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Cine

Raúl Capote Braña dice que la interpretación es 'un malestar muy rico'

Actor de teatro y cine, habla aquí de la actuación, de los directores de cine y de sus nuevos proyectos.

Madrid
Raúl Capote Braña.
Raúl Capote Braña. DDC

Raúl Capote Braña es un actor pinareño de la cantera del Instituto Superior de Arte. Reside en Sevilla, España, y ha hecho tanto teatro como cine. Como actor ha formado parte del elenco de filmes de Jorge Molina, Carlos Quintela, Esteban Insausti y José Luis Aparicio, entre muchos otros. En teatro la lista es igual de extensa. Hablamos de sus inicios, del oficio de la interpretación, y se nos quedaron un mundo de temas de los que hablar.
 
¿Cuándo te decides por la interpretación?

 
Acababa de salir del verde [Servicio Militar Obligatorio] y entraba a la Facultad de Ciencias Médicas en Pinar del Río. Estudiar la Licenciatura en Enfermería era seguir una petición de mi mamá. El primer curso me bastó para querer cambiarme de carrera. Por una parte era demasiada responsabilidad en mis manos, por otra estaban de moda las misiones médicas y, a pesar de que hoy tengo varios colegas que sí se graduaron y respeto mucho, la mayoría de los que allí estudiaban no estaban para prevenir ni curar enfermedades sino para coger el faster.
 
Pude haberme cambiado para Medicina o Estomatología al concluir el curso, pero me fui a estudiar Ingeniería en Telecomunicaciones. En la UPR estuve seis meses y gracias al artista Humberto Guerra hoy soy actor. En una borrachera luego de oírme contar una historia me dijo: "Mijo no pierdas más tu tiempo estudiando por estudiar, a los rockeros no le dan títulos universitarios, prueba con las artes".
 
¿Qué pasó después?

 
Nos enteramos de un casting por alguien que gritó: "Caballero hay un casting en el grupo dramático".
 
¿Cómo te fue en ese primer casting?

 
Tenía 19 años, no sabía lo que era un casting. Como tal fue un desastre para mí, debía hacer una escena en tono de comedia y el nerviosismo se apoderó de mí. Supongo que la única que me estaba escuchando era mi compañera de escena y la comisión de "expertos" que estaba evaluando. Ellos comenzaron a vociferar que le proyectara los textos a los vecinos de la acera del frente, yo no entendía nada, estaba en un escenario aforado de negro con luces que me encandilaban y unas butacas llenas de inquisidores, ¿dónde estaba esa acera y esos vecinos que yo no veía? Aquello me desconcertó.
 
Por suerte Midiala Rios, mi compañera de casting, que aprovechó mejor que yo la semana de preparación que tuvimos con la maestra Blanca María Eguren, hizo que aquel requerimiento se resolviera como por arte de magia. Recuerdo que ella se convirtió de pronto en una locomotora que me arrastró a hacer sin pensar mucho. Comenzó a gritar como si ambos fuéramos sordos y no me quedó más alternativa que alzar la voz. Una palabra que serviría para describir aquello sería violencia. Una manera muy violenta de invadir mi espacio, mis pensamientos y mis emociones.
 
Éramos muchos en ese casting y salí de allí con la convicción de que no me habían escogido y que debía seguir estudiando Ingeniería en Telecomunicaciones.
 
¿Tenías alguna motivación que te empujara a aceptar toda esa violencia de la que me hablas?
 
Si te soy honesto, en ese momento lo que yo quería era llegarle a más jevitas y esa era la mayor motivación para pararme en un escenario. La verdad que en un principio no me sentí muy bien. No estaba muy claro de que eso era lo que yo quería. Dejaron afuera a muchas personas que para mí habían estado genial y muchos de ellos eran grandes amigos. Fue una pena que no los hayan escogido dejándome bien claro desde el inicio la subjetividad de las artes.
 
Me gustaría que me comentarás un poco más sobre la violencia en el oficio de la interpretación...
 
