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Urbanismo

La industria cervecera que parió jardines y stadiums

La Nueva Fábrica de Hielo S.A., propietaria de las cerveceras La Tropical y Tívoli, invirtió en centros de recreación y deporte que tuvieron un impacto muy significativo en la vida social de La Habana.

Madrid
Stadium Cerveza Tropical, La Habana, circa 1929.
Stadium Cerveza Tropical, La Habana, circa 1929. Archivo Nacional de Cuba

En su avance industrial y comercial, la Nueva Fábrica de Hielo S.A., propietaria de las cerveceras La Tropical y Tívoli, invirtió en centros de recreación y deporte que tuvieron un impacto muy significativo en la vida social capitalina. Con una intención comercial y filantrópica, esta industria privada se convirtió en un importante mecenas que creó espacios inéditos y accesibles a todo público. Sitios como los Jardines de La Tropical, el Stadium Cerveza Tropical y su salón de baile, han dejado una huella profunda en la vida cultural y deportiva habanera, y un siglo después siguen siendo útiles y necesarios.  

El primero fue los Jardines de La Tropical (1904), construido en las proximidades de la fábrica de igual nombre, en la otra ribera del Almendares. Este hermoso jardín modernista fue el primero de su tipo en el país, y supo combinar de manera excepcional la belleza del espacio natural, rediseñado como un jardín tipo inglés, con varios salones donde podían celebrarse fiestas, almuerzos y reuniones con un carácter íntimo o multitudinario.

Desde sus inicios gozaron de gran popularidad ya que, además, eran de acceso público y sin restricciones, aunque cada clase y grupo social tuvo un sitio distinto en la agenda de eventos del parque. De esta forma, los Jardines de La Tropical ofrecieron un espacio recreativo singular donde se celebraron conciertos, fiestas y reuniones de sociedades regionales, colegios e instituciones, encuentros deportivos y eventos de carácter político como el Primer Congreso Nacional de Mujeres (1923) y el Primer Congreso de la Hermandad de los Jóvenes Cubanos (1938).

Algunos prestigiosos clubes como el Unión Club, el Casino Español, el Vedado Club Ciclista, la Asociación de Dependientes del Comercio y el Club Rotario, a pesar de contar con espacios recreativos propios, emplearon estos jardines para fiestas y encuentros de esgrima y motociclismo, lo que demuestra la gran versatilidad de eventos que tuvo el parque. Asimismo, por iniciativa de los propietarios de La Tropical, fueron sitio de homenajes a deportistas cubanos y extranjeros, como los boxeadores Kid Chocolate y William Othon, y las basquetbolistas de los equipos del Miami Beach y del Club Atlético de Cuba.  

La buena inversión que en términos comerciales significó la explotación de este espacio, así como su gran aceptación social y necesidad entre las opciones recreativas de la capital, propició que otras industrias cubanas secundaran la iniciativa. Así se fundaron los Jardines de La Polar (1914), por la cervecera de igual nombre también en Puentes Grandes; los Jardines de la Casa Bacardí (1929), en Santiago de Cuba; los Jardines de La Cotorra, en Guanabacoa, y los de San Francisco de Paula o la Quinta de la Bien Aparecida (1929), por las compañías de agua de manantial La Cotorra y San Francisco, respectivamente.

En la segunda década del siglo XX, la Nueva Fábrica de Hielo S.A. habilitó el Parque de Palatino como lugar de reunión y recreo. Allí poseía un chalet con salón de baile y comedor, espacio que alternaba con los Jardines, sobre todo para los eventos de su Sociedad de Empleados. En 1935, también fundó el Casino y Balneario Cerveza Cristal, en Punta Gorda, Santiago de Cuba.

Mecenas de las artes y el deporte cubano, los propietarios de la Nueva Fábrica de Hielo potenciaron el desarrollo de estas actividades a la par que dieron visibilidad a sus productos. No cabe duda de que supieron establecer poderosas estrategias de marketing dando cauce a los productos de su emporio industrial, a la par que establecieron sitios de intercambio social que dejaron profunda marca en la ciudad y fueron referente obligado en las estrategias de otras industrias.

Julio Blanco Herrera, penúltimo propietario de la compañía, fue quien más sobresalió por sus iniciativas filantrópicas. Amante del deporte, el 12 de octubre de 1929, inauguró el Stadium Cerveza Tropical, con capacidad inicial para 15.000 personas. Hoy conocido como Pedro Marrero, está ubicado en la Avenida 41, junto a las antiguas oficinas generales de la compañía que actualmente ocupa el Ministerio de la Industria Alimenticia. En 1933, también inauguró la Arena Cerveza Cristal, hoy desaparecida, con capacidad para 5.000 personas. Ubicada en Infanta, esquina a Universidad, fue sitio de importantes torneos de boxeo como el Campeonato de Boxeo Amateur Guantes de Oro, organizado por la Comisión Nacional del Boxeo y Luchas.

El Stadium Cerveza Tropical se había construido en sustitución del segundo Almendares Park, encomendado por su padre Cosme Blanco Herrera y que fue arrasado por el famoso huracán de 1926. Hasta la construcción del Estadio Latinoamericano (1946) fue el más grande de la capital, sede de la Liga Profesional Cubana de Béisbol, y por tanto escenario de partidos de significación y eventos como los II Juegos Deportivos Centroamericanos (1930), y el Campeonato Mundial de Béisbol Aficionado en sus ediciones de 1939, 1940, 1941, 1942 y 1943. Actualmente, se utiliza como estadio de fútbol y sede de la selección nacional. No obstante, comparte el deterioro que caracteriza a la mayoría de las instalaciones deportivas del país, aunque existe un proyecto gubernamental de renovación, pendiente de concreción.

En 1954 se le había anexado el salón Stadium Tropical, luego conocido como Salón Rosado Benny Moré. Esta fue la tercera instalación de carácter recreativo que tuvo la compañía en la capital. Ha sido muy conocida por la programación de conciertos de música popular. Sin embargo, el mal ambiente generado en ellos, así como en los conciertos organizados en los Jardines en la década del 80, han dejado un estigma sobre estos sitios antes apreciados por la maravillosa gestión de sus actividades sociales. Consecuentemente, una apreciación negativa ha gravitado sobre ellos durante mucho tiempo incidiendo sobremanera en su depreciación, abandono y valoración patrimonial.

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