La década de los años 50 del siglo pasado conoció de un libro que hizo furor y se convirtió en un clásico en el tema de la relación entre el poder y las hambrunas. Su título: Geopolítica del hambre. Su autor: un médico brasileño llamado Josué de Castro. Su tesis: el hambre es un producto directo de malas decisiones políticas.
Muchos años después, la ONG Acción Contra el Hambre parió un informe sobre este flagelo, basado en 11 países investigados. El presidente de la sección española, Jorge Semprún, comentaba, según reseñaba el diario español El País, que "las hambrunas de hoy están casi siempre programadas. No son las consecuencias de malas condiciones climáticas, ni de falta de alimentos, ni tampoco del destino. Son el producto de un puro cálculo político: los señores de la guerra dejan morir deliberadamente no a sus enemigos, sino a sus propios pueblos, con la única finalidad de obtener ayuda humanitaria, reconocimiento político, acceso al poder".
En 2012 apareció otro bombazo analítico y muy documentado. El texto de Daron Acemoglu y James A. Robinson, Por qué fracasan los países, los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. La tesis de este libro es que , la prosperidad o no de un país, territorio o región depende del tipo de instituciones que se den a sí mismos, no del punto de partida, el ecosistema o las diferencias culturales.
Definición del poder, tipos de decisiones de gobiernos, naturaleza de las instituciones son las que, con una diferencia de 72 años, y según autores solventes de diferentes perspectivas académicas, distintas regiones e intereses disímiles, determinan si los pueblos comen mal o bien, se visten con más o menos glamour, son o no higiénicos, son prósperos o pobres, o se colocan en la senda del desarrollo o del subdesarrollo. Y no hago una parada detenida en el economista indio Amyrta Sen, con su revolución verde, para no hablar superficialmente de un autor clásico al que tomo de referencia para un ensayo sobre la destrucción metódica de Cuba.
En 2021 aparece otro texto, en forma de informe político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, que se inscribe deliberadamente en la geopolítica de la pobreza. Si el subdesarrollo cubano después de 1959 fue un resultado en principio involuntario, convertido luego en una elección algo más consciente, la pobreza se convierte a partir de este informe no en una opción por la austeridad y penitencia cristianas, sino en una determinación y mandato estratégicos justificados en la "seguridad nacional".
Esto es algo distinto al análisis bien contrastado de que Cuba se subdesarrolló en estos 60 años por la elección errática de un modelo, lo que sigue siendo una decisión política. Ahora, todas las apelaciones a la empresa estatal socialista, las referencias a un proletariado cuyo trabajo se desmaterializa y aporta escaso valor agregado, a la planificación centralizada, al control político, no solo fiscal o administrativo, sino político de la pequeña y mediana empresas y al monopolio absoluto del comercio exterior, tienen su explicación en la doctrina de seguridad nacional. La teoría socialista del desarrollo está agotada.
Para la elite extractivista cubana, la apertura económica y comercial más la economía de mercado contienen riesgos políticos de poder que enmascara detrás del conflicto con Estados Unidos. Pero el problema aquí va más allá de los conflictos entre estados, que son manejados a través de la diplomacia, la negociación o la promesa de ella, y la evaluación de riesgos mutuos e intereses compartidos en un mundo de inevitable interrelación.
El conflicto entre Estados Unidos y Cuba, en la visión entre perversa y viciosa del partido único, es uno de tipo histórico. Está determinado, según ella, por la naturaleza de la historia y por las perspectivas diametralmente opuestas de sus sistemas políticos. Con esta entidad atravesando la visión política del Partido-Estado, las opciones de desarrollo para Cuba están limitadas estructuralmente.
La apertura a estructuras económicas más complejas, que demandarían una combinación más integrada de formas de propiedad, movimientos más ágiles de parte de productores, mercados y una matriz inversionista más abierta y de diferentes niveles, apoyo a la creatividad intelectual y una apuesta seria a la investigación para el desarrollo, son ausencias ligadas al freno a la propiedad privada, a la economía colaborativa y a la comercialización de productos culturales y servicios tecnológicos que, por su naturaleza, se desarrollan en ámbitos descentralizados, y en muchos casos individualizados.
