A Grisell Monzón los ojos le lloran con el clima de Madrid, pero se ríe a carcajadas y me hace recordar a La Habana Vieja, con sus calles estrechas y su color mestizo. A veces pienso que Madrid es una provincia de Cuba. A donde quiera que miro hay alguien como Grisell. Se lo cuento y, mientras conversamos para DIARIO DE CUBA, me dice que ella lo cree también, y que esa es una circunstancia que debemos aprovechar.
"Mi entrenador del gimnasio es cubano. Fue muy emocionante porque una pasa de que la gente la conozca en la calle en Cuba a de repente estar aquí y nada. El día que llegué al gimnasio, él se quedó mirándome y me dijo: 'Tú eres actriz cubana' y dice: 'Mijaaaaa' y yo: 'Ñoooo, es cubano'. Ayer Claudia (amiga de Grisell) y yo fuimos a un turno médico que ella tenía y la enfermera era cubana. Acabo de alquilar un piso porque la persona que me lo alquiló tuvo una novia cubana".
La actriz llegó a Madrid en mayo de 2022, y aunque ha pasado todo un año, los tiempos de la emigración se sienten de otra manera.
"Uno lo cuenta todo. Yo nunca imaginé que iba a contar tanto los días. Yo siempre pienso en esas cosas que tú vez en las películas de los náufragos, de la gente que está en prisión y va pitando palitos en la pared y tú ves que van tachando. Aquí realmente el tiempo se ha vuelto algo importante. Mientras más tiempo pasas aquí, más cosas vas logrando. Ya llevo un año, y entonces ya hice lo que en un año tienes que hacer. Me quedaron cosas pendientes. Uno se siente muy presionado con el tiempo, porque es como si acabara de nacer en esta sociedad. Y es importante sentir que el tiempo está pasando y que estamos logrando cosas".
A Grisell solo le ha costado un año retomar su carrera profesional. Un día, un amigo actor la llamó y le dijo que el director cubano Carlos Díaz estaba haciendo un casting para La Celestina. Monzón interpretó el personaje de Melibea.
"Cuando emigras, pones en pausa muchísimas cosas de lo que tú eres. Porque tú no sabes a lo que te vas a enfrentar. Es empezar a buscarte la vida en trabajos que aparezcan. Lo primero es tener una estabilidad económica y, claro, al mundo del arte tienes que ir entrando poco a poco. Tienes que entender cómo funciona, que las personas te conozcan y te recomienden. Cuando Carlos me llamó para La Celestina, fue una sorpresa. Yo no quería ni hablar de eso. Todo era como un silencio sepulcral. Incluso yo estaba ensayando y decía que hasta que no me viera estrenando la obra arriba del escenario yo no me lo iba a creer. Yo nunca había trabajado con Carlos Díaz en Cuba. Eso fue un regalo, trabajar con Carlos Díaz aquí en Madrid, mi primera obra de teatro aquí en Madrid".
Grisell se ha enfrentado a la realidad de la emigración. Viene de un país con una crisis sistémica donde casi nada funciona. Forma parte de un número demencial de jóvenes que prefieren poner copas en España o limpiar casas en EEUU que volver a Cuba. Es el resultado de problemas sociales que están haciendo metástasis. Para ella lo más importante ha sido reinventarse.
"Yo me gano la vida en una vinoteca, eso es algo nuevo en mi vida. Es de esas cosas que una dice: 'bueno, aquí a reinventarse'. Esa palabra que tanto me gusta. Aquí a vender vino y a hacerte la sumiller y la entendida. Tu nuevo personaje es la catadora de vinos. Digna y con toda tu cadena de acciones bien aprendida. Los cubanos tenemos cero cultura del mundo del vino. Yo me compraba unos pepinos de vino dulce de 20 pesos en la ENA (Escuela Nacional de Arte). Cuando yo entré a trabajar en la vinoteca me sentí extremadamente perdida, porque aunque no te dediques al mundo del vino en España, es tanta la cultura que tú tienes desde que naces, que todo el mundo sabe de dónde es este vino, quién lo produce, cuáles son las bodegas más famosas o las que producen ese vino, la denominación de origen".
El elenco entero de La Celestina, que subió a las tablas del teatro Corral de Comedias de Alcalá de Henares, era cubano. A Madrid han venido a parar directores de cine, de teatro, artistas de la plástica, actores, músicos. Grisell cree que va a ocurrir algo con eso. "Tiene que ocurrir", me dice.
"Yo creo que tomamos decisiones porque en donde estábamos ya no éramos felices y tenemos que ser consecuentes con esa decisión (...). Hay que llenarse de valor todos los días y decir 'esto era lo que yo quería, lo estoy logrando'. Yo creo que uno nunca, nunca, nunca puede renunciar a lo que es. Hay días mejores, hay días peores, hay días en los que no vas a querer ver a nadie. Hay días en los que vas a decir '¿qué he hecho con mi vida?'. Pero, yo creo que la felicidad es una decisión muy personal. Eso va contigo. Tú nunca vas a dejar de ser eso que fuiste".
Esta chica con esa disposición y perspectiva del mundo en el que vive, va a alcanzar mucho. Le deseo todo el éxito y felicidad que merece.