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Patrimonio

La Colección de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes

Sobre los fondos del museo habanero gravita el asunto del expolio de obras pertenecientes a particulares, tema sensible que deberá enfrentarse y solucionarse en Cuba.

Madrid
En la Colección de Arte Cubano, una gran pieza de Flavio Garciandía.
En la Colección de Arte Cubano, una gran pieza de Flavio Garciandía. Museo Nacional de Bella Artes de Cuba

El Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba exhibe una fabulosa colección de arte cubano, la más grande de su tipo en el mundo y la más completa, teniendo en cuenta el número de piezas que componen sus fondos, así como la variedad de técnicas, estilos y artistas que incluye. Es por ello un privilegio para el país contar con un museo capaz de exhibir los rumbos que ha tomado su arte durante 400 años, e ilustrarlo con no pocas obras icónicas de cada momento.

La Colección de Arte Cubano, que desde 1955 ocupa el edificio de Trocadero entre Zulueta y Monserrate, comienza su colección con pinturas del siglo XVII y transita por todos los periodos fundamentales del arte hasta finales del XX. En él es sensible la ausencia del arte prehispánico, estudiado únicamente por los arqueólogos, no incluido en ninguna compilación de arte cubano y por tanto fuera de los programas de enseñanza artística; así como del arte más contemporáneo. Este último merece su propio museo en el país, más allá del espacio que se le dedica en las galerías de arte y en las salas transitorias del propio Museo de Bellas Artes. Este es un proyecto añorado por décadas, tal vez temido, dejémoslo "como víctima del bloqueo".

Lo interesante es que el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba fue iniciativa de un arquitecto, Emilio Heredia Mora, quien había estudiado pintura en la Academia San Alejandro de La Habana, y en la de San Fernando de Madrid. Como Museo Nacional lo inauguró en 1913, gracias a donaciones y préstamos realizados por múltiples personas e instituciones civiles y religiosas. Entonces tenía una colección muy heterogénea que incluía objetos, mobiliario, vestuario, piezas arqueológicas, etc. A partir de 1918, lo dirigió el pintor Antonio Rodríguez Morey, quien, por su devota dedicación al museo, motivó que fuera receptor de importantes colecciones privadas en calidad de depósitos temporales y permanentes.

Hasta la década de 1950, el Museo tuvo cuatro sedes distintas y varió su museografía hasta especializarse en Bellas Artes en 1964, con la ampliación de su colección de pintura, escultura, grabado y dibujo. Pero ¿cómo se formó su pinacoteca? ¿de dónde proceden las obras que hoy se muestran al público, y las tantas otras que descansan en los almacenes de la institución, convirtiéndola en la mayor depositaria de arte cubano?

Es cierto que a lo largo de su vida el Museo recibió donaciones y también invirtió en arte cubano. Sin embargo, si apenas podía acondicionar su sede, por supuesto que no contaba con un amplio presupuesto para comprar obras de arte. Una de las vías para adquirir arte contemporáneo fueron las obras premiadas del Salón Nacional de Bellas Artes.

Es un hecho que parte de la colección correspondía a depósitos, dígase préstamos, que familias de la alta clase cubana realizaron, sobre todo en la década de 1950. Entre los más notables depósitos estaban los de María Luisa Olivares, marquesa de Pinar del Río; Joaquín Gumá, conde de Lagunillas; Julio Lobo; Oscar B. Cintas y José Gómez Mena. El único que siempre fue de carácter permanente fue el del conde de Lagunillas, gracias al cual el museo cubano ostenta una de las mejores colecciones de arte antiguo en toda Latinoamérica, sobre todo de arte egipcio y cerámica griega. Sin embargo, con el Gobierno revolucionario, todos los depósitos de obras de arte permanecieron indefinidamente en la institución.

En los primeros años de la década de 1960, con el gran éxodo de familias cubanas, el Gobierno confiscó múltiples bienes que administró el Departamento de Recuperación de Valores del Estado. Gran parte de las obras incautadas pasaron a formar parte de la colección del Museo. El volumen final de piezas y su calidad artística posibilitaron una nueva museografía dividida en tres áreas: arte cubano, arte antiguo y arte europeo. A diferencia de la primera, que tiene un despliegue cronológico bastante completo, la colección de arte universal se organiza por regiones de modo que, evitando algunos vacíos, pueda mostrar el desarrollo de las principales escuelas de pintura de Europa.