Pero todas estas ausencias y frenos no se compensan o contrastan en una teoría socialista del desarrollo. Es decir, no tienen su explicación en base a la racionalidad de la teoría económica sino en la construcción histórica y sesgada de un conflicto estructural entre dos naciones. Por eso, las herramientas y palancas del desarrollo y del crecimiento que son realmente globales por primera vez, y que son las responsables de la prosperidad de China y Vietnam, no se despliegan en Cuba.
La elite cubana tiene un conflicto líquido, suave, no muy conflictivo con el capitalismo; lo que explica el capitalismo de compadres y extractivista que se construye en el segmento más alto del poder. El conflicto duro, denso de la elite es con lo que llama imperialismo, que no es identificable con un modelo económico, pero tiene una clara connotación ideológica, es casi la denominación de un país (Estados Unidos), lo que cierra las fronteras naturales para el desarrollo de las clases medias cubanas: la base de la prosperidad de Cuba y de la redistribución democratizable de la riqueza creada.
En un caso fue dicho con descarnada brutalidad (las tiendas en moneda libremente convertibles fueron creadas para estimular las remesas familiares); en otro, con desespero político (no entregaremos al sector productivo privado). Ambas expresiones que resuenan en el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba captan el fondo del asunto: la potencia de Cuba no está en la economía del Estado, descansa en la economía de la sociedad. Pero sus opciones están más cerca de Estados Unidos que del Estado cubano. Ello es, en el entendido del Politburó, un verdadero problema de seguridad nacional. La pobreza, la nuestra, históricamente programada, es su precio inevitable.
Nuestro dilema es más serio que el que supone el debate entre modelos de desarrollo. Es de visión nacional.
En Cuba al igual que el limón: el hambre es la base de todo.
Gualterio Diaz -14;22..., no se si usted es cubano ????..., no se cuando usted salio de Cuba ,si es cubano???? no se si usted ha vivido bajo un ,ESTADO TOTALITARIO????..., ES TOTALMENTE IMPOSIBLE BAJO UNA DICTADURA< TIRANIA, DE CORTE COMUNISTA MARXISTA ,ESTALINISTA..., que exista una oposicion , ni medianamente articulada.Deberiamos estar estupefactos , admirados y llenos relamente de gran asombro, al ver como en medio de la mas brutal represion castroestalinista , aun pueden existir los Alcantara , los Ferrer , los Maikel Osorbo .En medio de el mas cerrado estado totalitario , que exista una oposicion ,realmente , es algo totalmente imposible.Nunca en ningun pais del mundillo comunista ,existieron acciones contestatarias, como las hay en Cuba , los casos de Hungria 1957 ,Checoslovaquia 1968...,y para ponerle el ultimo clavo al comunismo Gorbachov,fueran hechos ,programados por los propios comunistas ,al ver la ineficasia del sistema. Rene Libertario.
Estimado Rene, no coja lucha con Gualterio Díaz, alias de Arnaldo M. Fernández y de Miguel Fernández Díaz, que a su vez son la misma persona. Él sabe bien qué es lo que pasa en Cuba, lo que sucede es que le encanta ir por ahí poniendo podridas.
A eliminar las remesas ...
La falta de una oposición ante el desastre organizado desde la gobernación creo que tiene varias causas las cuales son muy difíciles de contrarrestar. Por una parte casi todo el sector estatal es altamente improductivo, pero los trabajadores en realidad trabajan muy poco y con poca responsabilidad, si la empresa no es rentable, si los productos son malos, si se causan molestias por largas esperas de los consumidores, si se producen carencias, no pasa nada o muy poco. Por otra parte el otro sector productivo, las remesas, son producto de gente que huyó del desastre, y en general están cómodamente instalados en los EEUU. El castrismo ha tenido la fortuna de poderse deshacer de sus enemigos con facilidad al tener un vecino muy rico y generoso. El otro factor importante es que la cúpula de la oligarquía puede hacer negocios en dólares sin ningún tipo de control, generando una auténtica mafia que afianza la tiranía.
¿Y por qué no hay oposición que capitalice esa situación tan mala, sino que apenas se dedica a describirla?