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Salud

Covid-19 vs. dengue: un falso dilema que puede costar caro a Santiago de Cuba

El Gobierno parece más decidido a sancionar y amenazar, que a ordenar la insalubridad y actuar con sentido común.

Santiago de Cuba
Limpieza contra el Covid-19 en Santiago de Cuba.
Limpieza contra el Covid-19 en Santiago de Cuba. Sierra Maestra

En su desesperación por resolver el problema del Covid-19 las autoridades de Santiago de Cuba podrían estar creando uno peor: en las zonas con casos de coronavirus han suspendido las labores para neutralizar el dengue, que desde hace meses mantiene en vilo el sistema sanitario de todo el país.

Esa decisión no solo genera un desbalance a la hora de encarar los riesgos de las dos epidemias, sino que desnuda la falta de coherencia que desconcierta a los especialistas y compromete la lucha contra el Aedes aegypti, transmisor del dengue.

En una reciente edición del periódico Sierra Maestra, dedicada casi por completo a celebrar la faena higiénico-epidemiológica del Gobierno, la reportera Indira Ferrer alertó, sin embargo, que "el asunto es más serio de lo que parece, pues se trata de dos patologías de rápida transmisión y alta morbilidad, por no mencionar la probabilidad de muerte".

La presencia de dos virus sumamente agresivos abruma a los santiagueros, que no comprenden la decisión de pasar a un segundo plano la ofensiva contra el que más perjudica actualmente a la población.  

Según los datos oficiales, en provincia el coronavirus deja más de un centenar de contagiados desde principios de octubre, pero el dengue amenaza a más de 123.000 habitantes de Palma Soriano, 93.000 de Songo La Maya, 100.000 de Contramaestre, 89.000 de San Luis, 35.00l de Mella, 510.000 del Santiago de Cuba y al menos la mitad de los 100.000 asentados en las montañas. Las autoridades no publican cifras de los casos.

"La viceministra Carilda Peña, quien está al frente por el Ministerio de Salud Pública de la contingencia epidemiológica en Santiago de Cuba y fue directora provincial de Higiene y Epidemiologia, no debió permitir que se atendiera más una epidemia en detrimento de la otra, cuando los protocolos de ambas se pueden llevar al unísono", valoró la doctora Inés, de carretera del Morro.   

Francisco Lora consideró que "el principal reto estriba en que ambas enfermedades afectan a los mismos repartos, como Altamira, Marimón, Sueño y el Distrito José Martí, donde además hay brotes de zika y chikungunya sin erradicar. Por eso resulta inadmisible que se dejen de pesquisar".

"La limpieza de las calles es muy útil", apuntó Aimara Mustelier, pero "los directivos de Higiene debieron prever que el agua clorada no mata mosquitos y saca a los roedores de las alcantarillas. Alguien tuvo la genialidad de llenar nuestras casas de insectos y ratones para protegernos del Covid-19. A mi juicio debieron actuar con una visión más integral".  

"En mi casa nos pasamos la vida matando ratones a palos y mosquitos a manotazos", dijo Margot, mientras que Marlene cuestionaba: "¿a quién se le ocurre parar la fumigación y la campaña antivectorial en un momento en que los Aedes aegypti nos levantan en peso y la leptospirosis se expande?"

Hortensia, intensivista del Hospital Provincial, reconoció que "la fusión del dengue y el Covid es muy grave. Cada uno por separado es mortífero, pero si coinciden en un mismo paciente nada lo podrá salvar. Las medidas han de ser análogas y jamás se deben subestimar los signos de alarma de cada enfermedad".

Para rematar, semanario local publicó las denuncias de Juan Ollervide y Mario de Cruz Ramos, quienes aseguran que detrás de sus casas los operarios de Acueducto abrieron dos zanjas para arreglar una tupición y, al no sellarlas, se convirtieron en depósitos de aguas albañales.

Alexis, del reparto Abel Santamaría, aseguró que muchas personas tienen dudas sobre si los mosquitos pueden trasmitir el Covid-19, lo que refleja lagunas del diseño comunicacional oficial sobre el virus.

Tanto la Organización Mundial de la Salud como instituciones científicas de Estados Unidos y Europa han explicado que es improbable que los mosquitos trasmitan el Covid-19.

Mientras tanto, la ciudad de Santiago de Cuba navega en agua clorada y algo similar pretenden hacer con todas las cabeceras municipales de la demarcación.

Aunque existe una supuesta normalidad, los bares y restaurantes están cerrados en el horario nocturno, las instalaciones turísticas funcionan al 50% de su capacidad, está limitada la circulación peatonal a partir de las 7:00PM y el uso del nasobuco es obligatorio.

En los límites interprovinciales existe un andamiaje como si el territorio estuviese en momentos de gran gravedad. Sin embargo, en las principales avenidas y rutas intermunicipales los porteadores privados obran con absoluta impunidad. No hay un solo punto en el cual Salud Pública supervise el exceso de pasajeros, y no podría hacerlo sin crear un caos en el transporte de la ciudad.  

Las Fuerzas Armadas suspendieron la salida de sus efectivos de las unidades y escuelas militares; quedó prohibida indefinidamente la visita a los centros penitenciarios y las terminales de ómnibus y ferrocarriles fueron tomadas por el Ministerio del Interior.

Las autoridades anunciaron además, la imposición de multas a quienes incumplan las reglas de prevención y penas de cárcel para el delito de propagación de epidemias.

Al parecer, el Gobierno está más decidido a sancionar y amenazar, que a ordenar la insalubridad y actuar con sentido común.

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