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Bitácora de cuarentena

Escogí el oficio más hermoso del mundo

La autora escribe en La Habana una bitácora en tiempos de pandemia para su hija de 18 meses.

La Habana
Raux Denis Rodríguez, activista multado por el Decreto Ley 370.
Raux Denis Rodríguez, activista multado por el Decreto Ley 370. Raux Denis Rodríguez/ Facebook

Hija, escogí el oficio más hermoso del mundo. Ser periodista resumió todas mis ganas con la vida. Lo primero que quise ser fue viajante. Viajante, entonces, no significaba lo mismo que ahora. Pero sí una marca de isleña, a la que le queda chiquito el terruño, que quiere vivir todo lo que lee, todo lo que ve, todo lo que huele en las maletas de papá. Después astronauta, bombera, médica, recogedora de basura, bailarina, cineasta, actriz... El periodismo resumió todo eso. Y no desde la frustración, sino al revés.

Estudié Comunicación Social en la Universidad de La Habana, cuando reabrió la facultad, después de cuatro años de clausura por revoltosa, por rebelde. Me especialicé en Periodismo, como indicaban mis antecedentes. Aunque quizá sea lo que menos he hecho, en lo que menos he ejercido de todas las áreas de la ciencia nueva.

El periodismo y la lectura de literatura de ficción han sido mis pasiones postergadas por lo urgente de un país que se construye, instituciones que se construyen..., de mí deconstruyéndome toda, desbaratándome en mil pedazos y componiéndome como se puede. A estas alturas he perdido mil pedazos que no encuentro, como con las radios, cámaras fotográficas que de niña desarmé sin lograr hacerlas funcionar nuevamente. He encontrado una manera de ser útil, creo.

Me fui a la independencia periodística en 2005, con una agenda personal que no encajaba en casi ningún medio de prensa cubano o interesado en Cuba. No existían los medios de comunicación independientes que hay ahora. Por lo que fui colaborando a ratos, cobrando a veces y haciendo otras de las mil cosas para las que también me preparé durante mis estudios. Esa fue la manera de sobrevivir que encontré, además de la ayuda de mis amigos (sin ellos no sé qué habría sido).

Ya venía desde mis tiempos de estudiante siendo periodista, siendo independiente. Solo que no tenía título. A veces, ni siquiera me dejaban firmar los artículos. No solo para protegerme sino como resguardo de los medios en los que colaboraba. Siempre dije que no sentía miedo, o sí, pero que prefería la transparencia, a la que no llamaba así todavía.

Desde siempre he preguntado de dónde sale el dinero con el que vivo. Por motivos diversos: respeto a mis padres, mis abuelos, mis amigos que financian mi tozudez; también la necesidad de saber qué derechos me asisten, en el contexto cubano y, sobre todo, si conservo mi independencia. Así ha sido con mi amor y con mis amantes, con las personas que me han dado trabajo. He renunciado a cifras nada desdeñables en el contexto cubano solo porque me han señalado "quien manda aquí". No todas las personas tienen precio, hija.

En solo dos décadas, han aparecido redes sociales en internet, Cuba ha tenido a fuerza que dar acceso a la WWW y el periodismo ciudadano, ese que no necesita títulos ni medios de comunicación ni sistematización ni las reglas del periodismo formal y que también es fuente para el último. Han aparecido también revistas, plataformas para informar, analizar, criticar, contar Cuba, desde fuera y desde dentro, en la alegalidad. Han aparecido fondos públicos para estos espacios, no solo en Cuba. (En Latinoamérica muchos de los medios progres que sigo, se sostienen gracias a estos fondos y aquí nadie cuenta eso ni se lo cuestiona.)

Mamá, que viene de oler la tinta de sus trabajos, de esperar meses para ver una foto, de escribir largas cartas en papel, ha tratado de actualizarse. No lo he conseguido del todo. Pero lo sigo intentando en un contexto hostil para mi oficio.

Cada día se suma alguien a la lista de los procesados por el Decreto Ley 370. Los argumentos me parecen ilegítimos. Son desconocer la función de la prensa en las sociedades y todo lo sucedido en dos décadas que te he contado rápido, como he podido.

Una lectora de esta bitácora escribe que la entristezco, que es hora de acabarla. Y lo lamento. Nos considero felices y privilegiadas, en medio de todo. Pero, quizá tenga razón. A los lectores nos debemos.

Ayer me quedé dormida contigo hasta las 8:00 AM. Llego tarde a mi entrega, apenada. Antes, DDC tuvo problemas técnicos con esta columna. Quizá todo sea una señal del fin que planeamos para un mes de encierro. Quizá deba seguir escribiendo esta bitácora de cuarentena solo para ti. Ya veremos, Nina.

PD: Llegó el paquete que Laura nos envió. Debe haber sido el último paquete antes de que colapsaran las tiendas online para Cuba. Dice que no es mucho. Pero para mamá es grande, todo, más. Me voy a jugar contigo a la mantica.

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