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Todo oídos

Buesa, intérprete, letrista

Muy pocos conservan la popularidad de José Ángel Buesa. Actores y declamadores grabaron sus poemas, él también hizo un disco. Myrta Silva, Margarita Lecuona y Carlos Puebla musicalizaron textos suyos. Y Adolfo Guzmán hizo con ellos canciones de concierto.

Madrid

Pocos, muy pocos poetas conservan verdadera popularidad como José Ángel Buesa. Un par de selecciones de su obra editadas en Cuba con tiradas extensas —la más reciente con motivo de su centenario— no habrán hecho mejor servicio por colocar sus versos en las manos de los lectores que las innúmeras, humildes, ediciones piratuelas, impresas nadie sabe bien cómo, que han aparecido desde que el escritor se marchara de Cuba en 1963.

Nació en Cruces, Las Villas, el 2 de septiembre de 1910 y cerró los ojos para siempre, en República Dominicana, el 14 de agosto de 1982. Ningún otro poeta cubano ha sido editado y reeditado tanto desautorizadamente como él, práctica que se remonta a los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, de lo cual se quejó en varias entrevistas. También es el poeta cubano más editado en general, porque el autor de Oasis, sencillamente, gusta.

Su inclusión en antologías "serias" como Poesías de amor hispanoamericanas (La Habana, 1969) de Mario Benedetti, calificada por su autor como "mera muestra de la poesía amorosa escrita por autores hispanoamericano", resultó inesperada, no solo porque el azote de la crítica lo persiguió siempre, sino también porque lo usual fue, durante muchos años en la Isla, obviar a los escritores exiliados.

En 1952 Cintio Vitier lo había incluido en Cincuenta años de poesía cubana sin economizar un reproche sobre su tendencia a la rima fácil, ni negarle algún halago "cuando logra evadirse de los sentimientos convencionales y concentrar su expresión". Entre los aciertos de Buesa, Vitier señala el soneto "Yo vi la noche" que es, no hay duda, memorable. 

Desde hace muchas décadas sus versos se instalaron en esas libretas que las muchachas aún rellenan con poemas y frases mientras franquean el puente adolescentario, y de un tiempo a esta parte páginas suyas son declamadas nocturnamente en programas de la radio cubana que combinan poesía y canción sentimentales, como en tiempos de Buesa.

Algunas de sus líneas se han incorporado al habla cotidiana tal vez de manera definitiva. Quién no ha dicho, por citar sólo uno de sus versos, "pasarás por mi vida sin saber que pasaste", casi siempre en clave de broma, y es posible, aunque en menor grado, en serio, oscuro trance de despecho cuando desaparece toda conciencia de cursilería y la letra de un bolero, canción o balada, parece que retrata con total nitidez este o aquel incidente amatorio por el cual uno cruza como mejor puede.

En 1932 el joven José Ángel Buesa publicó su primer cuaderno de poemas: La fuga de las horas. Un año después, en 1933, editó su segundo poemario, Misas paganas, que como el anterior tuvo considerable éxito comercial. Una muestra de su obra apareció en La Poesía Cubana en 1936, antología compuesta por Juan Ramón Jiménez. En 1938 recibió el Premio Nacional de Literatura. Tenía veintiocho años.

En cuanto pudo se vinculó a la radiodifusión y durante casi toda su vida escribió cientos y cientos de libretos para el pan ganar. Eran los días dorados de la radiofonía comercial cubana. En cada extremo del habanero paseo del Prado se situaban dos potencias enemigas: RHC Cadena Azul, casi llegando al malecón, y CMQ frente a la fuente de La India, entregadas en encarnizada lucha por disputarse la audiencia del país. En ambas trabajó Buesa.

A lo largo de la década de 1940 escribe series de misterio, aventuras, y programas de todo tipo. Al tiempo en que publica febrilmente poemas y libros de poesía, redacta episodios diarios de Tarzán, Fantomas, o Raffles, el ladrón de las manos de seda, personaje de su creación, no el único. Por si fuera poco, hace periodismo en Bohemia, Diario de la Marina y Vanidades. Incursiona en la novela, viaja, prologa una selección de poemas de Agustín Acosta para la editorial Bruguera, traduce, pero sobre todo, es traducido.

