La pobreza extrema en que vive la mayoría los cubanos quedó en evidencia durante la reciente desconexión del Sistema Eléctrico Nacional. En los días que duró la crisis también quedó claro que el Gobierno es incapaz de sacar al país de la miseria.
En un informe publicado en julio, el Observatorio Cubano de Derechos Humanos consideró que "el 89% de las familias cubanas sufre pobreza extrema".
La "pobreza extrema" o "indigencia", según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), es una situación en la que las personas "no disponen de los recursos que permitan satisfacer al menos las necesidades básicas de alimentación". Así, se considera como "pobres extremos" a quienes "viven en hogares cuyos ingresos no alcanzan para adquirir una canasta básica de alimentos".
Lourdes, una santiaguera jubilada de Educación, de 83 años de edad, recibe una pensión de 2.000 pesos. Vive con su hermana menor, Lidia, de 63 años, también jubilada con la pensión mínima, de 1.428 pesos. Ambas pasan hambre, confiesan.
"Vivimos el día a día mientras llega el arroz de la libreta" de racionamiento, dice Lourdes. "Un día compramos viandas, otro día comemos pan con aceite y otro día inventamos una sopa con lo aparezca. Para hacer una comida de arroz, potaje, carne y vianda hay que gastar entre 1.200 y 1.500 pesos comprando una libra de cada producto. Sin contar el pago del gas, la electricidad, el agua… No alcanza", explica Lourdes.
Pero, aunque reconoce que es pobre, no considera que está en la pobreza extrema. Para ella la gratuidad de la salud y el tener una casa propia hacen la diferencia. En su opinión, solo las personas que viven en la calle pueden ser consideradas en esta situación.
Según la CEPAL, el límite de ingresos para calificar a un hogar en extrema pobreza sería de un dólar diario. Hogares con menos de un dólar se consideran "pobres absolutos". Para otra institución financiera, el Banco Mundial, "todas las personas que disponen de menos de 2,15 dólares al día viven en la pobreza extrema".
El límite pércapita de la CEPAL y el Banco Mundial sobrepasa lo que puede gastar la población cubana diariamente, según los salarios y pensiones del país. Un dólar equivale a 325 pesos en el mercado informal cubano, por lo que en casa de Lourdes y Lidia entran menos de 11 dólares al mes, unos 35 centavos de dólar al día.
Para la comida "decente" descrita por Lourdes se necesitarían tres dólares como mínimo, de acuerdo con los precios en el mercado informal, el único dónde se pueden comprar divisas. Bajo el criterio de la CEPAL y el Banco Mundial, el pueblo cubano estaría en la pobreza absoluta.
La percepción de algunos cubanos es que su pobreza no es igual que la de otros países del tercer mundo. La supuesta gratuidad de la salud y la educación, de las que el régimen se vanagloria pese al colapso de ambas, hace pensar a personas como Lourdes en una pobreza diferente, "digna", de la cual no hay que avergonzarse.
"Somos pobres y honrados", dice Maritza, de 62 años, profesora de una escuela secundaria. "Tenemos que ver dos tipos de pobreza: la material y la espiritual. No comemos bien, se pasa hambre, pero compartimos lo que tenemos. Aquí lo más importante es transmitir los valores morales que se han ido perdiendo. El salario no alcanza, pero siempre comemos algo. No se puede comparar la pobreza de Cuba con la de África o América Latina. Aquí no hay niños en la calle llenos de parásitos", concluye.
Para la organización humanitaria Acción contra el Hambre, "una persona está en pobreza extrema cuando no tiene recursos para comprar los alimentos más básicos, incluso destinando todos sus ingresos a comprar productos para su alimentación. Es una situación que va más allá de la carencia de alimentos, agua potable, servicios médicos (…). Es un problema grave de derechos humanos".
El reciente apagón general en la Isla expuso los altos niveles de pobreza y violación de derechos humanos en que está sumida la población cubana. Además, evidenció cuánto se ha replegado el Gobierno ante una población totalmente dependiente de los escasos recursos estatales para cubrir sus necesidades mínimas.
"He entendido mi pobreza en estos días", reflexiona Alina, una oficinista de 58 años. "Estuve 18 horas sin comer por falta de gas. Al final, tuve que romper una mesita e improvisar una cocina de leña. El humo era terrible, me ardían los ojos, pero hay que comer. Y no es que ser pobre sea una deshonra, el problema es que este sistema está concebido para que dependas de él y seas pobre. Ahora es que los cubanos estamos concientizando la pobreza en que vivimos", concluye.
Alina, que aún no ha podido comprar el gas, está cocinando con sus ollas eléctricas y no ha desmontado su fogón de leña. "Se va a quedar ahí para próximos apagones", dice. "Ese fogón es símbolo de la pobreza permanente de los cubanos", concluye.