Extenuada y sin dinero, Zulema emprende el viaje de retorno a casa con sus hijas. La odisea, que comenzó cuando salió de Fontanar, en La Habana, hace una semana, ahora tiene su segunda parte: ha tenido que pagar 7.000 pesos por cada uno de los pasajes para abordar el ómnibus hacia la capital.
Refunfuñando en los exteriores de la Terminal de Santiago de Cuba, porque sin reservación no le permiten la entrada, esta doctora del hospital William Soler lamenta tener que pagar "21.000 pesos por los boletos de ella y sus dos hijas, mientras la Policía y los funcionarios hacen la vista gorda".
"Esto es un abuso. Por un pasaje que cuesta 255 pesos tengo que dar una millonada, de lo contrario me salen raíces en este banco", se queja Zulema, quien como muchos acepta la extorsión a falta de opciones estatales.
"Tranquila, pura, tranquila", la interrumpe Lombillo, autoproclamado "gestor de ventas", que le solicita los carnés de identidad y le llena los boletos para viajar a las 9:30 de la noche, la única de las cuatro salidas diarias hacia la capital que el Ministerio de Transporte mantiene desde Santiago de Cuba.
Divididos por sus opiniones, los testigos de la escena no comprenden cómo un trámite que se hace en las agencias de viaje se realiza en un banco y resuelve de un "plumazo", cuando se supone que las reservaciones están agotadas desde hace un mes.
En camiseta, chancletas de baño y un short, Lombillo dice a quemarropa: "Ustedes saben cómo funcionan las cosas. Aquí no se obliga a nadie. Ella puede anotarse en la lista de espera, que está cerrada, o viajar comodita en su guagua".
Estela, una de las interlocutoras, responde: "Cuba está llena de sinvergüenzas, pero los responsables son el director y los jefes de turno de este infierno, que venden pasajes por la izquierda sin poner el rostro".
En un extremo de la terminal, Luisito promociona boletos a 2.500 pesos, en una guagua del Poder Popular, pero los viajeros deben ir "parados o en banquitos ubicados en el pasillo", explica. Otras 20 capacidades, en un bus de Viazul, las vende a 6.000 pesos, "con todos los metales incluidos, como si fueran extranjeros".
"Los ómnibus interprovinciales son globos rodantes sobre el pavimento, por la cantidad de pasajeros con que llevan", dice un jubilado, quien considera que "el sobrepeso incide en la gravedad y frecuencia de los accidentes".
Otros usuarios coinciden en que a diario se suspenden hasta ocho salidas con diferentes destinos, no se respetan los itinerarios, los choferes se desvían de las rutas, y las guaguas, por lo general, llevan el doble de su capacidad de transportación, mientras los inspectores "brillan por su ausencia" o ignoran su función de velar por el orden.
Para Rixy, de Bayamo, las opiniones están polarizadas: mientras unos piensan que los autobuses "no son ligas que estiran, y pagan carísimo los asientos en esos cachivaches", otros justifican "los empellones, los codazos y hasta recostarse o molestar a los pasajeros con sus equipajes".
Una universitaria ironiza con que de los ómnibus interprovinciales "se puede salir hasta embarazada por de la cantidad de 'jamoneros' que te afincan sin el menor de los miramientos, y con frecuencia se convierten en un ring de boxeo porque los choferes amontonan a las personas como vacas o sardinas en lata".
Alicia, de Santa Clara, opina que "si inmoral es la venta ilegal de pasajes, injustificable resulta que en esa pocilga (la terminal), llena locales subutilizados, no vendan ni un caramelo y los niños no puedan ir al baño o tomarse un vaso de agua".
"El desastre de los ómnibus, ni se asemeja al de los trenes", apunta, por su parte, Alberto. "Te puedes pasar 48 o 72 horas viajando, los conductores cobran lo que quieren, y si tiras un pestañazo despiertas al lado de una gallina o un cerdo, ya sea en primera o segunda clase, con similar falta de condiciones".
En medio del caos imperante, Ana Pérez, directora de los Ferrocarriles de Oriente, dijo que los trenes que comunican Santiago de Cuba con el resto de las rutas nacionales "se mantienen circulando, al menos una vez en la semana", incluso el de Manzanillo, que consume "1.800 litros combustible por viaje".
Grosso modo, ese es el conflicto que sortean a diario miles de pasajeros en la terminal santiaguera, en cuyos alrededores cargan decenas de camiones particulares que, según la demanda, cobran hasta 10.000 pesos por pasaje.
Sin control, ni fiscalización, también operan autobuses arrendados que salen del Parque Abel Santamaría, la Sala Polivalente, el Teatro Heredia y otros sitios para evitar la revisión técnica de los equipos, muchos de ellos en condiciones deplorables y sin seguridad de ninguna índole.
A la hora de encauzar un servicio —al parecer insoluble— el Gobierno delega sus funciones, se escuda en las afectaciones y rara vez ofrece una respuesta convincente frente la insensibilidad de quienes lucran con las ilegalidades.
Por lo general, la falta de piezas, agregados y combustible son el caldo de cultivo para justificar la violación de las tarifas y otras infracciones que irrespetan a los pasajeros y convierten la transportación nacional un negocio irrentable, por lo menos para el Estado.
Recientemente, Eduardo Rodríguez Dávila, ministro de Transporte, compartió en su perfil de Facebook opiniones sobre la calamitosa situación de los autobuses, los trenes y las locomotoras.
En medio del desastre estatal del transporte y con casi todos los servicios colapsados, el Gobierno cubano recibió un lote de ómnibus para el turismo, lo que agudiza el descontento en el pueblo.
La terminal ferroviaria de Santiago de Cuba —a la que luego se le incorporó la salida y llegada de Ómnibus Nacionales— se construyó en 1990 por un valor de 80 millones de pesos, lo que la convierte en la cuarta obra más cara edificada por el Estado en la provincia.
Por el monto financiero, solo la superan el acueducto, en el que se invirtieron más de 200 millones, el nuevo Puerto Guillermón Moncada, con 125 millones, y la Carretera Granma, con 100 millones.
Los 3 comentarios son interesantes:
El de Cacique refleja una total ignorancia de como funciona Cuba, el de Robinson dice superficialmente la lucha por sobrevivir y el del Bobo de la yuca es el más pragmático de los tres.
Jodanse carneros tienen lo que se merecen.
Todas las "protestas" son pura chivateria, pero no se atrevena señalar a los biranos como los causantes de sus problemas.
" Ein teuflischer Kessel " (una caldera diabólica en idioma alemán), así se aprecia la isla cuando el desastre social alcanza esas proporciones y todo el mundo quiere arrancar un pedazo del pastel sin dueño que es el Estado Castrofascista.
Únicamente preocupado en "captar divisas "a todo trapo hasta ver qué ocurre, ni ellos son capaces de atisbar el día siguiente. Entre malabares y cuerda floja el equilibrista Candy la Salá y el Trabuco Los Ineptos de la Habana, tratan de aguantar el palo
del circo.
Las quejas son contradictorias: si existiera fiscalización, si solo circularan los omnibus en buenas condiciones y con solo pasajeros sentados... pues, entonces, menos aún podrian viajar y los pasajes serían aun mas caros.