El joven cubano Ruber Osoria tomó una decisión difícil en 2018, emigrar de su natal Contramaestre, en Santiago de Cuba, en busca de un destino donde desarrollar sin trabas una pasión recién descubierta, la fotografía.
Este artista, que en solo un mes recorrió cuatro países y fue víctima de la trata humana, de la sed, el hambre y el miedo, cuenta a DIARIO DE CUBA sobre su llegada "accidental" a la fotografía y sobre cómo, ahora desde Chile, sigue sumando pasos para "representar el movimiento de la street photography cubana en la esfera internacional".
"En el pre pedagógico un día salí de pase. Cuando aquello eran 25 días en la escuela y cinco en la casa. En el pueblo me reuní con unas amistades y decidimos crear un grupo de teatro, Reflejos. Me empecé a inmiscuir en el mundo artístico del pueblo. Ya dentro de la Asociación Hermanos Saiz (AHS) interactué con artistas de varias tendencias. Allí conocí a un grupo de rock, Metástasis, y me fui con ellos a varios festivales por toda Cuba", relata.
"Conocí alrededor de ocho provincias con el grupo. Ellos me pasaron una camarita y ahí tuve mi primer choque con la fotografía. No hacía fotografía en otro momento que no fueran esos festivales. No tenía medios. Me frustraba", añade.
Osoria, de 29 años, hijo de una campesina soltera, criado en un entorno humilde del campo, tenía muy poco dinero, pero se conectaba a internet "para leer cosas de fotografía", todavía sin un referente.
"Un tío de EEUU de visita me regaló un IPhone 6S Plus y con eso empecé a hacer fotos. Con esa cámara hice una primera serie llamada Ignotos, rostros del Contramaestre. En 2018 la expuse en un evento nacional de escritores de la AHS", dice.
Osoria confiesa que se tiró de la segunda planta del pre "para no pasar el servicio militar obligatorio".
"Para mí son dos años de pérdida de tiempo. Me pusieron tratamiento. Cuando mi tío me regaló la cámara yo dejé de tomarme las pastillas". Por eso dice que la fotografía también fue para él "una terapia".
Travesía migratoria
"En 2018, después que hice la pequeña exposición en el Café Cantante del pueblo yo decidí emigrar. Por esos días se hablaba de Chile como destino migratorio. Volé a Guyana, de allí viajé a Brasil. Desde allí tomé un ómnibus hasta Manaos. Muy asustado llegué después a Perú. No sabía dónde estaba ni lo que me podían hacer (los traficantes de personas)", afirma.
Después de una travesía que incluyó un desierto minado, Osoria entró finalmente a Chile. Pasó por calabozos de Migración y tuvo que presentarse diariamente a la Policía a la espera de una expulsión por entrada ilegal. Logró llegar a la ciudad de Concepción, ciudad donde actualmente radica.
"Un sacerdote me recogió, me llevó para un albergue de inmigrantes en su iglesia. Me dio una cama y viví allí aproximadamente seis meses sin poder hacer nada. A través de un matrimonio de Testigos de Jehová conseguí un trabajo ilegal, aún sin papeles, cambiando el filtro de aceite a los carros. Los ahorros fueron para comprar mi primera cámara", relata.
A partir de entonces la obra de Osoria ha ido en aumento, catapultada tras las protestas de Chile de 2019, por la visión particular que ofreció de la situación con su cámara.
"En Chile la experiencia con la fotografía ha sido excelente. He tenido acceso a cosas que en Cuba no tenía. En Cuba no hay difusión de información sobre fotografía. Si no tienes una obra dedicada a la revolución o a los dirigentes no subes un escalón. Si quieres publicar en un periódico te hacen pasar mil filtros, mil trabas", lamenta.
"Acá todo es más libre, puedes hablar con los editores, crear. Acá conocí el movimiento de fotografía, empecé a estudiar de forma autodidacta, a conocer a otros fotógrafos. Fui fundador de la Asociación de Fotógrafos de Concepción (AFOCONSE) de la región del Bio Bio", dice.
"Fotografía de ficción"
Osoria describe una gran parte de su obra como "una fotografía del subconsciente".
"No fotografío lo que veo, si no lo que imagino. Hago mi boceto. Los personajes de mis imágenes son fruto de mi invención. Tomo prestados a actores de la calle para reflejar mi subconsciente. Hago una fotografía de ficción", declara.
"No le pongo metas a mi obra. Trabajo, fotografío. Creo mis imágenes. Quiero que el espectador le busque un sentido, el que quiera. Es mi terapia, me encanta hacerlo", añade Osoria, que tiene entre sus referentes a Richard Egglestone, los cubanos Raúl Cañibano, Enrique de la Osa y Evelyn Sosa, o el chileno Sergio Larraín.
El joven, que trabaja con una Sony Alpha 7, con objetivo de 35 mm full frame, de focal fija y enfoque manual, cree "necesario un catálogo de todos los fotógrafos cubanos". Dice que "a la fotografía cubana no se le está dando el valor que necesita".
Echa de menos dentro de Cuba "un proyecto contundente de denuncia que refleje lo que verdaderamente está pasando", aunque "considera que hay una fotografía de calle excelente".
Osoria se convirtió este 2021 en el primer cubano y uno de los tres únicos latinos en quedar finalistas en el certamen Italian Street Photo Festival, lo que el joven considera un logro en su corta carrera.
Como sueños cumplidos cita su parte en un libro sobre el estallido social en Chile, su obra publicada en Nueva York, España, Austria y en una de las mejores revistas de Chile de fotografía, "algo que no pensó nunca".
Ruber Osoria quiere reunirse con fotógrafos cubanos en el extranjero y proponerles "recaudar fondos para crear un sitio web que recoja toda la memoria fotográfica cubana, donde aparezcan los contemporáneos, los emergentes".
"Exhorto que como comunidad de fotógrafos hagamos algo lindo para motivar a los jóvenes a seguir creando", dice.
"Me encantaría exponer en Cuba, pero más que exponer, me gustaría fotografiar lo que está sucediendo, denunciar, que es el principal objetivo de los fotógrafos documentales", concluye.
Como parte del grupo Progressive Street Photographers, Osoria presentará parte de su trabajo en octubre de este año en una exposición colectiva organizada en Milán, Italia.
