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Sociedad

La Ley de Bienestar Animal: un logro de la sociedad civil en Cuba

El Gobierno de Cuba anunció que aprobará en el mes de noviembre una nueva 'política de bienestar animal'.

La Habana
Preparativos de una pelea de perros organizada para las apuestas, una actividad hasta ahora habitual y sin control en Cuba.
Preparativos de una pelea de perros organizada para las apuestas, una actividad hasta ahora habitual y sin control en Cuba. AFP

Muchos animales en Cuba mueren en peleas por apuestas o son sacrificados en ritos de santería, mientras otros deambulan por las calles. Pero el fin de la total desprotección legal que sufren en la Isla podría estar por terminar, pues en el mes de noviembre podría entrar en vigor una legislación que los proteja.

El pasado 7 de abril de 2019, en la primera manifestación independiente y de carácter no político autorizada en 60 años de régimen comunista, unos 500 cubanos marcharon en La Habana para reclamar una Ley de Bienestar Animal.

Un año y medio después, el Gobierno cubano, decidido a retomar la iniciativa de un movimiento que puede servir de paradigma en la lucha por otras demandas, aprobará en noviembre su primera legislación sobre bienestar animal, aunque con excepciones, reportó AFP.

Se trata de un paso importante para una sociedad civil que, por primera vez, verá uno de sus planteamientos traducido en ley, y el inicio de un cambio cultural en un país marcado por las contradicciones entre la tradición y la modernidad.

En Cuba, principalmente en su capital, es habitual ver perros y gatos callejeros, muchas veces en mal estado, y abandonados generalmente por razones económicas. Los más afortunados son recogidos por particulares o asociaciones que sacrifican hasta su propia comida para alimentarlos.

Noris Pérez, una ama de casa y protectora de animales de 49 años, lamenta contar apenas con la ayuda de su esposo, su hija y a veces de algunos vecinos para atender a los animales que acoge temporalmente en su domicilio en La Habana.

El primero de la manada fue rescatado de la calle hace ocho años, mientras sufría una crisis epiléptica.

Sobre una azotea protegida por una malla, se ubican las casas de los perros más grandes. En la cocina, viven los más pequeños y los gatos. A la hora de la comida, en un desenfrenado concierto de maullidos y ladridos, Pérez se las arregla para que nadie quede fuera del festín.

En un país donde las situaciones de desabastecimiento son recurrentes y el salario promedio ronda los 40 dólares, "bastante difícil se me ha hecho resolver el tema de la comida", relata.

En el barrio de Nuevo Vedado, Grettel Montes de Oca, de 48 años, convive con 55 gatos y cuatro perros que vagan por toda la casa, excepto por la sala.

"Tengo un amigo que dice que este es el perro más feo del mundo", bromea Montes de Oca, mientras acaricia a Yoki, un viejo perro azabache, con los dientes cariados y el cuerpo dañado por los golpes recibidos en el pasado.

Esta bailarina profesional nunca había tenido animales hasta que en 2007 salvó de la calle a una gatita negra. "Cuando empiezas a rescatar, ya no puedes parar", comenta.

Por propia iniciativa, creó Cubanos en Defensa de los Animales (CEDA), una asociación tolerada pero no reconocida legalmente.

La adopción de un Decreto-Ley sobre bienestar animal "es el sueño de todos los animalistas (...), pero sobre todo en Cuba, que estamos luchando hace 33 años por una ley", sostiene Montes de Oca, en referencia a los primeros proyectos que impulsaron en vano las asociaciones.

En este ámbito, agrega, "somos desgraciadamente de los países más atrasados dentro de América Latina", porque "los animales en Cuba son algo como que no existe".

¿Qué ha cambiado? El despertar de una sociedad civil, sobre todo a partir de la llegada a finales de 2018 de la 3G a los teléfonos móviles, lo que permite que un sector de la población se movilice en las redes sociales, en particular en torno a los derechos de la comunidad LGBTI o contra la violencia machista.

Y también el surgimiento de una pequeña clase media gracias al desarrollo del sector privado desde 2010, y una mayor apertura al turismo internacional.

Ese segmento de la población puede dedicar dinero a embellecer a sus mascotas. En La Habana hay unos 10 salones de peluquería canina, cuya clientela se preocupa por el bienestar animal.

Confrontado a una clase media cada vez más exigente, sobre todo en las redes sociales, el Gobierno cubano ha comenzado a atender algunas de sus demandas.

En el Ministerio de la Agricultura, el texto legal entró en su recta final.