Con el arribo de la televisión a La Habana es solicitado para escribir libretos y más libretos, en tanto Myrta Silva y Margarita Lecuona musicalizaron páginas de su exitoso poemario Oasis, al parecer sin demasiada fortuna —ignoro si existen grabaciones—, y Carlos Puebla "La canción del viaje", que grabó la voluptuosa vedette Mary Esquivel con el conjunto de Yoyo Casteleiro. No son los únicos que se servirán de poemas suyos para componer canciones, y mucho menos los últimos  [1].

Hacía tiempo que su "Poema del renunciamiento", con muy pocas excepciones, formaba parte del repertorio de cuanto actor y declamador subía a un escenario o registraba su voz fonográficamente diciendo versos: Jorge Raúl Guerrero, Alberto González Rubio, Mario Barral. El famoso actor cubano Otto Sirgo dedicó a su obra en 1958 toda una placa de larga duración para la firma Puchito, y en febrero del siguiente año será Buesa quien grabe un disco, esta vez para la empresa Panart  [2].

En la portada aparece sentado ante un escritorio, en bata de casa, estilográfica en mano como si hubiera sido sorprendido en plena creación; flanqueado por una lámpara de gran pantalla a un lado y, al otro, casi al fondo del salón, una modelo o un maniquí, pues apenas distinguimos más que una silueta esbelta. Sobre la mesa, un cenicero de cristal de Murano y el desorden de unos libros encuadernados en piel.

La sucesión de textos leídos con monótona entonación fue ornamentada con cortinas musicales a cargo de una profusa orquesta de cuerdas a modo de viñetas o introducciones. Es posible encontrar ahora, en YouTube,  poemas de este disco a los cuales se les ha añadido otra música de fondo (a veces Mantovani), o lo que es peor, la voz de un admirador que inexplicablemente repite a la vez el mismo texto sobre la voz del poeta. Se verán horrores, advirtieron antiguas profecías. 

Entre los años 1957 y 1958, Adolfo Guzmán convirtió en canciones tres poemas de José Ángel Buesa. "Así, verte de lejos" fue interpretada por las chilenas Sonia y Miriam en una grabación realizada en La Habana con acompañamiento de Julio Gutiérrez, y también hacia 1960 la grabó Fernando Albuerne con la orquesta dirigida por Osvaldo Estivill.

"Tú y el viento", originalmente "Símil del viento" ("Te sentí como el viento/ cuando pasabas ya") fue llevada al disco por la soprano Martha Pérez con el maestro Gutiérrez, y de 1963 data la versión de Gina León con la orquesta Imprenta Nacional. Para la televisión, poco después, la grabó la mezzo Alba Marina. 

El soneto musicalizado "Lloviendo" ("No hace falta que llueva como llueve este día...") apareció en1965 en el disco Álbum de Cuba, de Esther Borja respaldada por la orquesta dirigida por Guzmán. Excelente es la versión de "Lloviendo" que dejó impresa Marta Justiniani en un extended-play, a inicios de la década siguiente, grabación prácticamente ilocalizable hoy día.

El trabajo de musicalización de Adolfo Guzmán es modélico: los versos de Buesa hallan cálido y natural arropamiento en melodías elaboradas con delicadeza y originalidad, aparencial sencillez que encubre no pocos escollos para el intérprete. Son auténticas canciones de concierto. Para cantarlas, hay que saber cantar de verdad, lo dice todo aquel que tiene oídos para oír.

 


[1] Entre muchos ejemplos, estos: dos cantores argentinos, Horacio Guarany y Víctor Heredia, musicalizaron textos de Buesa: "Canción del adiós" y "Cuando se deja de querer"; originalmente se trata de los poemas "Canción de la despedida", de Oasis y "Se deja de querer", de Poeta enamorado. En Barcelona, la trovadora cubana Mane Ferret, en fecha muy reciente, dio a conocer su canción "Domingo blue", que lleva por letra "Canción del domingo triste", de Oasis.

[2] El longplay Poeta enamorado (Panart 3056) contiene, de Oasis: "Poema del renunciamiento", "Poema de la culpa", "Poema de la despedida", "Canción para la esposa ajena", "Poema del domingo triste", y "Elegía para ti y para mí". De Nuevo Oasis: "Elegía nocturna", "Canción de lluvia", "Madrigal de la lluvia de abril", "Símil del viento" y "Elegía lamentable". De Poeta enamorado: "Poema de las cosas", "Se deja querer", "Pequeña canción" y "Carta a Usted". De Poemas prohibidos: "No era amor", "El pequeño dolor", "Poema del pecado" y "Carta sin fecha" (Cristóbal Díaz Ayala, Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana 1925-1960).

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