Uno de los fenómenos más interesantes en tiempos recientes en Cuba es sin lugar a dudas, el alto nivel de empoderamiento que está mostrando la población. El llamado cubano de pie, tantas veces estigmatizado tanto dentro como fuera de la Isla, se ha convertido en protagonista constante de manifestaciones de todo tipo y tamaño, en un proceso que alarma al régimen y derrumba los estereotipos más comunes acerca de lo que es el poder, cómo se amasa y se despliega. A pesar de toda la evidencia real y concreta de los últimos tiempos, todavía se escucha con mucha frecuencia, demasiada quizás, que los cubanos solo quieren irse del país, que si les dan un poco de comida se tranquilizan o, como he escuchado decir a algunos "cubanólogos", que carecen de la capacidad para procurar un cambio por sí mismos.
Nada más alejado de la realidad. Curioso que estos argumentos provienen en la mayoría de los casos de gente que está fuera del país y, por ende, gozan de tranquilidad porque comen a diario de acuerdo a sus gustos, y a consecuencia de ello no buscan ni necesitan en muchos casos cambios en sus rutinas cotidianas. La viga es tan grande en su propio ojo que solo deja espacio para ver la paja en el ajeno, por minúscula que sea. Porque en realidad las deficiencias que se puedan argumentar en relación a la capacidad de los cubanos de organizarse y presentar un reto cívico importante al sistema son tan nimias, que palidecen ante los hechos y cifras que apuntan en dirección contraria.
Conste que no se trata de algo casual ni pasajero. Cuando un fenómeno es recurrente en el tiempo y el espacio, deja de ser una especulación para convertirse en tendencia. El 11J es un ejemplo de este tipo en Cuba. Miles de cubanos se lanzaron a las calles de todo el país demandando libertad, democracia, y el fin de la dictadura. Las protestas se extendieron hasta los días 12 y 13 de julio y, según cálculos de diversas ONG y observadores independientes, tanto dentro como fuera de Cuba, la cifra de participantes rebasó las 100.000 personas en más de 50 pueblos y ciudades de todo el país, en lo que constituye hasta la fecha la acción no violenta más significativa dentro de la Isla.
El poderoso despliegue de poder en números, más allá de la represión posterior, condujo también a concesiones por parte del régimen, que si bien de inicio fueron a nivel mínimo como reparación de ciertas calles o restauración de viviendas en lugares específicos, después pasaron a relajaciones en los rígidos controles de la aduana, y otras medidas en el terreno económico. Esto demuestra un proceso de acción y reacción que debe ser estimulado y potenciado. La ecuación se presenta de la siguiente manera. Si la gente protesta, el régimen cede de alguna manera, todo está en cómo se protesta y cuáles son las demandas. Después de 2021 se han producido cientos de mini 11J todos los años subsiguientes, como las réplicas de un gran terremoto que sacudió los patrones de conductas que marcaban la relación de los ciudadanos con el Estado.
No es nada nuevo, sino que responde a precedentes establecidos a través del tiempo y el espacio. Los movimientos exitosos han sabido ir escalando sus demandas desde campañas minimalistas hasta campañas maximalistas. Pero sorprendentemente, algunas personas estiman que las manifestaciones son contraproducentes, y que lo aconsejable es que los cambios vengan de las cúpulas de poder, aterrizajes suaves disfrazados en muchos casos bajo la categoría de "transición", otro término abusado. La experiencia histórica enseña que los regímenes dictatoriales, especialmente los de corte comunista, no se convierten o dialogan por iluminación repentina. Como bien dice la etimología de la palabra, tiene que haber un tránsito, un paso de un sistema de gobierno a otro, de relaciones políticas y sociales a otras. Y para eso es indispensable otra transformación, la de la mentalidad ciudadana.
Un excelente estudio de Freedom House, titulado "Cómo se ganó la Libertad: de la Resistencia Civil a la Democracia Duradera", demuestra con datos y cifras cómo los países de Europa del Este que registraron cambios promovidos por el pueblo de forma no violenta, resultaron en democracias (Polonia, Hungría, Lituania, Checoslovaquia, etc.), mientras que los que registraron cambios promovidos desde el poder (Rusia, Bielorrusia, Kazajstán, etc.) terminaron en nuevas formas de dictadura.
