En los últimos tres meses el precio del dólar en Cuba se ha duplicado en el mercado informal y la inflación, que ya era descomunal, también se ha incrementado. Esto, cuando cualquier subida de precios es dramática para los cubanos, debido al bajo poder adquisitivo de la población y la rigidez salarial del mayor empleador del país, el Estado.
"La carne de puerco llegó esta semana a los 300 pesos y ya hay gente vendiendo a 320 pesos. ¿A dónde vamos a parar?", se preguntó Andrés, un comerciante retirado. "Mi pensión es de 1.500 pesos para mí y mi esposa. Se puede decir que lo que gano es apenas cinco libras de carne al mes o dos litros de aceite, que están costando 700 cada uno, o un cartón de huevos, que cuesta exactamente los 1.500 que gano, si lo encuentras. Pero todo eso, que parece demasiado, ya el mes que viene estará más caro. Asusta lo que está pasando".
"Y lo peor, ¿lo demás cómo lo compro? Ningún par de zapatos, por ejemplo, cuesta lo que gano, están de 3.000 pesos para arriba, el doble. En electricidad se me va el 20%, pago alrededor de 300 pesos. ¿Y las medicinas en la calle cuánto me cuestan? Pues tanto que no puedo comprarlas, así de simple. Por supuesto que no comemos carne y ahorita ni frijoles, porque ya subió a 200 pesos la libra. Lo que gano es una basura, estoy viviendo los peores años de mi vida. Cuando debería tener seguridad, me siento cayendo de un abismo", lamentó el jubilado.
Maira, que es oficinista en una entidad dependiente del Gobierno en Holguín, está valorando dejar su empleo y dedicarse al comercio informal. "Sencillamente, no me da la cuenta", explicó. "Gano poco más de 3.000 pesos y se me va como agua en tres días. Solamente en transporte para llegar al trabajo gasto demasiado; está malísimo y más caro cada día".
"Estoy gastando zapatos y ropa en un trabajo que no me da para comprarlos siquiera con lo que gano. Si me da hambre en horario laboral, la merienda cuesta más que lo que me pagan por todo el día. ¿Dígame usted si eso se puede aguantar? ¿Qué me queda para vivir, para mis hijos? Esto no es negocio y no me puedo dar el lujo de trabajar por placer o esperando que esto mejore, porque si de algo todo el mundo está más que claro es de que esto nunca va a mejorar", añadió.
Gabriel vive el drama desde otra arista: cómo vender y vivir de su negocio en medio de la locura inflacionaria y con "una clientela cada vez más pasmá (sin dinero)".
"Soy vendedor en Calle 13 (en la ciudad de Holguín), y ya no sabemos ni qué precio poner. El dólar tiene el mercado revuelto, medio loco", señala.
"Se está frenando un poco el comercio de las mulas, esperando que esto se componga. Lo que vendemos hoy en 100 pesos al detalle (minorista), cuando se salga a comprarlo fuera cuesta más que eso porque el dólar ha subido mucho en ese tiempo. Hay gente perdiendo dinero; ya, cansados rematan para irse. Y hasta ayer decían que no se iban ni amarrados".
"Pero esta inestabilidad te quita las ganas de hacer negocios. Es que uno está vuelto loco y los clientes no quedan satisfechos, se van con el producto porque no les queda otra opción, sienten que los estás estafando. Lo otro sería perder o no vender. Ya no es ganar-ganar, es perder-perder. Todo el mundo reventado con esta locura que se vive en el país. No está bueno para nadie", concluyó angustiado.
En efecto, la vida en Cuba se vuelve cada vez más insostenible por el desabastecimiento, la escasez que genera y la inflación desproporcionada y ascendente. Todo ello con un sistema salarial rígido, que obedece a una planificación gubernamental fallida de hace casi dos años, no al mercado, y que forma parte del cóctel de motivaciones que impulsan al pueblo a protestar en las calles.
Los más de tres millones de empleados estatales (66,6% del total laboralmente activo) y más de 1.634.000 jubilados y pensionados, siguen obteniendo ingresos salariales sin correspondencia con un costo de la vida, que se ha incrementado alrededor de 15 veces.
Esto da una idea del drama social que vive Cuba, por demás, en medio de apagones prolongados, la tensión familiar por la migración, el deseo contenido de protestar contra el Gobierno y el miedo a la represión y a las penas de prisión descomunales que aplican las autoridades como método de contención social.
Ya le llegó el tiempo a la bomba de tiempo.