Finalmente, se ha dicho que entre 1989 y 1997 el Museo volvió a hacer inversiones para ampliar y actualizar su colección permanente. Los detalles sobre esas compras, sobre adquisiciones recientes o su política actual de inversión, no se han divulgado a pesar de ser una institución pública de carácter nacional. Así que poco se sabe sobre la perspectiva de crecimiento del Museo, así como su posible ampliación hacia colecciones de arte cubano del siglo XXI.

Sobre ella gravita el mencionado expolio de obras pertenecientes a particulares. Este es un tema sensible que deberá enfrentarse y solucionarse en Cuba, en primer lugar, desde la reforma de su cuerpo legal, como se intenta hacer en otros países donde la restitución del patrimonio privado es tratada para saldar injusticias y cuidar los derechos de quienes fueron afectados en distintas situaciones de conflicto.

Es un asunto pendiente para el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, como para otros museos cubanos depositarios de importantes colecciones privadas como el Museo Napoleónico, que tiene la colección de Julio Lobo; y el Museo de Artes Decorativas, con la de María Luisa Gómez Mena. Soluciones justas deberán encontrarse e inversiones hacerse para que, por otro lado, el país siga poseyendo la principal colección de arte cubano del mundo y con ello posibilitar su estudio, difusión y protección. El papel del Museo Nacional de Bellas Artes es fundamental en este proceso, pero como institución pública resulta esencial que obre con transparencia y compromiso.

Preocupa que en 2009 se inaugurara en Viena otro museo de arte cubano Museum of Fine Cuban Arts— que, sin el apelativo de "nacional", lleva el mismo nombre del de La Habana. En varios artículos publicados quedó registrada la visita que el viceministro de Cultura, Fernando Rojas, le hizo en 2010, así como el acuerdo de cooperación firmado para que el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba apoyara con sus fondos las exposiciones temporales de esta institución extranjera.

El de Viena es un museo pequeño, con unas 65 piezas de artistas representativos del arte cubano del siglo XX, que dicen haber sido adquiridas en subasta por Maximilian Reiss. No obstante, un artículo de la prensa vienesa dice textualmente que el museo "exhibe una selección de pinturas y esculturas del museo homónimo de La Habana", y que Reiss con su "energía y conexiones hicieron realidad el proyecto". 

Merecería aclarar qué versión lleva la verdad sobre la conformación y funcionamiento de un museo que en el mundo contemporáneo no tiene página web, ni noticias posteriores a 2010, ni acoge muestras de artistas cubanos contemporáneos, a pesar de que otros espacios en la misma ciudad hayan comisionado al menos dos excelentes muestras entre 2021 y 2023: Obsession y Alibi.

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2 comentarios

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Profile picture for user Ana J. Faya

En el 2008 se exhibieron en Montreal 400 piezas de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes y la Fototeca de Cuba. Aunque con un evidente fin político bajo una visión sesgada de la historia de Cuba, el número de obras hizo de la exposición un gran evento cultural. Se vendió allí y online un libro cuya edición estuvo a cargo de la curadora del Museo Luz Merino. Su valía son las reproducciones de la Colección de Arte Cubano que, aunque no tienen una impresión de excelencia como ameritan las obras, brinda una muestra bastante considerable del patrimonio del Museo. Gracias a Yaneli por estas entregas.

Profile picture for user Weston

Ningún articulista está obligado a contar su vida, pero alguna vez alguien se refirió a Yaneli Leal como "digna hija de su padre". Desde luego que inmediatamente pensé que era hija de Eusebio Leal. Y confieso que le he dedicado cierto tiempo a investigar por internet sobre esa posible relación; pero la búsqueda ha sido infructuosa. Lo sea o no, es indiscutible que estamos recibiendo regalos semanales que posiblemente no apreciamos lo suficiente. Esos regalos son sus artículos, que no tengo reparo en calificar como lo mejor de DDC. Cuando uno ve su biografía, sus estudios y lee estos textos, se enorgullece de esta joven cubana, que a veces me parece que vive flotando en una nube de sabiduría y belleza, muy por encima de la realidad cubana. Es como si nos recordara que todavía Cuba respira y ella espera en las alturas por la recuperación de lo que fue, y ya no es. Gracias Yaneli.