El puerto ha sido para La Habana muchas cosas, tantas que la relación entre ambos sellan una historia centenaria de reciprocidad y común progreso, una alianza estratégica que no se debería romper.
El puerto fue el motivo que llevó a edificar la ciudad, a dirigir hacia ella los principales recursos materiales y humanos que han distinguido su desarrollo arquitectónico, cultural, científico y tecnológico, su capitalidad, fortificación e implementación de obras de ingeniería y urbanismo de relevancia. Desde el principio fue el motor económico de La Habana, su puerta o acceso principal, su paisaje más identificativo, su núcleo industrial y comercial, y el espacio de mayor confluencia de gentes, con el consecuente intercambio cultural y sedimentación de tradiciones que esto genera con el tiempo.
La industria ha jugado en el puerto un papel protagónico, tanto por el propio sistema naviero que le da funcionamiento, como por los múltiples espacios productivos instalados alrededor y aquellos más distantes, esparcidos por distintas zonas del país pero que en el puerto habanero tuvieron su principal canal de comercio.
En sus inicios el puerto de La Habana constituyó un enclave estratégico para la Carrera de Indias, lo que motivó el desarrollo de la manufactura en Cuba para el avituallamiento de las flotas y de la población a su servicio. Esto motivó la creación de múltiples centros productivos asociados a la agricultura, la ganadería, la minería, la construcción y reparación naval, y la industria de materiales de construcción para la edificación de las instalaciones necesarias y del sistema de fortificaciones que protegió la bahía.
Una vez disuelta la Carrera de Indias, el puerto reforzó su vínculo con la industria nacional, y su entorno inmediato continuó acogiendo un notable número de factorías y espacios de almacenamiento y comercio. Puede decirse que La Habana contó entonces con el territorio productivo más extenso que tuviera cualquier otra ciudad portuaria americana.
La hegemonía de rubros como el azúcar, el tabaco y el café fue evidente en el contexto portuario. Es la razón por la cual se construyeron numerosas fábricas de tabaco en su entorno, e inmensos almacenes ocupados en gran parte por sacos de azúcar. El vínculo con la industria azucarera justifica el despliegue de vías férreas por toda la rada, convertida en cabecera de las líneas que comunicaban con las principales zonas productivas del país. Asimismo, fue el puerto de La Habana el canal de entrada de la tecnología y las maquinarias requeridas para el avance de la industria en el país. Para ello debió acondicionar sus instalaciones y en sus cercanías tuvieron sede las principales asociaciones e instituciones que gestionaron el despegue industrial y comercial de la Isla.
Todo ello pervivió durante gran parte del siglo XX, cuando se modernizaron y ampliaron las instalaciones portuarias en concordancia con el avance industrial y tecnológico de cada momento. El puerto protagonizó entonces la construcción de las primeras termoeléctricas, tuvo líneas de tranvía y tren eléctrico, depósito de cemento, fundición de acero, refinería, etc. En su entorno se consolidaron distintos barrios marcados por la actividad industrial como Centro Habana, Cerro, Luyanó, Regla y Guanabacoa. La combinación de usos y espacios extendida entre la bahía y sus urbanizaciones inmediatas, permite hablar de un espacio común íntimamente vinculado por funciones compartidas, a pesar de las marcas territoriales que los identifican.
En estrecha relación con la relevancia del puerto, La Habana concentró el mayor volumen de industrias del país, monopolizando incluso algunos rubros productivos. Esta plataforma industrial, nacionalizada en 1960, siguió en explotación y crecimiento durante otras tres décadas, en las que se potenció la flota nacional y se terminaron de ocupar con terminales marítimas, pesqueras, plantas industriales y astilleros los espacios que quedaban disponibles al sur y este de la bahía.
A partir de la caída del campo socialista todo ha ido en retroceso, la flota pesquera desapareció y la infraestructura portuaria e industrial se depreció y descapitalizó por falta de mantenimiento y recursos. Esto ha conllevado al vaciamiento de las actividades comerciales del puerto e incluso la demolición de algunas estructuras por su pésimo estado. Finalmente, en 2014, el Gobierno decidió trasladar todas las funciones comerciales del puerto de La Habana hacia el del Mariel, quedando un mínimo de instalaciones industriales en activo.
