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Literatura

El libro digital en Cuba: ¿ventaja o tragedia?

'El discurso oficial va promoviendo la idea de las ediciones electrónicas, como sucede cuando quieren establecer un cambio impopular.'

La Habana
Libros digitales cubanos en venta en internet.
Libros digitales cubanos en venta en internet. Captura/Librería Virtual Cuba

"Se aproxima un gran cambio", nos dice en confidencia el editor principal de una institución del Estado mientras hablábamos de la crisis del papel que aqueja a la industria en Cuba. Desde 2019, las impresiones están casi paradas por falta de insumos. La Feria del Libro de 2020 se hizo prácticamente con libros de saldo, y aunque el mes pasado el presidente del Instituto Cubano del Libro, Juan Rodríguez, aseguró que ya han recibido pertrechos para recobrar la producción atrasada. El futuro no pinta muy bien.

Ante tales privaciones se piensa cada vez más en el auspicio del libro digital para salvar las ediciones estatales. Esto resolvería, en principio, la falta de insumos que padecen. 

"El libro digital siempre va a ser más barato que el libro físico, por la sencilla razón de que gasta mucho menos en el proceso productivo”, comenta Jesús David Curbelo, subdirector de Cubaliteraria. "Desde el punto de vista de difusión, es mucho más amplio: un libro digital puede llegar a sitios a los que un libro físico no puede llegar, aunque hay cierto escepticismo tanto por los lectores como por cierto tipo de autores".

En efecto, pese a las dos ventajas mencionadas, los inconvenientes de la novedad en la Isla son tan graves que bien pudiera pasar que, tratando de esquivar los problemas de una tecnología sustituyéndola por otra, todo lo que se consiga sea cambiar los problemas de una tecnología por los de la otra. Dos dificultades bastará mencionar para probarlo: la ausencia entre la gente del soporte que necesita un libro electrónico para ser leído (que no es un celular y ni siquiera es un tablet, sino un lector de libros digitales) y luego estaría nuestro ancestral apego al pirateo y al contrabando, que dejaría sin derechos de autor al que se aventure en estos mares.   

Según cifras oficiales, cada año se están editando en Cuba unos 220 nuevos títulos en formato digital. Si tomamos los últimos datos conocidos, correspondientes al Anuario estadístico de 2018, esto vendría a representar un 13% de la producción total de ese año, que fue de 1.765 títulos. Lo cual, a primera vista, no parecería mucho. Pero si se recuerda que desde 2019 las ediciones en papel están casi detenidas, la proporción de libros digitales habría aumentado considerablemente.

El discurso oficial, por otra parte, va promoviendo poco a poco la idea de las ediciones electrónicas, tal y como sucede cuando quieren establecer un cambio impopular: le dedican espacios en noticieros culturales, se dan charlas sobre su abolengo en la Isla, se promueven sitios que los ofrecen y se elogian sus cifras alentadoras de descarga.   

Los obstáculos para su arraigo, sin embargo, siguen ahí: el necesario lector que los cubanos necesitaríamos no parece cercano con la crisis y, en cuanto a la protección del derecho de autor, aún también estaría por probarse si los mecanismos de programación e ingeniería social funcionan.

Hasta la fecha la mayor parte de esos 220 títulos anuales son ofrecidos al público gratuitamente. Solo una ínfima parte se comercializa en escasos sitios como Superfácil de Citmatel o Librería Virtual Cuba. La colección es aún pequeña y no demasiado atractiva para el pirateo, salvo por los clásicos como José Lezama Lima, que ya están fusilados hace tiempo.

Habría que ver cuando saquen al mercado un botín verdaderamente atractivo y con dueño vivo a quien le duelan las copias gratuitas si la defensa de las bodegas aguanta. A juzgar por la experiencia del ICAIC con las películas, la protección de un tesoro semejante, no va a durar mucho.

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