Lester Álvarez es un artista camagüeyano que realiza obras plásticas en diversos medios, partiendo del ejercicio de la colaboración con personas y espacios vulnerados en su país de origen. Fue el creador de la editorial independiente La Maleza. Fue responsable, junto al curador Abel González Fernández y el artista Kevin Ávila Rodríguez, de la controversial web serie SIN349, sobre la escena artística y cultural joven que hizo resistencia a la implementación de un decreto para regular la libertad de expresión en Cuba.
Actualmente cursa el Máster en Archivo Cinematográfico y Audiovisual de la Elías Querejeta Zine Eskola (EQZE), en San Sebastián, y es becado con una de las residencias de la Academia de Cine de Madrid 2020-2021 por su nuevo proyecto "El viaje de Salazar".
He tenido la suerte de conocerlo personalmente porque casualmente, siguiendo la corriente de otros artistas cubanos, también ha elegido Madrid como su nuevo lugar de residencia. Estos meses de pandemia nos han servido para entablar amistad y esto me ha permitido husmear de cerca en este enigmático viaje con el que planea su debut en el mundo del cine.
Como consultor de guion siento un especial interés por los antecedentes de las historias. Durante esta etapa, aunque todavía no hay claridad en muchos aspectos, observo que hay rasgos de la mirada del autor que se revelan inconscientemente en la elección de sus materiales. Habiendo dicho esto, me gustaría que me contaras sobre tu viaje hasta toparte con Salazar.
Luego de dos meses de residencia en Azkuna Zentroa de Bilbao, fruto de un programa de intercambio entre Artista x Artista (Estudio de Carlos Garaicoa en La Habana) y el antes mencionado Centro de Cultura y Sociedad Contemporánea en el País Vasco, regresé a Cuba. La idea era continuar desarrollando el proyecto con el que luego debía volver a Azkuna Zentroa para exhibir en diálogo con el artista vasco José Ramón Ais, con quien compartía residencia.
En mi caso, el proyecto estaba bien definido, se trataba de La noche en Cuba, una serie de acuarelas realizadas a partir de referencias tomadas de la literatura cubana publicada posteriormente a 1959 y que describieran sueños, visiones o alucinaciones.
Mientras estaba en Bilbao leía literatura cubana, buscaba los títulos que me interesaban y que son imposibles de conseguir en Cuba y trabajaba en los primeros bocetos para las acuarelas. Todo esto se desarrolló según lo previsto. Pero, además, sucedieron dos cosas que no esperaba. La primera fue la impresión que me produjo el paisaje y el euskera. La segunda fue que mi amiga, la artista inglesa Florrie James, estaba cursando un máster de Cine que había acabado de ser creado, en Tabakalera, San Sebastián. Fui a visitarla un fin de semana y, además de quedar encantado con la ciudad, EQZE me pareció un proyecto pedagógico increíble.
Con todos estos estímulos regresé a Cuba para seguir trabajando en La noche en Cuba. Estamos hablando de finales de 2018. Llevaba dos años leyendo exclusivamente literatura cubana. Ningún otro libro llamaba lo suficiente mi atención como para interrumpir ese ciclo que se había vuelto una obsesión.
Así, un día repasé el índice de La bruja de Jules Michelet y vi el capítulo dedicado a "las hechiceras vascas". El tema de las brujas, los demonios y la religiosidad exacerbada, son cosas que siempre han cautivado mi atención. La primera cita de La noche en Cuba es de Historia de una pelea cubana contra los demonios, de Fernando Ortiz, publicado por primera vez en 1959.
Yo también estaba trabajando en la idea de un documental sobre Cuba y la noche, relacionado con la Noche de Walpurgis. Como la Noche de Walpurgis sucede un 30 de abril, quería grabar una Noche de Walpurgis cubana que comenzaba con una larga secuencia de rostros de turistas en el instante que sucede el cañonazo de las 9:00PM en la Fortaleza de la Cabaña, mientras observan el disparo, y concluir con el amanecer del Primero de Mayo cuando el pueblo se levanta para ir al desfile. Cuando descubrí el capítulo sobre las hechiceras vascas en el libro de Michelet, lo leí pensando incluir en mi documental algún elemento de esas hechiceras, que provenían de unas tierras que ya conocía. Pero a quien descubrí fue a Alonso de Salazar y Frías.
¿Qué es lo primero que te cautiva de Alonso de Salazar y Frías?
Que fuera bueno, siendo inquisidor.
En el cine cubano existe una tradición de viajar al pasado para tratar temáticas del presente a las cuales les sería prácticamente imposible su realización debido a la censura imperante. ¿A qué se debe tu viaje en el tiempo?
