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Pobreza

Ana, la mujer del parque

En breve cumplirá 79. Desde hace años sobrevive sentada en un banco del parque La Libertad, en Caibarién, y todo parece indicar que morirá en él.

Caibarién
Ana Rosa Moreno Pérez junto a su perro en un banco del parque La Libertad, de Caibarién.
Ana Rosa Moreno Pérez junto a su perro en un banco del parque La Libertad, de Caibarién. Diario de Cuba

Se llama Ana Rosa Moreno Pérez. Nació el 17 de abril de 1946 en San Juan de los Remedios, Villa Clara, y fue una de las cinco niñas en su familia. No tuvo hermanos varones. Cumplirá en breve 79 años. Hoy esta cubana sobrevive sentada en un banco del parque La Libertad, de Caibarién.

Fue criada por sus abuelos, porque la madre divorciada y empleada en una despalilladora de tabaco "no tuvo tiempo para casi nada en esta vida".

"Mi vida es un libro abierto", masculla amonestando al lazarillo que acarrea consigo y que ladra sin respiro: "¡Chupa-Chupa!", así se llama, dice. "Este perro que va conmigo a todos lados".

"No tiene dueño, ni debe nada a nadie, como yo. "Además, es muy fiel. Se me pegó un día, y hasta hoy".

Ana estudió con maestras santaclareñas en una escuelita pública remediana, y aunque la penuria económica de la época resultó muy dura, jamás le faltó alimento, medicamento, techo ni abrigo. Nunca imaginó que terminaría en una situación aún peor, dice contrariada.

Se casó antes de los 20 y enseguida tuvo el primero de sus dos hijos. Hace años se vio obligada a abandonar el hogar con sus dos herederos —sexagenarios— dentro: "Ambos son alcohólicos y agresivos. No aceptan ningún tratamiento".

Un día el mayor —que golpeaba regularmente junto al otro el cuerpo postrado del padre enfermo de Alzheimer— intentó tirarla a ella por el balcón de la sala, desde el apartamento ubicado en segundo piso, cuenta. El menor nada hizo por impedirlo, "borrachos como estaban".

Ana vivía en un edificio del reparto Nguyen Van Troi 1, hasta que falleció su esposo y la convivencia familiar se volvió insoportable. El peligro para su salud psicológica y su vida, la hizo decidir dejar todo atrás. Asegura que no aparece registrada ni en la Libreta de Abastecimiento. Es una persona que ya no existe.

Ella, que consiguió cierta formación como farmacéutica en Caibarién, adonde se mudó tras casarse a finales de los años 50, y otra como coral activa de la mano de Fray Fedo —un cura español que rigió en la Parroquial Mayor de Remedios "antes de la Revolución"—, habla de su decisión de terminar sus días "al aire libre, haya frío o calor, y sin esperanzas" de recibir ayuda material de parte del Gobierno. "Del alma me encargo yo", afirma rotunda.

"Creo que le debo tierra al cementerio, pero mientras esté rodando, voy a agradecer infinitamente a quienes se paren a preguntarme cómo estoy, y a muchos otros por ofrecerme lo que no tienen para regalar porque no les sobra", dice, descubriendo así un paisaje interior, a pesar de que a ojos vista carece de todo lo esencial.

Ana no encuentra aún un lugar estable donde bañarse ni hacer sus necesidades elementales. Aunque está vinculada como pensionada (1.543 pesos, unos 4,4 dólares mensuales) a un comedor estatal de la asistencia social, "lo que sirven allí no se puede comer", declara. Prefiere acogerse a la gratuidad que ofrecen las iglesias del territorio de cuando en vez, o pagar por los alimentos cocidos en el restaurante estatal Riqueza, donde adquiere "la única comida del día a precios no tan altos".

El nuevo Hogar de Ancianos en Caibarién cuenta con casi un centenar de camas, y La casa del Abuelo recibe unas docenas de adultos mayores en régimen externo. En ninguno de los dos, ni pagando o renunciando completamente a su pensión vitalicia, tuvo cabida Ana. "Nadie sabe las razones", dice.

Pernoctar "desde hace veintipico de años" en los portales derruidos por la filtración del antiguo Liceo Municipal —joya arquitectónica local del pasado siglo— es ya recurrente para la anciana, que mira al cielorraso de yeso desconchado con pavor y se persigna: "Ahora esto pertenece a Emprestur, o la inmobiliaria Gaviota, o no sé qué organismo que también lo abandonó", comenta.

"No siento miedo de estar expuesta a la intemperie". Su fe católica, dice, supera cualquier desafío terrenal. Tiene de su lado a "un millón de amigos" que la ayudan de diversas formas.

Ana padece soriasis en un país sin farmacias surtidas ni salud pública decorosa, pero sus amigos extranjeros —y algunos cubanos del exilio— le envían el tratamiento necesario.

Como permanece todo el tiempo en "su banco" del parque, que antes, los domingos, se llenaba de turistas provenientes de los cayos cercanos —en pos de escuchar La Retreta de la Banda Municipal de Conciertos—, conoció a algunos interesados tanto en contribuir como en indagar sobre la espiral del desbarajuste que vive el país. Y ella, por carecer, tampoco tiene pelos en la lengua:

"La única autoridad que se ha interesado por mí" —y solo verbalmente— es "uno de los acompañantes del presidente" Miguel Díaz Canel, quien de paso y, por casualidad, la vio en ese estado de vulnerabilidad. Ella se sorprendió de que aquel dirigente se dignara en ayudarla. "Me dijo que era presidente de la FEU. Joven él, tomó mi nombre e identidad, habló de un albergue en Santa Clara o La Habana, nuevo…".

La promesa de hallarle un espacio mínimo sigue incumplida hasta hoy. La propuesta alternativa del Gobierno fue proponer enviarla al asilo del poblado de Mata, a unos 60km de Caibarién, con el argumento de que no hay capacidades disponibles en otro centro más cercano. Así lo dijeron miembros de la Asamblea del Poder Popular local que una sola vez se entrevistaron con Ana.

Ella declinó la oferta. "Prefiero morirme aquí que en Mata. Allí a nadie conozco… y el nombre de por sí solo ya me aterra".

Caibarién, ubicado en la provincia que lidera el país como la de más avanzada edad, y con cerca de 50.000 habitantes, incluyendo áreas suburbanas, desde hace muchísimos años no tiene dónde ubicar a los ancianos que se quedan sin protección familiar ni gubernamental.

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3 comentarios

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Profile picture for user pim-pam-pum

Qué historia tan triste, como la de cientos de ancianos hoy en Cuba. ¿Para eso se hizo una revolución que se dijo que era "de los humildes y para los humildes"? Malditos sean todos esos gordinflones que miran para otro lado mientras a ellos no les falta absolutamente de nada.

Profile picture for user E A Gonzalez

“DEL ALMA ME ENCARGO YO”
La historia de la mujer del parque, esta la que dice en medio de sus penurias , con sus 79 años y viviendo a lo que entregue el tiempo. Deambula – junto a su fiel perro - por Caibarién siendo de San Juan de los Remedios. Me quedo con su frase: “"Del alma me encargo yo”..., y me la repito.

Y sin contar viejos que lo dieron todo por la revolución ,los cuales están buceando en latones o mirando hacia el techo para que ver si no se les cae arriba.Muchos incluso empuñaron metralletas y con gritos de " guerra y de victorias" dispararon a sus compatriotas que se opusieron a la nueva tiranía.Ahora olvidados por sus líderes se pudren en el hambre , desidia y abandono.