Esta es una carrera de mucho sacrificio y poca retribución en términos de confort. Me comenzó a gustar cuando empecé a descubrir las diferentes herramientas que lo ayudan a explorarse y entenderse a uno mismo.
 
A ver, uno aquí se vuelve como una bitácora de personalidades que te van atravesando y afectando cada vez que transitas un proceso en la construcción de un personaje, una puesta en escena, una locución, o una toma. Al menos es así cuando te lo tomas en serio. Tienes que dejarte atravesar y poseer muchas veces por ideas muy ajenas a ti.
 
Cada vez que te enfrentas a un personaje y una situación le regalas tu psiquis y tu cuerpo a esa entidad que vas a interpretar, y es bueno que sepas que jamás serás la misma persona que eras. Es un malestar muy rico. Es un viaje que lo único que sabes a veces es su punto de partida.
 
¿Cuanto queda de Raúl Capote Braña en el personaje que interpreta? ¿Lo sientes como un ejercicio dual? ¿Conviven ambas personalidades o te logras desprender de ti completamente?
 
Yo siempre parto de mis propias experiencias, pero no me quedo ahí. Soy un freak de la exploración del personaje y si tengo que hacer un plomero, descompongo la taza del baño para luego intentar arreglarla y no me quedo solo con el plomero cubano, pues despreciaría un montón de matices. Problematizo y busco distintas perspectivas.
 
De mí queda el cuerpo y el inconsciente. Cuando logro aprehenderlo y conectar con el personaje llega un momento que ocurre una suerte de trance en el que ya no te perteneces.
 
Debo decirte que el teatro me salvó de la superficialidad y hasta de mí mismo en aquellos momentos. En Teatro Rumbo estuve un par de años que me sirvieron no solo para comenzar entender lo que era esta profesión, me sirvió para saber lo que yo no quería ser como ser humano.
 
¿Recuerdas algún personaje entrañable que hayas interpretado en teatro?
 
A José Jacinto Milanés. Con 22 años tuve que representarlo en Vagos rumores de Abelardo Estorino, con Teatro de la Utopía, bajo la dirección de mi maestro de actuación Reinaldo León.
 
Este personaje marcó una etapa en mi carrera. Era la primera vez que me enfrentaba a la investigación de un personaje real, que además de pionero del romanticismo era esquizo-paranoide. Para preparar el personaje nos fuimos a convivir durante el día con los pacientes del hospital psiquiátrico de Pinar del rio.
 
Cuéntame de esas visitas.

 
Había una muchacha muy joven que supuestamente era uno de los casos más severos del hospital y nos dijeron que podía ser agresiva. Esto llamó mucho mi atención por el diagnóstico similar al de mi personaje e intente acercarme. Ella siempre estaba acostada tapada hasta la boca y solo dejaba ver sus ojos incrustados en el infinito como a punto de llorar. No hablaba con nadie. Logré sentarme a su lado cuando me dejaban y solo la observaba sin saber que le había sucedido, sin preguntarle nada. Nos mirábamos por largas horas.
 
¿Llegaste a conocer que le había sucedido?
 

Había perdido a su hijo en sus manos dando a luz y desde ese día quiso quitarse la vida. Por eso la mantenían sedada, en Cuba hay muy pocas alternativas para tratar a pacientes con traumas mentales y siempre optan por sedarlos… Aquello me hizo pensar en lo que yo hubiera sido capaz de hacer en una situación así y la verdad que no me pareció loca para nada. 

Actuar pasa mucho por entender. Cuando estoy en el proceso de creación de un personaje no solo intento comprender mis problemas y el recorrido de mi personaje, también padezco lo que les sucede a los demás personajes con los que intervengo en escena y fuera de ella, sea en una obra de teatro o en una película.
 
¿Te acuerdas de cuando nos vimos la primera vez?
 
