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Urbanismo

La restauración, un trabajo inclusivo (I)

La restauración y conservación patrimonial es uno de los trabajos que más exige la unión de diversas especialidades, en el cual intervienen muchísimas personas.

Madrid
Trabajos de restauración del Capitolio Nacional.
Trabajos de restauración del Capitolio Nacional. Cubadebate

La restauración y conservación patrimonial es uno de los trabajos que más exige la unión de diversas especialidades. Aunque la parte más evidente resulta la acción directa sobre el bien, muchísimas personas intervienen antes, durante y después para conseguir el propósito.

Desde el punto de vista administrativo, hay inversionistas, gestores, abogados, etc. encargados de conseguir y gestionar los recursos necesarios de materiales, tecnología y capital humano que todo proyecto requiere. Están también los proyectistas y restauradores, con equipos que reúnen las más diversas especialidades técnicas.

Los historiadores y arqueólogos aportan previamente la información histórica necesaria para conocer el bien, sus transformaciones e importancia; así como los especialistas en diagnóstico de estructuras y materiales dictaminan el estado de conservación y las soluciones pertinentes. Luego es necesario gestionar y divulgar los valores y acciones que se planifiquen. En este caso, las áreas de trabajo siguen siendo muy heterogéneas, incluyen museólogos, bibliotecarios, gestores culturales, periodistas, diseñadores, etc.

La gran mayoría de las profesiones y oficios tienen competencia en la conservación del patrimonio cultural. Y lo que resulta más enriquecedor es su necesaria confluencia. La interacción continua de distintas especialidades no solo beneficia tremendamente el proceso restaurador y lo hace más efectivo, sino que, también, conduce a una notable superación de los profesionales implicados, expuestos a una permanente dinámica de retroalimentación y expansión de conocimientos.

Muchas de estas personas son habitualmente anónimas para el público general. Tratándose de un trabajo en equipo no suelen destacar individualidades, aunque debe reconocerse lo fundamental del trabajo de cada uno de ellos. Desde hace décadas la figura asociada al patrimonio cubano ha sido para todos Eusebio Leal, como antes lo fue Emilio Roig. Ambos, como directores de la Oficina del Historiador de la Ciudad dieron gran visibilidad a su trabajo, a la variedad de aspectos que circunda y lo útiles que resultan para la ciudad y sus habitantes.

Recientemente, como parte de un programa de inclusión sociocultural con perspectiva de género que la Oficina del Historiador de La Habana desarrolla con la Agencia de Cooperación Vasca, se publicó el volumen Ellas están donde deben estar… Mujeres en la restauración. Antes, en 2011, se había celebrado en la galería Rubén Martínez Villena del centro histórico, la exposición fotográfica Ellas restauran, que acercaba al público los rostros de parte del colectivo femenino que ha trabajado activamente en la recuperación del patrimonio de la ciudad.

Ambos casos constituyen un valioso homenaje y agradecimiento a las mujeres que han consagrado su vida laboral (y muchas veces también personal) a la salvaguarda del patrimonio desde diversas áreas del conocimiento. También merecería dar a conocer a sus colegas masculinos con quienes han trabajado codo a codo. No obstante, su mención en el libro por parte de las homenajeadas es constante.

Como todo compendio debe ser selectivo, y peca al dejar fuera a algunas mujeres que desde otras áreas, como la comunicación y la docencia, también han contribuido a la concienciación, sensibilización y capacitación de los profesionales y la ciudadanía. Me refiero especialmente a aquellas vinculadas a los medios de comunicación de la Oficina del Historiador como Habana Radio, la revista Opus Habana, la productora de audiovisuales La Ceiba y la editorial Boloña. Asimismo, creo fundamental el trabajo realizado por los profesores de la Escuela Taller y del Colegio San Gerónimo, donde varias de las reseñadas han colaborado en la docencia.

Algunas áreas como la arqueología, imprescindible para el conocimiento científico de nuestro pasado urbano, social y cultural, así como para la obtención y estudio de muchas piezas que hoy exhiben los museos, han tenido su ciclo de desarrollo completo en la Oficina del Historiador. La mayoría de los actuales arqueólogos se formaron en la Escuela Taller. Vinculados al Gabinete de Arqueología han podido hacer sus investigaciones y excavaciones, publicar los resultados en su revista especializada, y retransmitir sus conocimientos y formación en las dos instituciones docentes mencionadas.  

El trabajo con el patrimonio implica una especialización que no siempre está integrada en los estudios universitarios de cada carrera, ni en la formación de los obreros, lo que exige de cada uno de ellos el aprendizaje de nuevas herramientas y maneras de hacer. Para los oficios resultó fundamental la creación de la Escuela Taller donde se enseñan las técnicas tradiciones de albañilería, carpintería, cantería, electricidad, forja, jardinería, plomería, pintura de obras y mural, vidriería, yesería, hojalatería y talabartería. Sus graduados han sido la fuerza laboral especializada que en las últimas décadas ha recuperado cada detalle del patrimonio urbano capitalino intervenido.

La Oficina del Historiador se ha construido a sí misma, y también ha funcionado como un laboratorio teórico sobre la gestión y conservación patrimonial. Todo ello ha sido resultado de un ingente trabajo colectivo. Asimismo, ha permitido a los profesionales cubanos avanzar significativamente en materia patrimonial, incluso a nivel internacional, propiciando la incorporación o completamiento de estos conocimientos no integrados en los estudios universitarios previos, llegando incluso a crear una nueva carrera especializada en el tema.  

El avance de las posturas teóricas asentadas en la práctica, la redirigen y marcan el trabajo de la Oficina del Historiador ampliándolo y perfeccionándolo. También son logros de sus trabajadores, no tan visibles como el patrimonio material recuperado. Apuntes de este libro lo ilustran: "el trabajo de Plan Maestro había logrado iniciar lo que durante tantos años consideramos como utópico: integrar armónicamente los trabajos de restauración del Centro Histórico a la obra social y comunitaria, lo cual supone desentendernos de la escenografía puramente turística", según la arquitecta Patricia Rodríguez.

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