Me interesa mucho el pasado y me interesa mucho el arte como una forma de acceder a él. Por eso vine a estudiar Archivo Cinematográfico y Audiovisual a EQZE. Esto me ha permitido conocer el lenguaje cinematográfico desde su materialidad y desde sus orígenes.
Quiero usar creativamente esos medios para contar una historia que invite al pasado con la mayor precisión posible. Esto tiene la historia del viaje de Salazar, que gracias a que se conservan algunos de sus manuscritos y que investigadores serios se han dedicado a su estudio, puedo reconstruir un escenario con bastante fidelidad.
Para esto uso métodos propios de un arqueólogo, tanto en la investigación documental, como en la búsqueda del lenguaje visual apropiado. Mientras consulto fuentes originales de Salazar, estudio los antecedentes del cine, como la linterna mágica o el teatro de sombras.
Supongo que, a diferencia de las artes plásticas, cuando uno elige apostar por un proyecto cinematográfico comprende que pasará los próximos cinco años de su vida trabajando en él. ¿Qué tiene El viaje de Salazar que lo hace a tus ojos el proyecto apropiado para tu debut en el cine?
Estoy acostumbrado a crear proyectos que toman años de desarrollo y con algunos puedo llegar a hacer pactos de por vida, como con La Maleza, mi proyecto editorial que comenzó en el 2015 como una obra para galería.
Cuando trabajo, el acto de observar es lo más importante, y entiendo que exige su propia temporalidad. Así que el tiempo que pueda tomarme en realizar El viaje de Salazar, no me preocupa. Las razones para la elección de este proyecto como mi debut en el cine, las he mencionado anteriormente: me ofrece la posibilidad de hacer un viaje con mucha precisión y libertad creativa a la vez, a un importante acontecimiento del pasado, enmarcado en un contexto histórico muy interesante.
Alonso de Salazar y Frías se destacó por su oposición a dar credibilidad a las teorías sobre brujería. Su exhaustivo memorial constituyó la base para que la jurisprudencia inquisitorial española fuera muy reticente a aceptar las denuncias por ese tema. Su historia y la Cuba actual no se cruzan en el tiempo, pero sí que existe cierto vínculo entre ellas. El viaje de Salazar podría verse como una película cubana camuflada. ¿Cómo lo ves tú?
Respondiendo desde el final hacia el inicio tus preguntas, lo primero es que no la veo como una película cubana, para nada. Hago un ejercicio consciente de no hacer ningún guiño con el presente, menos con el cubano. Otra cosa es que sí considero que es una historia útil de ver y analizar en los días que corren, universalmente.
El vínculo más fuerte que tiene El viaje de Salazar con la Cuba actual es que estoy estudiando los mecanismos de coerción que utilizó la Inquisición, que son los mismos, mediante otros medios, que usa la Seguridad del Estado cubana para reprimir a su propio pueblo hoy.
En efecto, Salazar fue un humanista. Tampoco fue una excepción, era el clima filosófico de la época. Una de las cosas que hago, para formarme un juicio acertado sobre su forma de pensar, es leer a sus contemporáneos y a los autores que él mismo leyó. Por ejemplo, Miguel de Cervantes tenía el mismo protector que Salazar, que era nada menos que el inquisidor general y arzobispo de Toledo, Bernardo de Sandoval y Rojas.
Ahora mismo estoy estudiando las Novelas ejemplares de Cervantes, porque fueron compuestas mientras Salazar estaba en su viaje, y en las que aparece un personaje que es una bruja. Y así con otros autores y el universo literario de Salazar.
Una de las cosas que pretendo hacer es reconstruir su biblioteca, porque existe un inventario de sus bienes que se realizó cuando murió, en el que aparece el listado de los libros de su biblioteca.
¿Por qué sientes que necesitas expresarte en un formato como el cinematográfico?
Hace 20 años que comencé a ver el cine con interés, el mismo tiempo que hace que comencé a estudiar artes visuales. Son dos lenguajes que he incorporado naturalmente en mi manera de expresarme. Mis ideas surgen independientemente de la forma de expresión que van a adquirir luego. Es así que he querido hacer una película desde hace mucho.
Tengo ideas que he desarrollado hasta distintos estados. En Cuba grabé La humillación, aún sin terminar. Una película corta que filmé sin haber estudiado cine y con la indiferencia del mundo cinematográfico profesional (institucional e independiente).
El viaje de Salazar es además un proyecto que trenza en lo cinematográfico tres viajes distintos: es un viaje vital, en el que voy aprendiendo a vivir en tierras extranjeras; es un viaje por el lenguaje cinematográfico, que irá generando un cuerpo de obras visuales, audiovisuales, objetuales y sonoras expandido; y es un viaje al viaje de ocho meses que realizó Salazar a inicios del siglo XVII por los pueblos del Pirineo Navarro.