Desde 1993, en el centro histórico de La Habana Vieja se había iniciado un importante plan de rehabilitación con una marcada vocación hacia el turismo cultural, que también ha redirigido hacia el ocio y la educación patrimonial los proyectos de conservación del litoral costero que le corresponden. Esta proyección se ha extendido a todo el puerto con la creación, en 2017, de un Plan de Manejo Integral que, de implementarse, constituirá el mayor proyecto de su tipo en el contexto latinoamericano, pues comprende la intervención estratégica de 2.531 hectáreas (de ellas 1.673 hectáreas terrestres). Hasta el momento una de las acciones más abarcadoras en América ha sido la de Porto Maravilha en Río de Janeiro, sobre 494 hectáreas.
No obstante, aunque el puerto se proyecte como estación cultural, no debe perderse de vista el fomento de las funciones y actividades que le han sido tradicionales y que permitirían mantener viva su esencia —extensible a la ciudad—, equilibrando los cambios y aprovechando sus condiciones innatas. El puerto no es un fragmento más de costa, por sus facilidades e infraestructura puede desempeñar actividades de difícil desarrollo en otro sitio.
Es un reclamo urgente y una necesidad vital que el país invierta en industria. El puerto de La Habana ha canalizado históricamente su comercio, por lo que una buena gestión del mismo debe aprovechar esta práctica histórica a pesar de las limitantes que imponen a los cargueros modernos las dimensiones del canal de entrada y la presencia del túnel. Sería un despropósito, con graves consecuencias para la identidad cultural de La Habana, que dejara de ser una ciudad portuaria para convertirse en una ciudad costera, musealizada y completamente turística.
¿Qué futuro tendrá el puerto de La Habana? Eso dependerá de cuánto se invierta para reanimar las funciones que le son intrínsecas y para rescatar su patrimonio industrial, entendido como parte sustancial del puerto y de la ciudad. Esto será clave en la sostenibilidad del Plan de Manejo y en la preservación de la autenticidad y carácter histórico que sustentan la identidad del sitio y su trascendencia.
La Habana cuenta con un puerto excelente, y aunque quizás no atienda a los buques portacontenedores más grandes, eso solo representa un segmento relativamente pequeño de los tipos de embarcaciones que son cruciales para facilitar el crecimiento y la actividad económica. La Habana puede mejorar tanto su acceso a la costa y actividades recreativas como promover la continuación del uso de sus terminales marítimas de aguas profundas para aprovechar las tremendas ventajas en costos y capacidad que siempre ha proporcionado y siempre proporcionará el comercio marítimo para el desarrollo económico. El turismo por sí solo solo puede mantener una economía pequeña, ciertamente no una ciudad del tamaño de La Habana. El puerto de La Habana seguirá siendo un centro de energía, carga general y carga seca, así como posibles buques alimentadores de contenedores, todos los cuales el puerto tiene la capacidad de manejar tanto en términos de infraestructura ferroviaria y terminal portuaria existente.
El desarrollo del puerto de Mariel ya ha sustituido a La Habana para el comercio actual, que como se sabe es en enormes barcos para miles de contenedores. De ahí que La Habana vaya quedando, salvo la zona de la refinería de petróleo al este, como bahía para barcos de turismo, cabotaje, comercio menor...
La Habana, al igual que todas las ciudades costeras, no solo en Cuba sino en todo el mundo, se desarrolló alrededor de su puerto porque proporciona una tremenda ventaja logística para llevar a cabo el comercio. No es cierto que La Habana solo maneje petróleo; también funciona como un puerto para carga general y carga seca. Por supuesto, la ciudad puede mejorar el acceso a la costa y aumentar las oportunidades recreativas, pero pensar que el futuro de la ciudad dependerá únicamente del turismo demuestra una profunda falta de comprensión del desarrollo urbano. Incluso en la República Dominicana, que recibe más de 7 millones de visitantes al año, el turismo solo representa el 15% de su economía. Reemplazar el puerto de La Habana por Mariel solo serviría para aumentar drásticamente los costos de transporte, reducir la ventaja natural de La Habana para el desarrollo económico y aumentar la congestión vial, el desgaste de las carreteras, los accidentes de tráfico y la contaminación.
Los dueños de Cuba sólo piensan en el futuro de sus bolsillos.