Remesas secuestradas: el corralito a la divisa en Cuba

"¡Ay, hija!, si yo llevo más de un mes en esto". La mujer cerró el abanico turístico de la Puerta de Alcalá y lo guardó en la cartera. "Pero yo soy insistente. Si algo yo tengo es que soy un pitirre". Del fondo del bolso volvió a sacar su espada inútil contra el calor, que agitó amenazante. Era como la cuarta vez que repetía esa rutina airada. A las 12:00 del día, en la sala de espera de las oficinas centrales del Banco Metropolitano, nada podía contra el sopor ardiente.

El antiguo edificio de piedra, hecho por los americanos con el fin de elevar la jerarquía del dinero por sobre cualquier otra construcción, fue adaptado hace mucho tiempo para que todo cierre herméticamente bajo el dominio del aire acondicionado. Pero una nueva disposición del Estado dictó que el aire no puede enfriarse sino a partir de la 1:00 de la tarde en las oficinas, para ahorrar corriente. Por tanto, no queda otro remedio que abrir la puerta principal, con la esperanza de que alguna brisa caliente quiera entrar desde la calle, buscando alguna rendija en los ventanales de cristal semicerrados.

Con lentitud, un carpetero distante pedía el carnet de identidad a los clientes para conducirlos, uno a uno, por el camino de las oficinas de Atención a la Población. Casi todos estaban para lo mismo y la respuesta que recibían era idéntica: "hay que esperar".

"¡Es una falta de respeto!", dijo una señora que venía de La Víbora. "Yo no soy comunista —aclaró—, pero recuerdo bien cómo Fidel criticó el corralito en Argentina, diciendo que ni los pensionados podían sacar sus ahorros… y ahora, ¿esto qué cosa es?", preguntó como dirigiéndose al propio Castro.

No es de dominio extendido, pero desde hace años es posible recibir moneda dura (generalmente euros) por transferencia bancaria, como si se estuviera en cualquier parte del mundo. Muchos cubanos emigrantes, principalmente de Europa, han aprovechado ese resquicio para enviar remesas a sus familiares en una denominación confiable. Operación que funcionaba con normalidad hasta hace poco, cuando, de súbito, todo se detuvo.

A mediados de junio, en todos los bancos, en todas las ventanillas al mismo tiempo, dejaron de dispensarse divisas, repitiendo los empleados la muletilla de "no hay disponibilidad", como si el dinero no hubiera seguido entrando a las bóvedas. Hasta esa fecha, los bancos siempre advertían que debían tener el efectivo en caja para responder a la demanda, lo cual casi siempre ocurría, de lo contrario, se ordenaba una reserva para el día siguiente. Ya no.

Varios empleados, pidiendo el anonimato, han confirmado que se trata de una "orden de arriba", de la cual tienen prohibido hablar: "No se puede entregar más divisas". Dicha disposición, por otra parte, no fue difícil de detectar en el movimiento unánime que ensayaron en el Banco Metropolitano todos los trabajadores de las cajas. La coreografía delataba al director oculto.

"La gente habla ahora de que no se puede sacar moneda nacional, pero esto es peor —dijo otro hombre mayor, con abundantes canas—. En pesos cubanos, por lo menos se puede sacar 5.000 pesos (que no sirven para nada), pero de aquí no se puede sacar nada. Ni un euro. ¡Desde junio vengo reclamando el dinero!".

"¡Y yo! —la mujer del abanico se sacudió—. ¡Pero me van a oír! No puede ser que mi hija pase tanto trabajo allá afuera para mandarme un dinero, que solo alcanza para lo básico, para que ahora esta gente no me lo quiera dar". La Puerta de Alcalá buceó nuevamente por el fondo del bolso para emerger triunfante a los pocos segundos, esparcida por el aire.

"Y antes te lo daban —recordó un hombre con gafas, que por alguna razón trataba de sonreír pese a las circunstancias—. Antes te decían que había que ver la disponibilidad en caja, pero siempre había efectivo en divisa. ¡Total, si uno no saca mucho!".

"Me anotaron en una lista y me dijeron que tenía que esperar a que me llamaran!", contó al grupo la señora de La Víbora cuando regresa de las oficinas. "¡Pero si ya yo estoy hace rato en esa lista!", apuntó el señor de las muchas canas. "¡Ese dinero no es de ellos! Si mi hijo me mandó 100 euros, ese dinero ya ingresó en el banco. ¿Cómo lo van a secuestrar?".

"¡Por eso es que la gente no confía en los bancos cubanos! —dijo la del abanico—. A mí este perro no me vuelve a morder. Le voy a decir a mi hija que a partir de ahora me mande el dinero con un particular".

"Dicen que a duras penas están cumpliendo con los envíos de los diplomáticos —comentó el señor de las gafas— ¡Lo que yo no entiendo es por qué entonces en la CADECA siguen vendiendo dólares!". Su duda se refería al mecanismo semejante al "dólar paralelo" de Venezuela, que permite al Estado vender, después de una cola de meses, una pequeña cantidad de divisas al ciudadano, a un precio muy inferior que el de la calle.

"¡Porque eso es un negocio de ellos!", respondió una señora que acaba de llegar. "Como no hay control, ellos mismos compran el dólar barato en la CADECA y luego lo venden al doble en la calle… Eso no lo van a parar".

"Me dijeron que los empleados tienen prohibido sugerir esto a los clientes —dijo el señor optimista—, pero la divisa que te mandan se puede pasar a una cuenta en MLC".

"¡Pero si la MLC es un invento!", le contestaron.

"Por lo menos puedes cambiarlo después a CUP en la calle, aunque pierdas algo", se defendió el hombre. "Lo que yo no sé es de dónde van a sacar después tanto dinero para pagar esta deuda (las transferencias atascadas) con la gente".