En cuestión de unas semanas han venido a coincidir la salida de un nuevo libro de Leonardo Padura dedicado a La Habana y una campaña del Ministerio de Turismo de la República de Cuba con Padura y La Habana como protagonistas. ¿Se trata de una operación conjunta?
La campaña del ministerio del régimen invita a descubrir La Habana "a través de la pluma de Leonardo Padura, el maestro de la narrativa cubana". En una imagen, el novelista aparece sonriente, ataviado con gorra, bufanda y abrigo para un frío que no es el frío habanero. "Su obra te sumerge en los ritmos y colores de la ciudad, convirtiendo cada barrio en un personaje esencial de sus historias", sostiene la campaña. Y apremia: "No te pierdas la oportunidad de sumergirte en el universo literario de este destacado autor, recomendado por la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo. ¡Déjate llevar por las fascinantes historias de Padura y explora el alma de La Habana!".
Su libro recién aparecido, Ir a La Habana, reúne reportajes y fragmentos de novelas en los que se ha ocupado de la ciudad. El reclamo de la editorial Tusquets reza así: "Un fascinante paseo por La Habana con un guía de lujo, el propio Leonardo Padura". (Sacado en claro de un cuarto de hora de lectura, de pie en una librería: mala prosa, imaginación pedestre, sentimentalismo y, cuando esa prosa y esa imaginación y ese sentimentalismo pretenden alzar vuelo, frases ridículas. El autor dista de ser un buen observador.)
En la presentación del libro en Barcelona, Padura habló de La Habana y se refirió a la necesidad de dar testimonio de "la ciudad prerrevolucionaria, la revolucionaria y la del actual proceso de deconstrucción". Una división cronológica que valió como coartada para que el régimen revolucionario no quedara relacionado con el arrasamiento de la ciudad.
Ya semanas antes, en un artículo publicado en El País, Padura se extendía acerca de la decadencia de La Habana y soslayaba la cuestión de la responsabilidad. Culpaba al paso del tiempo, biologizaba con tal de no meterse en política: "Pero los organismos vivos, como debe ser, corren diversos riegos intrínsecos a su condición: enfermedad, afeamiento, envejecimiento. Su espíritu, por su lado, puede estar aquejado de depresión, desidia, deterioro moral. Y todos esos padecimientos, lamentablemente, hoy los sufre La Habana".
Con silenciamientos y falsedades como estas, Padura no ha dejado de favorecer al régimen cubano. Ahora parece haber ido a más: su rostro sonriente en esta campaña ministerial lo convierte en colaborador activo del régimen.
El Ministerio de Turismo de la República de Cuba difunde su invitación a La Habana en un momento en que el país se encuentra asolado como nunca. Y es sabido que el grueso de las ganancias del turismo cubano desemboca en cuentas de GAESA, un conglomerado militar sin peritaje alguno, ocupado en invertir en la construcción de hoteles el dinero que roba a la población. Los cubanos viven un nuevo episodio de apartheid: antes les prohibían la entrada a los hoteles, ahora los saquean para construir hoteles para la casta militar.
Pero demos a Padura el beneficio de la duda. Concedamos que no fue consultado, que no estuvo al corriente de lo que el Ministerio de Turismo preparaba a costa suya. En ese caso, le valdrían los ejemplos internacionales de artistas obligados a defender obra propia incluida en campañas a las que se oponen o en las que no creen. Igual que ellos, Leonardo Padura podría exigir que retiren su imagen y cualquier alusión a su obra de la campaña del Ministerio del Turismo.
Dudo, sin embargo, de que se atreva. Tendría que enfrentarse, no solo a los inconvenientes con las autoridades cubanas, sino a posibles consecuencias con sus editores extranjeros y con sus lectores, muchos de ellos adoradores o antiguos adoradores de la revolución cubana, que le agradecen la suave crítica que pone en sus libros.
Padura ama La Habana tanto como ama la verdad: hasta el punto en que posicionarse por ella no le complique la vida. Cuanto hace es —para expresarlo en términos arquitectónicos— pro domo sua. Obedece, antes que nada, a interés propio. GAESA pone sus hoteles por encima de la miseria de la población cubana y Padura pone su conveniencia personal por encima de cuánto ocurra en Cuba. Y así como las ganancias del turismo cubano no están destinadas a mejorar la situación de los cubanos, la relevancia internacional de la que goza el novelista no se traduce (pese a garantizarle inmunidad) en gestos por la democratización de Cuba.
Hoy más que nunca, el Ministerio de Turismo de la República de Cuba está interesado en fomentar la llegada de turistas. El novelista está interesado en vender más ejemplares de sus libros y, por confluencia de intereses, Padura termina siendo lectura recomendada en las piscinas de GAESA.
Una confluencia de esta clase habla, no solo del fracaso del Padura ciudadano, sino también de su fracaso como novelista de serie negra o —en sus obras más ambiciosas— novelista político: la crítica social de sus novelas es tan inane que las propias autoridades contra las que debería ir dirigida no tienen impedimento en servirse de esas novelas.