"El decreto ley se aprobará en noviembre (...) por el Consejo de Estado y se va a ratificar por la Asamblea Nacional" más tarde, explica Yisell Socorro, del departamento jurídico del Ministerio.

El objetivo: "Garantizar la integridad física y mental de los animales", "el respeto a los animales, la necesidad de evitar malos tratos, abusos, crueldad y sobre todo, la toma de conciencia de que los animales son seres sensibles que experimentan dolor y placer", añade.

Para el gubernamental Comité Nacional de Bienestar Animal se trata sobre todo de "un proceso educativo": "No quisiéramos tener que sancionar a nadie por cometer actos crueles o denigrantes hacia los animales", confía su presidenta, la veterinaria María Gloria Vidal.

Se prevén multas y hasta penas de cárcel, pero la idea es sobre todo cambiar la mentalidad.

Todo esto representa un desafío donde los sacrificios de animales son una práctica habitual en algunos cultos de origen africano como la santería, traídos al país en tiempos de esclavitud.

"Prácticamente es imposible prohibir que se realizaran en Cuba sacrificios de animales para los ritos de las creencias de origen africano, de origen yoruba principalmente, porque eso forma parte de los rituales de esas religiones", admite Vidal.

"Pero sí podemos trabajar en la garantía del bienestar de los animales que se crían y se utilizan en estos rituales", y asegurar que "se realicen de la forma más rápida posible, y de la forma que genere poco estrés a los animales", añade.

"Carneros, chivos, gallos, palomas, jutías, perros" y hasta gatos, enumera Yank Benavente, de 38 años y babalawo (sacerdote del culto yoruba) desde hace tres años, refiriéndose a todos los animales que, según la deidad invocada y el objetivo del ritual, pueden ser sacrificados en estas ceremonias secretas.

Dueño de una treintena de palomas y dos perros, este sacerdote asegura que por nada del mundo sacrificaría a sus animales y que con esmero cuida de los que compra para sus rituales.

Pero no concibe renunciar a estos sacrificios, ligados a la herencia africana de Cuba. "Es parte de la cultura, de la religión de uno, no sé hasta qué punto la ley pueda influir en eso", asegura.

Aún más polémicas son las peleas de perros y de gallos, que se organizan con frecuencia a escondidas y en las afueras de las ciudades. En estos combates a muerte se enfrentan dos animales muy bien entrenados, y las heridas que reciben son tan graves que a veces sucumbe hasta el ganador.

"Las peleas de perros quedan totalmente prohibidas", afirma Vidal. En cambio, las de gallos, que son una tradición en Cuba, pues incluso la propiedad familiar de Fidel Castro contaba con una valla de gallos, serán autorizadas "sólo en casos muy puntuales de asociaciones u organizaciones que vayan a tener algún tipo de competencia o evento".

Una excepción que aplaude un aficionado a estas lides. En estos combates "existen reglas, un conteo de protección como a un boxeador", lo que hace que "no tenga nada que ver con una pelea de perros", explica bajo condición de anonimato.

Otro hombre, amante de las peleas caninas y que prefiere reservar su identidad, reconoce que "ver dos perros fajarse no es válido", pero, aun así, dice disfrutar de esos espectáculos, en los que a menudo las apuestas alcanzan miles de dólares e incluyen hasta casas.

"Esto no lo para nadie, van a seguir existiendo las peleas de perros", dice en tono desafiante.

En el salón Don Silver, en el barrio habanero de Santa Fe, Docky, un cocker spaniel, bosteza mientras le liman sus garras, antes de someterse a un champú antigarrapatas. A su lado, la chihuahua Luna se asusta cada vez que el aire del secador de pelo recorre su cuerpo.

Este es uno de los primeros salones de peluquería canina abiertos en la isla en 2012 por Loretta Rivero, de 50 años.

Detrás del anuncio del Decreto-Ley, Rivero ve el esfuerzo de "muchas personas que están haciendo presión". "Estamos luchando, como personas que queremos el progreso, queremos cambios, contra otras que están más aferradas a la tradición", a conceptos que "son un poco del tercer mundo", considera.

El Decreto-Ley despierta las esperanzas de la sociedad civil en torno a otros viejos reclamos, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, que debe ser sometido a referendo en 2021.

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1 comentario

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Esa ley está muy buena. Para los pobres animales. Pero su "timing" no es el correcto, es otro instrumento mas en el "toolbox" del gobierno. Ya verán a algun disidente encausado por dejar su perrito al sol.