 2009), Estrías (Premio de Poesía Nicolás Guillén, Letras Cubanas, La Habana, 2013) y A wa nilé (Letras Cubanas, La Habana, 2017). Autora también de libros de prosa narrativa, ha recopilado sueños suyos y ajenos en un par de volúmenes. Este poema pertenece a A wa nilé.