Lo primero que me preguntaste fue que si sabia nadar bien, y yo te dije que sí, lo cual no era muy cierto teniendo en cuenta que Esteban, el personaje de la piscina, era un nadador profesional retirado y yo lo que sabía era no ahogarme. Lo otro fue que cuando me elegiste para el papel me señalaste que debía pelarme y subir de peso porque me querías ver cambiado.
 
Yo acababa de salir del rodaje de Molina´s Ferozz y verdad que estaba flaco, hecho tierra y con el pelo bien largo. Algo que me gustó a medida que avanzamos fue tu transparencia a la hora de definirme este personaje como un fantasma, estaba yo comenzando a sentirme mal pues no encontraba como decirte que ya me sentía así. Lo cierto fue que era la primera vez que se me pedía casi no hacer nada, sino estar presente y con tu ayuda y la de Mario Guerra como coach de actores comprendí que muchas veces escuchar y estar presente es lo más difícil, no es necesario hacer nada más.
 
A Morgan Freeman le oí decir en una entrevista cuando le preguntaron que qué entendía por actuar y dijo algo así como: "Actuar está bien, mientras no te cojan" (o lo que es lo mismo, mientras no se den cuenta que lo estás haciendo).
  
Quisiera saber qué piensas sobre la conexión actor-director.
 

Hay que ser muy resiliente, y tener mucha tolerancia en muchos casos. Desde mi experiencia muchas veces los actores son tratados como fichas como si no existieran los títeres y la animación. Muévete para allá, llora, ríe, grita, siéntete piedra batida por el viento, etc. Soy de los que cree en la actuación como un oficio creador de vida.

Hay directores que precipitan al actor o a la actriz a que actúen el resultado que se persigue, despreciando así el proceso creativo que al juicio de muchos y el mío propio, es lo que llena de vida la representación. También los hay que no saben vivir los procesos y acuden a fórmulas quemadas y estereotipos creyendo que van al seguro. En este sentido, la comunicación entre el actor y el director debe ser una alianza que contenga el ego, y potencie el entendimiento y la empatía.
 
¿Algún director que se haya esmerado en el trato contigo?

Jorge Molina es uno de esos tipos todoterreno, es un gran actor y un director con una cultura increíble. Con él tuve la oportunidad de hacer mi primer largometraje: Molina´s Ferozz. Aquí pude hacer una transición no tan traumática del teatro al cine y ese Dully, el personaje tan retorcido y tierno que me ofreció fuimos forjándolo entre los dos.

Me gusta mucho su manera de trabajar, es un ser muy generoso y amable, siente un respeto enorme por los actores y nunca te abandona en el proceso. Hoy lo tengo como un hermano pues eso es lo que me ha hecho sentir cada vez que hemos trabajado juntos, somos como una familia, a lo Coppola. Gracias al Moli actué en muchas producciones y recibí varios talleres bien buenos en la EICTV.

¿En qué andas ahora mismo?
 
Estoy aprovechando este impasse para varias cosas, estoy desarrollando un proyecto online de promoción de contenidos creativos y culturales, junto a Yordi Toledo, amigo, músico y productor que ahora anda por Dubai. También estoy ansioso por ver el estreno de Sin La Habana, una película canadiense del director Kaveh Navatian donde trabajé como coach de actores el año pasado.
 
¿Cómo haces con todo esto de las restricciones debido al Covid?

 
Ahora mismo estamos en esta pesadilla pandémica y una vez más me estoy replanteando todo. En pocos días estreno Regreso a Grano de Azúcar, una obra de teatro infantil en verso de Erik Morales Manero inspirada en El maleficio de la mariposa de Lorca, con Victoria Teatro.

Aún no sabemos cómo vamos a hacer con tantas medidas de seguridad y distanciamiento social. Será una experiencia totalmente nueva porque pensamos la obra para que los niños interactúen con los personajes y suban al escenario a compartir situaciones y ahora mismo no debemos acercarnos a menos de dos metros. Pienso que este año llegó para cambiarnos y me ha tocado vivir ese cambio aquí en Sevilla.

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