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Bitácora de cuarentena

Ese poder tan macho, tan 'onvre'

La autora escribe en La Habana una bitácora en tiempos de pandemia para su hija de 18 meses.

La Habana
'Una familia muy original'
'Una familia muy original' DDC

Hija mía, hoy quiero escribirte sobre algo que desconozco. Se llama democracia. Hay quien la escribe con mayúscula, pienso que por su importancia. Nací —nacimos, tú 42 años después— en una isla que creo también la desconoce. La ha vivido poco o nada, casi nada. Entre diversos tipos de colonialismo y las dictaduras (están muy relacionados), los períodos democráticos aquí se hacen escasísimos. Hay como un karma malo —no sé si existen los karmas— de que aparentes buenos proyectos políticos se arruinan por egos y terminan en dictaduras, unas más sangrientas que otras.

La lucha por la democracia se ha llamado la lucha por la libertad, porque la democracia se basa en eso, en el respeto a la libertad, a la libertad de pensamiento, de expresión y de acción con todo lo que implica, siempre que no se incumpla el pacto de no matarás, no robarás. También se le ha llamado lucha por los Derechos Humanos, que están recogidos en otro pacto mundial más reciente en tiempos históricos. Y, más cerca aún, se extienden a las supuestas minorías —que no somos— las mujeres, las personas LGBTIQ, las afrodescendientes..., aunque estos derechos no logran consenso entre los paladines de la libertad y la democracia. No aún.

Aprendí de Jorge García que la libertad está en nuestras cabezas (y ahí no hay dictador ni nadie que pueda intervenir), que se expresa no solo en protestas públicas o en la desobediencia civil o con las armas, que renunciar a estas vías de lucha no se traduce en miedo, sino en libertad de elección (otra vez libertad, es casi tautológico; espero me entiendas). Ahí estuvo mi primera liberación. Del feminismo heredé que la libertad de uno termina donde comienza la del otro. Eso para escribirlo de alguna manera porque el feminismo en el que milito no reconoce a otros sino a personas, individuos en equidad, y sueña. Ahí, la segunda rotunda.

Sin embargo, también aprendí que el poder se reproduce. Lo leí en un libro pequeñito que tuve que forrar con papel de periódico para que nadie supiera su contenido. Lo leí cerrándolo cuando alguien se acercaba. Lo leí con miedos, con los miedos que heredé (los miedos también se heredan. Espero, hija, no pasarte los que me quedan). Lo leí antes de Jorge y antes de la militancia. Y promuevo que se lo lean todos los seres humanos para entender cómo calan las dictaduras en las personas, con sus constricciones a la libertad, con sus violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, aunque el francés se refería al poder sin apellidos.

Es tan violenta la realidad, bien desmenuzada por Michel Foucault en Microfísica del poder, que proporcionales tiranías son reportadas en casas, escuelas, centro de trabajo, calles, parejas, trirejas, familias y hasta en grupos que dicen ser los defensores de toda la libertad, de los Derechos Humanos.

Hace unos meses me entrevistaba un colega (porque les ha dado por entrevistar a mamá. Mamá que no sabe de nada) y viniendo al caso le dije que las dictaduras son la expresión máxima del patriarcado. Es lo que creo. Y cuando reconozco expresiones de ese poder tan macho tan "onvre" en personas que defienden la libertad, la libertad de Cuba, la democracia, me entristezco. Si esas personas son mujeres, si son mujeres a las que quiero, la tristeza es infinita y hasta duele.

Por eso me viste llorar hoy, Nina. Me siento en el medio de unas tropas que no respetan la libertad, las libertades de los supuestos otros. Están en bandos opuestos, bien definidos, polarizados, que, en mamá, terminan surtiendo el mismo efecto: la tristeza. No estoy sola. No lo estamos. Hay gente que ha decidido ser crítica con todo hasta con ellas mismas, con sus temores, con sus lastres. Quizá también se leyeron a Foucault. Quizá, no.

Hace casi dos décadas un amigo me criticaba: "Tienes una mentalidad del Primer Mundo en el Tercero..." Yo le respondí con versos de Walt Whitman en castellano: "Me canto y me celebro a mí misma". Entonces estaba decidida a luchar contra el Fidel que llevaba dentro, que tantos aún llevan dentro, aunque para ti Fidel sea, hasta ahora, el hombre que ponía los muñequitos en el televisor que no tenemos. Y mamá sigue aquí y parece que morirá aquí sin haber experimentado la democracia más que en su cabeza.

PD: ¡Qué suerte tengo de que estés ahí! Un amigo más reciente me escribía hoy: "Nina es el ancla". Y sí, los poetas suelen ser los más sabios. Espero no ser demasiado peso para ti, hija.

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2 comentarios

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Profile picture for user Ana J. Faya

Esta pobre mujer, sola, con una niña chiquita, en Cuba y en el medio de una pandemia es la estampa de la depresión. La estampa de la herejía --diría mi abuela no sé por qué. Me revuelve recuerdos nada agradables que para qué contar. Como lectora de DDC agradezco los escritos, pero me sumo a la sugerencia de ir cortando esto, so pena de pasar por el título sin leer más nada.

Profile picture for user Amadeus

Ya debían ir pensando en poner en cuarentena esta bitácora. Jo!