Sea por anuencia con ellos o por impotencia suya para desautorizarlos, Leonardo Padura sirve a los criminales hosteleros que arrasan Cuba. Acaba de poner su obra al servicio de GAESA.
No es que parezca el mejor cronista de La Habana, no le he visto nunca ese ángulo a Padura. Lo que sucede es que es un escritor con oficio a veces aburrido, a veces brillante pero la cosa estriba en qué no es escribir de Cuba y sobre ella sino desde ella y eso es una opción que el Castrismo le quitó a los cubanos escritores, y lo sustituyó por Apologetas de nuevo cuño y mediocres hasta morirse cuyo ejemplo más significativo es Abel Prieto.
Lo que el hecho de Padura vivir en el exterior y abstenerse de críticas agudas al Gobierno le dan las características de un Silvio Susurro Rodríguez si si , no no pero es así y no es así , pero en la literatura.
Padura no me parece el mejor cronista de La Habana. Sus crónicas están plagadas de disparates. Ejemplifico: "La Rampa consiguió en sus años de esplendor convertirse en el corazón palpitante de la ciudad, desplazando de ese sitio al centro anterior, esencialmente comercial y mundano, ubicado en el cruce de Galeano y Neptuno, la famosa esquina del pecado". Todo el mundo sabe, menos Leonardo Padura, que 'esquina del pecado' se le llamó en otros tiempos a la intersección de Galiano y San Rafael. Pero el novelista se toma la licencia de trasladarla a Galiano y Neptuno, dos cuadras más allá. Por cierto, aunque los dos apellidos sean palabras homófonas, en este caso es Galiano y no Galeano. En la misma crónica le cambia el nombre al restaurant Monseigneur: "La música cubana de aquellos años gloriosos de la década de 1950 y de principios de la siguiente, tuvo en los espacios del entorno su más notables escenarios: desde el restaurant Monsieur, animado por el imprescindible Bola de Nieve...".
Padura cara dura vive en España, él va a Cuba de turista, es más, tienes pasaporte español. Él y sus amigos en Latinoamérica son todos iguales, miran y elogian el comunismo cubano de lejos.
Padura es peor que Susurro Rodriguez...
El Camaleon sale una vez mas de entre los basureros de Mantilla para esta vez irse por el Viejo Continente con una nueva MISION del ALTO MANDO DEL APARATO para atraer turistas con su último libro. Pero al testaferro de marras esta vez se le fue la mano porque ya el titular del libro en si es un anzuelo sin cargada porque La Habana esta en RUINAS y el lo sabe. Que atraccion turistica puede tener una ciudad donde hay basureros en cada esquina, donde los edificios se están cayendo a pedazos, donde los apagones hacen de la ciudad un lugar fantasmagorico donde los asaltos a los turistas son el pan de cada día. Este agente de la CI es un oportunista y ha vendido su alma al diablo por un poco de dólares
El pragmatismo de Padura es el mismo del cubano desesperado que cruza el charco en una goma de camión.
Gabo, infectado de realismo mágico, defendió el Macondo habanero y aduló a su Buendia fundador creyendo quizás en un comunismo que, para entonces, parecía creíble.
A esta altura del campeonato el maestro de la narrativa cubana SABE, con mayúsculas, de qué se trata este caimán rojo.
El camaleón es CULPABLE.
Antes de 1959, los habaneros residentes en El Cerro, Vedado, Santos Suárez,
Lawton, Luyanó, La Lisa, Diezmero y Los Pinos, entre otras barriadas, decían
"ir a La Habana" cuando iban a ir de compras a las tiendas que quedaban en
en el centro y la zona vieja de la capital. La mejor descripción de aquellos
tiempos la hizo Carlos Búa en su blog Memorias de un Cubano, que en 2019
reproduje en mi blog: El blog de Tania Quintero: Ir a La Habana
Capitales de países de Europa y Asia lucen como nuevas al paso de mucho más tiempo e incluso luego de haber sido hasta bombardeadas.
Recuerdo la entrevista donde dijo que él podía vivir en cualquier país del mundo, pero elegía Cuba. Quedé boquiabierta, no por su elección sino por las pobres Suiza, Inglaterra y Dinamarca perdiéndose a Padura. No j......a
Padura conocido como "cara dura" es rojillo. Nunca ha dedunciado a la dictadura ni a sus crimenes, le gusta jugar con el mono pero sin tocar a la cadena. Una pena que un escritor que tiene cierto reco nocimiento intelectual sea una boca callada ante los crimenes de la dictdura, lo que le hace cómplice de la misma.
Padura siempre ha sabido nadar y guardar, bien, pero bien la ropa. Ha coqueteado con la critica "light", quejoso más porque sus libros no se publican en Cuba, que por la censura del régimen. Ahora cabe, como apunta Ponte, "darle el beneficio de la duda" que no obstante bien pudiera convertirse en una protesta para que su nombre sea utilizado por el régimen, pero no creo que eso ocurra.