Vivir en un solar es una especie de confinamiento en el cual no existen ni la privacidad ni los secretos. A miles de habaneros que viven en esas cuarterías la pandemia de Covid-19 ha venido a robarles los últimos centímetros de intimidad personal.
"Pasar la cuarentena en un solar es una proeza, porque el confinamiento es doble para los que sí creemos que el coronavirus es una cosa seria", dice el exjudoca Orlando Jiménez, quien convive con siete familiares en el reducido espacio de una habitación con barbacoa en un solar del Cerro.
La única precaución que le falta por imponer a su familia es "usar el nasobuco dentro del cuarto", añade medio en broma medio en serio.
"Esta cuarentena es como la cárcel, y un solar es como la celda de castigo. Muchos creen que la pandemia es un motivo de fiesta. No se quieren la vida y al mismo tiempo no quieren la vida de los demás", afirma Jiménez, señalando que la indisciplina social también se manifiesta dentro de los solares, donde lo "natural" es el hacinamiento.
La esposa de Jiménez no permite a las niñas, de seis y ocho años de edad, jugar con los vecinitos, porque las otras familias "no toman las precauciones" para evitar el contagio de Covid-19. Prefiere llevárselas un rato a la calle y bañarlas dentro del cuarto. La familia de Jiménez vive en uno de los 923 solares del Cerro. En muchos de ellos los residentes tienen compartir el baño.
El hacinamiento es un factor asociado a la violencia. Y las discusiones y reyertas son habituales en cualquier solar, ya que es inevitable la "proximidad excesiva".
Aunque Carmen Zapata, madre de dos menores de edad, ha asumido la violencia como parte de su vida en los casi 40 años que ha vivido en una cuartería de la Habana Vieja, reconoce que el aislamiento social potenció el panorama violento y las tensiones tanto "dentro de los cuartos, entre la propia familia, como entre los vecinos".
"Con esta pandemia se puede ver lo grave que es la situación de vivienda en este país, lo que genera que tanta gente esté forzada a convivir casi uno encima del otro, en constante roce, y más en medio de esta cuarentena en la cual muchos no tienen la misma preocupación por contagiarse de coronavirus", comenta Zapata, quien está entre los centenares de residentes en la Habana Vieja que tienen que compartir el baño y la cocina con la vecindad.
"Súmale a eso los problemas con el suministro de agua y la escasez de comida y aseo personal".
Según las cifras del último Censo de Población y Vivienda, en 2012, en La Habana, 10.700 personas convivían en una habitación ubicada en cuarterías. Cifras elegidas de este censo para tres municipios ‒Habana Vieja, Centro Habana y Cerro‒ arrojaron que sus residentes cohabitaban en 38 locales de trabajo y 58 colectividades (cuarterías).
Entre los tres municipios, 1.193 personas tenían que compartir el lugar para cocinar y otras 3.117 estaban obligadas a compartir el baño.
Las cifras podrían haber subido en los últimos años por la destrucción que han causado fenómenos como los huracanes y el tornado que arrasó varios barrios de La Habana en enero de 2019.
El hacinamiento por falta de viviendas es "advertido una y otra vez durante los brotes de dengue en el país. Es de sobra conocido por los más altos niveles del Gobierno", dijo una doctora y funcionaria de la Dirección Provincial de Salud Pública en la capital. Y el problema "empeora cada año a causa de los derrumbes", agregó.
"Es un verdadero milagro, hay que decirlo, que el Covid-19 no se haya expandido y causado más estragos, porque los llamados solares son pasto para cualquier tipo de pandemia", señaló doctora, quien también mencionó las deplorables condiciones hidrosanitarias en la "abrumadora mayoría" de esos inmuebles.
"Y aquí no estamos incluyendo las decenas y decenas de albergues que existen en la provincia", apuntó.
La cuestión en Centro Habana, el municipio habanero con la tasa de contagio por Covid-19 más alta —casi 39 casos por cada 100.000 habitantes— "se baila solar adentro", donde las batallas entre vecinos, por la circunstancia de compartir baños, locales de cocina y cisternas de agua potable, "son campales y te obligan a enleonarte", dijo Carmita, miembro de un núcleo familiar de nueve personas, que vive en una cuartería con otras 15 familias.
"Antes una salía para la calle a despejar, a liberarse un poco de la candanga del vecino que deja sucio el baño o del que quiere coger más agua que nadie. Ahora es obligado estar dentro de tu cuarto porque el coronavirus está a punto de caramelo", se quejó Carmita, quien al principio creyó que el Covid-19 era una "enfermedad de los extranjeros".
"No es fácil cuando 50 personas tienen que rozar todo el tiempo, y la mitad ni siquiera se protege ni a ellos ni a su familia. Y cuando vives en medio metro cuadrado con tanta gente, con toda esta pobreza, y encima te cae la cerrazón, se te va la olla", agregó.
Y el aumento del consumo de bebidas alcohólicas en la cuarentena "es la otra chispa que prende candela a estos solares", consideró.
60 años aplaudiendo y terminaron peor que en Haití. La jutía de Castro I le prometio un techo a todos esos pobres y ahí tienen la promesa. Sigan aplaudiendo. Aquí el área peor de Miami es un paraíso comparado a esa foto y con la descripción en el artículo.
Y recuerden todos el 26 de julio a la plaza a celebrar la derrota del covid19 y el que no vaya le quitamos la javita El ?rauli
Ya está el Trelles hablando kk "TRABAJAR"
// ¡Permitimos que nuestra gente viva así y peor SIN EPIDEMIAS!!! //
No se trabaja (niii se habla de CÓMO TRABAJAR) para resolver todas esas situaciones.
TODOS SOMOS CULPABLES por el sufrimiento cubano mantenido.