El guionista cubano que está de moda en España, Alejandro Hernández, pasó por la guerra de Angola y un curso en Noruega antes de llegar a Madrid con una mochila y 5.000 euros en efectivo. "Lo de escribir historias me viene de familia, mi padre tenía un tío en Cienfuegos que le encantaba contarlas y un día descubrí que se podía vivir de eso", dice en entrevista con DIARIO DE CUBA.
El ganador de un premio Goya al mejor guion adaptado por Todas las mujeres (2013), sigue una recia disciplina. "Me levanto, llevo a mi hijo a la escuela, intento nadar todos los días y completar unas páginas mínimas", dice el guionista. Acota que escribir guiones, "al contrario que la literatura, tiene unos tiempos y hay gente que depende de ti".
A los 18 años, Alejandro Hernández fue reclutado como tantos otros cubanos para la guerra en Angola. El guionista cuenta que se fue de Cuba escuchando Heavy Metal y regresó con boleros.
"Cuando te vas a un país en guerra es un antes y un después. Estuve allá en una época muy importante de mi vida, estaba intentando entender el mundo. Para mí fue un shock tremendo. A nosotros nos hablaban en Cuba sobre el internacionalismo, la polaridad de la Guerra Fría, y cuando llegué allá me di cuenta que había una realidad de conflictos tribales en los que no pintábamos nada".
Aunque fueron días difíciles, Hernández recuerda las experiencias y amigos que se llevó y afirma que no sería el guionista que es hoy sin esa época.
"Nunca había visto un muerto, nunca había pasado un miedo como el que pasé allí. Vi gente perder la cabeza. No sería el escritor que soy si no hubiera pasado una experiencia como esa. Aprendes de ti mismo, de tus límites, debilidades, miedos, y sobre la ansiedad"
"Maduré muy rápido, también por la compañía. Mucha gente no sabe que la mayoría de los soldados que estuvieron en Angola eran reservistas, gente de 30 a 40 años que quería que le dieran una casa o un carro en Cuba".
Cuando regresó de Angola, Hernández empezó a dar clases en una secundaria y la experiencia fue "terrorífica".
"Yo tenía el pelo largo en aquella época, no pegaba nada allí". Luego, a través de unos amigos, pudo entrar en la Escuela de Cine de Cuba y empezó a hacer talleres, uno de ellos con Gabriel García Márquez.
Hernández se fue de Cuba cuando tenía 28 años. La puerta hacia Europa se le abrió de la mano de un curso de guion en Noruega.
"Cuando salí tuve ese sentimiento de los que esperan mucho tiempo para salir de ese puñetero país. Los estudios eran por dos años y cuando acabó el primero me escribieron de Inmigración cubana para decirme que tenía que regresar y después me dejaban viajar de nuevo a Noruega para terminar. Luego me enteré de que a un estudiante que estaba en mi misma situación le dijeron lo mismo, pero nunca lo dejaron volver. Ahí me declararon por primera vez desertor y me prohibieron entrar a Cuba por cinco años", recuerda Hernández.
Cuando terminó sus estudios, el guionista partió hacia Madrid, donde fue recibido por grandes directores y actores españoles como Mariano Barroso y Manuel Martín Cuenca. De ellos aprendió a escribir para los actores, para hacerlos brillar.
"Mariano y Martín me enseñaron a escribir para actores, es algo que me apasiona y es lo más bonito de este oficio. Descubrí que se puede escribir para que queden mejor. Para mí es una obsesión que el actor esté muy cómodo con lo que hago. Hay que tener contacto con los que van a hacer que lo tuyo realmente vuele", dice el guionista, quien también es profesor en España.
Sobre qué debe que tener una historia para que sea buena, Hernández dice que debe incluir un conflicto cuya solución no sea racional. Además, la historia debe estar bien contada.
"Eso se ve desde pequeño con los chistes. Quienes son buenos contando chistes suelen ser buenos contadores de historias, porque el chiste tiene una estructura muy sencilla, pero que tiene que ser muy efectiva. De hecho, Sigmund Freud tiene un libro dedicado al chiste en relación con el inconsciente; tiene que tener una sorpresa final con la que te ríes, y eso en pequeñito es una célula que te enseña una estructura que permite contar buenas historias", concluye.