Lo que está ocurriendo en Cuba es una redefinición de las relaciones de poder, como resultado de acciones que generan resultados por mínimos que puedan parecer al comienzo, al confrontar situaciones de opresión y necesidad específicas. Ayer fue en Caimanera, antier en Santiago de Cuba, y mañana quién sabe dónde, pero lo que es seguro es que brotarán de nuevo, y esto mina la capacidad de respuesta del sistema, que no puede apagar tantos fuegos al mismo tiempo y se ve forzado a emplear represión selectiva en un vano intento de inducir miedo. Sin embargo, las protestas continúan, cuando y como la gente quiere. Tal vez no al ritmo que algunos desean, pero sí al que marcha la gente.
Al final de la jornada, las pausas y las prisas están siendo establecidas por la ciudadanía, y no por un vetusto dictador en vías de extinción o visiones foráneas de cualquier tipo. Quien maneja el tiempo maneja la dinámica de cualquier conflicto. Así que de nada vale llorar sobre la leche derramada porque, en Cuba, la situación ha llegado a un punto en que la gente lo que hace es recogerla de nuevo como pueda, para paliar el hambre. Ante una situación tan desgarradora, las disquisiciones académicas o filosofías de café con leche pierden cualquier tipo de relevancia que pudieran tener en otros contextos
¿Cuándo se llegará, cuando cuajarán todos estos procesos en el resultado final? Nadie tiene la varita mágica para predecirlo. Pero mientras tanto, resulta más prudente estimular el movimiento que denostarlo en aras de una supuesta suprema razón intelectual. Más que ser relevante, se impone ser efectivo. Después de todo, como diría el gran poeta cubano José Ángel Buesa, la prisa nunca ha sido elegante.
Las protesticas por la luz no sirven de nada a largo plazo. Tendrían que salir a dar candela y GUASIMA.
Las protesticas por la luz no sirven de nada a largo plazo. Tendrían que salir a dar candela y GUASIMA.
Las protesticas por la luz no sirven de nada a largo plazo. Tendrían que salir a dar candela y GUASIMA.
Yo si creo en la protesta ciudadana como posible opción para un cambio. Para algunos es malo si protestan y malo si no lo hacen. Es la única arma que tiene el pueblo para mostrar su inconformidad, ya sea para pedir libertad o simplemente pedir comida y electricidad. Son estas manifestaciones las que pueden impulsar a organizar la oposición, aún con la represion, sabiendo que existe un apoyo mayoritario en el pueblo. De la misma manera si el descontento no se hace visible, algunos militares de alto rango y con vergüenza, nunca encontrarán momento propicio para una rebelión. Ya sabemos el desespero de muchos que llevamos 65 años esperando ese cambio que quisiéramos que fuera mañana y que muchos a lo mejor no veamos por nuestra edad. Pero si las protestas no son la forma, por favor que alguien me diga en las actuales condiciones y situaciones, una forma más efectiva, práctica y rápida para lograr ese cambio tan deseado por todos los cubanos.
La realidad es que protestan exigiendo algo a cambio, la luz, el agua……y una vez lo solucionan vuelve todo a calmarse y el ciclo se repite, los que protestaban pidiendo Libertad y el fin de la Dictadura se han estado yendo de la isla, en San Antonio de los Baños los que no fueron detenidos y encarcelados ya abandonaron el país; creo que los Castro y sus secuaces pueden seguir dándose la buena vida, a ellos no les importa, los esclavos boinas negras se encargarán.
El “empoderamiento” (EMPOWERMENT) es una palabreja que se inventó el NY Times y el pueblo de Cuba no la conoce, apaguen el Tabaco.
Que imagen tan triste! Todos esos niños y la que carga a uno de ellos, se ven hambreados. Sólo ver sus pieles y huesos se nota que es hambre lo que están pasando. Que contraste con las barrigas de los sátrapas del gobierno.
Muchos de los "cubanólogos" con la percepción que los cubanos en la isla “carecen de la capacidad para procurar un cambio por sí mismos” no digieren bien el esquema que encierra a los cubanos. Somos presos de la geopolítica, y presos por la familia Castro. La protesta es necesaria, precisamente para gestar la “redefinición de las relaciones”. Sin embargo, la reunión de los cubanos, a nivel comunitario, dentro de sus casas, es fundamental para forjar el carácter ciudadano que no tenemos.
Los estallidos sociales tienen las características de los gases explosivos que se acumulan y en un momento y por causa de la presión deflagran, o sea que son el resultado de la acumulación de problemas existenciales sin resolver, las protestas de ocacion lo que hacen es, quitarle presión a esta acumulación y ahí es donde está actuando el Castrofascismo, porque le proporciona un modo de aplicar soluciones represivas sin violencia extrema, en muchos casos con amagos de su empleo. Para el Castrofascismo es un éxito que al final ellos puedan seguir controlando la situación política con medidas de influencias activas.