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Cine

Parir en Cuba: cuatro testimonios ejemplares

El documental de los cineastas independientes Juan Manuel Pérez y Yindra Regueifero entrevista a cuatro madres que han tenido que lidiar con las dificultades de parir en la Isla.

La Habana
Una madre cubana y su hijo recién nacido.
Una madre cubana y su hijo recién nacido. Invasor

Un documental independiente acaba de estrenarse en el espacio alternativo La Casa Amarilla (otra azotea de una casa particular destinada a la promoción cultural en Cuba, lo cual ha venido siendo nuestra versión bohemia de los rooftops). La obra se titula Maternando en Cuba.

Su realización estuvo a cargo de Juan Manuel Pérez, coordinador de La Casa Amarilla, y la actriz integrante del grupo de teatro El Ciervo Encantado, Yindra Regueifero. La hechura es sencilla pero eficaz. Durante cuatro entrevistas paralelas a cuatro madres que han tenido que lidiar con las dificultades de parir en Cuba, se crea, en 35 minutos, la noción cabal de sus percances. Son cuatro casos que, desde sus particularidades, describen muy bien nuestra extraña normalidad.

Ninguna de ellas planificó el alumbramiento. Claudia, una bailarina veinteañera quedó embarazada durante la pandemia porque, según sus propias palabras, "se desaparecieron los condones". Amanda, tatuadora, y Caridad, auxiliar de limpieza, batallan sin el padre de los niños para alimentarlos. Liset dejó sus estudios en la Unión Soviética con siete meses de embarazo para venir a la Isla a dar a luz a su hija.

Las tres primeras, cuyas edades oscilan entre 20 y 40 años, han padecido alguna forma de violencia obstétrica. Claudia tuvo que sufrir la excelencia de nuestra potencia médica desde temprano: cuando le confundieron una infección por clamidia con una "gonorrea aguda"; luego insistieron en hacerle una cesárea y trataron de sedarla por raquídea siete veces… con lo cual la dejaron paralizada por un buen tiempo. A Caridad olvidaron sacarle el líquido de la placenta en el segundo parto porque los doctores estaban entretenidos conversando mientras la asistían. Mientras que Amanda admite por su nombre la violencia gineco-obstétrica durante el parto por la cual tiene "una mala herida de la cesárea".

Son mujeres fuertes que han seguido adelante solas o acompañadas con su descendencia: Claudia es la fundadora la primera tienda esotérica habanera llamada El Babujal (ahora con presencia online); Amanda continúa con el arte del tatuaje, creyéndose cada vez más artista; Liset, profesora de la ENA durante muchos años, es la directora del grupo de teatro La Chinche; y Caridad lucha por alimentar cuatro hijos en un edificio que está declarado con peligro de derrumbe desde 1964. "Hoy mismo, cuando venía para acá, se cayó una torta de techo", nos cuenta esta última.

A pesar de que todas consideran una dicha el haber concebido a sus criaturas, ninguna parece dichosa. Liset carga con la pena de vivir separada de su hija, que abandonó el grupo de teatro y el país hace diez años. Amanda teme no tener fuerzas suficientes o una vejez sin dinero para mantener a su hija. Claudia confiesa que aunque luce empoderada y positiva, a veces se ha visto sin un centavo.  "Nadie sabe por lo que pasa uno", dice.

Amanda no es optimista: "Aunque haya un cambio político, no va a haber en muchos años un cambio social". Tiene "sentimientos encontrados con la hipocresía de la escuela", y agrega: "de qué manera le explico a mi hija que se olvide de todo lo que dijo la maestra, de Fidel o el Che, y al otro día le pongo un uniforme y la mando para la escuela, y lo que hago es crearle tremenda confusión a ella…".    

No se sabe aún cómo será la distribución de este sincero documental, pero seguramente engrosará la lista obras nunca estrenadas por las instituciones cubanas, publicada recientemente por la Asamblea de Cineastas. 

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1 comentario

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¿Por qué esa señora está preocupada por que las escuelas ya no adoctrinen a los estudiantes para adorar a Fidel y Che? Ten en cuenta que, durante la última generación, una vez que estos estudiantes salen de la escuela, no pasa mucho tiempo antes de que se den cuenta de que todo es una estafa. Excepto por un porcentaje muy pequeño de las generaciones más jóvenes, las únicas personas todavía lavadas el cerebro por el adoctrinamiento son personas mayores que nunca fueron expuestas a nada más. De todas las cosas que un cambio potencial podría traer, que los estudiantes sepan que toda la revolución fue un gran engaño es lo que menos me preocupa.